Es todo lo que he querido escuchar en mucho tiempo. He soñado con ella, aquí, en este mismo lugar en donde puedo tomarla sin que nos importe nada más, ni sus compromisos con otras personas, ni mis miedos, solo estamos nosotros.
Le ordeno a mis manos que dejen de tocarle el rostro, mis dedos se encuentran con sus hombros, sus brazos, con la tela frágil de su vestido, dispuesto a arrancárselo hasta volverlo añicos.
Estoy temblando de necesidad por ella.
—Muy bien, nena —beso su frente una vez más—. Quiero que confíes en mí con esto.
—Ya confío en ti.
Todo mi pecho se calienta de una felicidad inexplicable.
¿En serio me merezco su confianza?
Probablemente no, pero me alegra que lo haga.
Inhalo profundo, sin saber por dónde empezar. Nunca había estado con una chica, pues, que tuviera tan poca experiencia en estos asuntos. No me parece bien, ni mal, solo me genera nervios hacer algo que no le guste y que ella termine por decepcionarse de mí. Es la mujer que más deseo, la que más he deseado en toda mi vida, y por lo mismo, me da terror decepcionarla.
Me inclino sobre ella, atrayéndola más fuerte a mi cuerpo. Mi dulce suelta un quejido de sorpresa por mi gesto repentino, sus ojos miel apenas son iluminados por la luz de la lámpara de la cocina. Estamos tan cerca que nuestras narices se rozan, y nuestros labios están a pocos centímetros de distancia.
—No soy tan bueno como para volvértelo a preguntar —susurro contra sus labios.
—No necesitas volver a hacerlo.
—¿No estás asustada?
—Mucho —confiesa—, pero quiero hacerlo.
La beso, necesitando sellar sus palabras. Enredo mis dedos en su cabello, disfruto de su sabor, y con cada instante que pasa, necesito más. Mi dulce me recibe suavemente, con la ternura que toda ella emana.
Subo la falda de su vestido con una mano, y con la otra, mis dedos se enredan en su cabello, tirando del mismo hasta realizar un agarre fuerte que le impide huir de mis besos. Aunque dudo que lo intente. Me besa como no lo ha hecho antes, con su lengua disfrutando de la mía en cada invasión.
—Abre las piernas —le ordeno entre besos.
Después de unos segundos, hace lo que le pido, permitiendo que mis caricias avancen más allá. Se encuentra húmeda. Mir gime mientras hago a un lado su ropa interior, y mis dedos encuentran el botón hinchado en medio de sus piernas. Suspira, aferrándose a mis hombros y besándome con más ganas.
Gimotea con desesperación cuando acaricio aquel botón de placer. Mi pulgar lo presiona firme antes de frotar suavemente la zona. No puede continuar mis besos después de un rato, cegada por el placer.
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Mi Cliché
Teen FictionMiranda ha estado lidiando con muchos problemas últimamente. Entre ellos, sus inseguridades respecto a su físico, y a su intelecto. Los pensamientos invasivos de que no es buena acaban torturándola día a día. En cambio, Nicolás es todo lo contrario...