Capítulo 41

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Por los pasillos pulcros de la Academia de la Guerra, una mujer de vestido y capa escarlata, con botas marrones largas calzando sus finos pies, caminaba con toda seguridad de sí misma; sabía cuál era su verdadero propósito en ese lugar.

Su cabello tan gris como las cenizas que quedan en las chimeneas, esos ojos rubíes que reflejaban sus dos únicos deseos: Sangre y curación.

Ocultado por su capa escarlata, un bolso de tela del mismo color de sus botas, cuelga de su hombro. Quién sabe lo que hay ahí: Pociones, un libro de Hemomancia, inclusive maquillaje por si las dudas.

Cualquier hombre caería rendido ante su peculiar belleza. Varios estudiantes de la Academia la miraron al pasar, no tenían ni la más mínima idea de por qué ella estaba ahí, hasta que vieron que se quedaba parada frente a la gran puerta doble (la cual era la puerta con más detalles esculpidos en todo el edificio): Estaba a punto de entrar al juicio.

La joven se sentía observada por las panteras que se encontraban en el relieve del marco del marfil, pero hizo caso omiso: Era hora de demostrar lo que ella era capaz.

En aquella habitación oscura, quedó tiesa como tronco, esperaba cualquier indicio de alguien más. Se aferró al libro que llevaba en su bolso, y suspiró.


Con tan sólo un parpadeo, se encontró a sí misma de nuevo con la edad de ocho años, corriendo sin rumbo alguno por los frondosos bosques de Jonia. ¿Y sus padres? ¿Qué les había ocurrido? No recordaba muy bien, pero sabía que unos seres humanoides de plumajes coloridos se aproximaron a ellos, tal vez porque habían invadido su territorio sin darse cuenta.

La carrera no parecía tener comienzo o final, hasta que una roca la hizo tropezar. Su rostro infantil quedó cubierto de césped húmedo y algunos pétalos de florecillas amarillas.

Oyó un rugido en que la dejó con un zumbido en los oídos, y el aliento putrefacto cálido que provenían de unas fauces de un tigre que saltó sobre ella.

Tan pequeña e inocente, estaba a punto de ser devorada por semejante bestia.

Pero algo sucedió.

El tigre se desplomó de costado al suelo, sin rastros de continuar vivo. ¿Qué había ocurrido?

La pequeña Aneshka levantó la vista, y vio a un hombre de cabello blanco y ojos escarlata, algo demacrado, y pálido como albino. Vestía una túnica de monje, y había una esfera burbujeante en su mano.

—¿Estás bien, niña? —preguntó el hombre, arrodillándose para estar a su altura. A pesar de lo que había hecho, sonaba amable y pacífico.

Ella asintió, mirándolo a los ojos. Ese mago era un hemomante jonio, que quedó sorprendido por la mirada de la niña, ya que esta no demostraba miedo alguno.

—Quiero ser como tú, señor —dijo la niña, al levantarse.

El hemomante Artyom sonrió, y le acomodó un mechón de su cabello grisáceo. Al final, dijo:

—Al fin, he encontrado a una aprendiz.


La sanadora sangrienta lagrimeó un poco al recordar los momentos que tuvo con su maestro hemomante, cómo le había enseñado a usar la Hemomancia para ayudar a otros, como también para destruirlos. Hasta que llegó la maldita prueba final de sus estudios: Matar a su maestro para heredar su sabiduría.

¿En verdad era fundamental matarlo? Sí, sí lo era.

—Estoy tan orgulloso de ti, Aneshka. Por favor, no desperdicies el poder de la Hemomancia. —esas fueron las últimas palabras del maestro Artyom, antes de que su propia estudiante lo matara con las habilidades que le había enseñado. Como era parte del ritual final, sus sangres se fusionaron.

Ella se preguntó en ese momento: ¿Había otros como ella? Si ese era el caso, los debía buscar. Y mientras hacía su búsqueda, podía curar a los enfermos y heridos usando sus tan nefastos poderes.


—¿Por qué quieres unirte a la Liga de Leyendas, mi pequeña Aneshka? —le interrogó la voz de su maestro.

—Quiero demostrar que la Hemomancia no es algo a lo que hay que temer, que puede beneficiar a otros. —contestó La sanadora sangrienta, observando al fantasma del hemomante Artyom que estaba frente a ella.

—¿Estás segura de que es ese el único motivo? —preguntó el mago de la sangre, como padre que sospecha que su hija le oculta algún secreto.

—... También quiero unirme porque aquí hay otro hemomante como yo, con quien desearía estar cada día, por siempre. 

Sangre por doquier [League of Legends]Where stories live. Discover now