Capítulo 40: Ceder

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—¿Estás lista para hablar de él?

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—¿Estás lista para hablar de él?

Resoplo, a sabiendas de quién está hablando Ana con bastante claridad. Me duele el estómago en cuanto existe la mínima posibilidad de tocar el tema. Quisiera aparentar, conmigo misma al menos, que su existencia no sea algo que me hiere, básicamente porque he tenido toda mi vida para acostumbrarme a tener un papá como el mío. No debería seguir afectándome en la actualidad.

Mi psicóloga me sonríe con amabilidad.

—Me dijiste que había vuelto a Perú, ¿Verdad? Y se comunicó con un familiar tuyo para saber de ustedes.

—Supuestamente, iría a vernos, pero ya pasaron varias semanas y no... —me cuesta hablar, y no entiendo el porqué—. No lo hemos visto.

—¿Eso te duele?

—No.

—¿Segura, Mir?

—No me duele no verlo, todo lo contrario. Es bastante molesto compartir un mismo espacio con él —mis deseos de vomitar aumentan en cuanto recuerdo el olor a alcohol que se siente cuando mi papá anda cerca—. ¿Podemos hablar de otra cosa, por favor?

¿Podemos no hablar nunca de él?

¿Por qué es tan importante para ella hablar de un hombre que casi nunca estuvo en mi vida, y que tengo muy pocos recuerdos de él?

¿Soy como soy por él?

Ya sería otra razón para sentir tanto desagrado cuando pienso en su existencia.

—Está bien —me sonríe.

—Lamento si...

—No te disculpes, Miranda. Ya hablamos de eso, estás poniendo límites, y así como yo tengo los míos y los has respetado hasta ahora, yo debo respetar los tuyos —comenta, haciéndome sentir mejor—. Hablando de límites, cuéntame, ¿No crees que es hora de que empieces a ser un poco más firme con ellos? Con tus amigos, por ejemplo. Me dijiste que insisten tanto en que regreses con tu ex, y eso es algo que te molesta.

—Sí, pero ellos no lo hacen con mala intención —le explico mejor—. Quieren mi bien, y no me lo dirían si no pensaran que fuera así.

—No digo que no, pero todos necesitamos límites, Mir. Incluidas las personas que quieren lo mejor para ti.

—Es que no quiero ser malagradecida.

—Hay cosas que nos lastiman hechas por las personas que más nos aman, y eso no quiere decir que no podamos ponerle un alto —sus palabras, ante mis ojos, tienen sentido, aunque no sé si yo pueda aplicarlas—. Incluso la persona más buena del mundo necesita que le des límites, Miranda.

¿Podría?

La verdad, no me imagino decirle a Macarena que me molesta que todo el tiempo me recuerde que Nico no es de su agrado. Tal vez porque él es la decisión más arriesgada que he tomado en toda mi vida, y el que me la esté cuestionando a cada segundo, con lo mucho que me cuesta tomar decisiones, me incómoda bastante.

Mi ClichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora