Capítulo 7: La Sirenita y Videojuegos

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Iván cierra los ojos, permitiendo que nuestras narices se rocen

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Iván cierra los ojos, permitiendo que nuestras narices se rocen. Sus labios están tan cerca de los míos que casi puedo sentirlos sobre mi boca, nuestros alientos se mezclan, mientras el contacto por poco se concreta. Está a punto de hacerlo, hasta que su celular suena, interrumpiéndonos. El sonido se oye lejano durante unos segundos previos a que despierte de esta especie de parálisis que la indecisión y los nervios me provocaron.

Carraspeo, alejándome de inmediato. Iván intenta tocarme de nuevo, sin éxito. Su mirada evidencia lo decepcionado que se siente por mi rechazo, y en un intento por querer evadir esta culpabilidad, hablo, rompiendo el silencio.

—Contesta.

Iván me obedece de inmediato, pienso que él al igual que yo, busca cualquier cosa para deshacerse de esta espina que nos ha quedado en el pecho.

—Es Lucas —indica un milisegundo antes de contestar—. ¿Si?

Lucas es uno de mis mejores amigos, en realidad, es uno de los pocos que tengo. Soy consciente que es una gran persona a pesar de la forma en que me trató el otro día, e incluso ahora que estamos disgustados, le deseo lo mejor, pero me niego a escuchar un poco de esta conversación. No quiero saber de él, no en este momento.

Me levanto de la banca para darle a Iván un poco de privacidad, aprovecho mi tiempo a solas para terminar mi helado de menta, el cual pierde todo el sabor, a estas alturas, incluso me parece que está amargo por el mal humor que tengo.

Una vez lo termino, no me queda nada que hacer. Tengo claro que Iván está mirándome, solo espero a que termine de hablar, para poder despedirme y largarme a casa.

—Miranda —me llama, acercándose de inmediato—. Luc está un poco decaído.

—Ya...

—¿Vamos a su casa? Le ayudamos a cuidar a Leah.

Maldita sea.

No quiero tener nada que ver con Lucas ahora mismo, me dolieron mucho sus palabras, sobre todo su falta de tacto al decirlas.

Como muestra de mi amor y mi cariño, siempre intento no herir a las demás personas cuando estoy sufriendo mucho, ¿Por qué ellos no pueden hacer lo mismo? ¿Por qué no pueden cuidarme de su mal humor, al igual que yo los cuido a ellos?

Mientras más lo pienso, me siento más herida.

Por su parte, Iván está frustrado porque... bueno, creo que es debido a que nos vimos interrumpidos por esa llamada.

—¿Miranda?

—No quiero ir —confieso, tan bajito que no sé si ha llegado a escucharme.

—Lo sé. Mira, Lucas es mi mejor amigo, pero teniendo en cuenta lo que acaba de interrumpir, yo tampoco tengo deseos de ir.

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