Sette.

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POV'S Ares

Jessica entró a mi oficina con ese andar tan exótico y cautivador que a mi me encantaba, pero estando frente a mi imprudente hermano no podía quedarme embobado viendo como movía esas caderas. Me obligué a mi mismo a mantener la vista en otra parte pero me fue una tarea imposible.

Cuando volví a mirar a mi hermano, éste me dirigió una mirada que supe descifrar muy bien: ya se había dado cuenta de que ella era la asistente a la que quería tirarme. Mierda.

Señor D' Angelo ¿quería verme?

Tardé un poco en responderle y me odié por eso.

— Sí. Necesito cuadrar las próximas reuniones.

Ella me dedicó un simple asentimiento de cabeza y yo, como soy un idiota no fui capaz de apartar la vista de mi asistente hasta que mi imprudente hermano menor carraspeó y decidió presentarse él mismo.

— Mucho gusto, soy Arturo, el hermano de este ciudadano— dijo mientras me señalaba y le tendía la mano a Jessica.

— Un placer— dijo ella cordialmente.

— El placer es todo mío, señorita Johnson— dijo mi hermano con coquetería y supe que tenía que detener esto ya mismo.

¡Como es posible que se atreva a coquetearle delante mío! ¡Que descaro!

Me molesté, así que le dije a Jessica que viniera cuando mi hermano se hubiera ido. Lo miré con mi rostro desencajado por el enojo.

— ¡¿Que diablos fue eso?!— escupí molesto. Sabía que mi hermano podría llegar a ser muy fastidioso cuando se trataba de esos temas.

— Con que esa es la mujer que trae tu mundo vuelto un caos— dijo con una estúpida sonrisa en su rostro y en seguida supe lo que estaba pensando.

— Aléjate de ella— le advertí con los dientes apretados— . No te quiero cerca de ella; te conozco y sé que tu mente perversa está maquinando algo.

Levantó las manos en señal de paz y dijo:
— Yo solo te iba a decir que esa no es única chica a la que te puedes llevar a la cama. Por lo poco que pude ver, ella no es como las mujeres con las que sueles acostarte. Ella es mucho más inteligente como para caer contigo.

Acto seguido se levantó y se dirigió hacia la salida de mi oficina dejando mi cabeza hecha un lío.

POV'S Jessica

Santo padre.

Sabía que mi jefe tenía un hermano, pero lo que no sabía es que fuera tan guapo. ¿Acaso todos los italianos eran así de guapos? Y si ese era el caso debería dejar a mi novio y conseguirme a un italiano.

Nah... no es cierto.

Luego de que el menor de los D' Angelo saliera de la empresa mi jefe me llamó. Me preparé mentalmente como había hecho ya muchas veces y le pedí al señor que me llenara de paciencia para tenerle al sexy hombre que tengo por jefe.

— ¿Dígame?

— Tome asiento, por favor.

Esperaba, con todo mi corazón, que no fuera otro interrogatorio porque de lo contrario perdería los estribos. Con algo de cautela me senté en el pequeño sillón que tenía en frente observando su rostro serio.

¿Quien diría que un tipo tan serio e imponente podría ser tan descarado?

Suspiro antes de hablar.

— ¿Que citas tengo programadas para mañana?

— Bueno, tiene una sesión de fotos para la revista men&style de las 9:00 a.m hasta las 12:30 p.m

Hizo una mueca de desagrado.

— Mierda. Odio esas estupideces de las sesiones fotográficas, ¿no podemos posponerlo?

— Señor, lo ha pospuesto tres veces. Y la señora Sterling ha estado llamando para evitar que posponga.

Echó su cabeza hacia atrás y dio una vuelta en la silla en señal de frustración.

— Bien, maldita sea. Iré a esa estúpida sesión, pero tú me acompañarás.

Sabía yo que de cualquiera forma ver a mi jefe hoy de alguna u otra manera me iba a perjudicar, así que traté de abogar por mí. Tampoco se me pasaba desapercibido que ya no me trataba de "usted" sino de "tú".

— Pero-

— Pero nada Jessica. Le dije que me acompañe y eso hará.

Me mordí la lengua para no decir todo lo que tenía pensado y como no quería perder mi trabajo, me contuve.

— Ok— dije con los dientes apretados.

¡A mí que rayos me importa su sesión de fotos! Es completamente ridícula la idea de acompañarlo. ¿Acaso no tenía una manera mejor de forzarme a estar con él que arrastrándome a una sesión de fotos?

Pero como yo soy yo, no pude morderme la lengua esta vez y acatar la orden de mi jefe sin rechistar.

— ¿No tiene otra manera de someterme bajo su yugo?— pregunté de mala gana.

Sonrió mostrando sus perfectos y blancos dientes, y puedo jurar que me dieron ganas de arrancárselos con una pinza.

— Digamos que me gusta imponerme— se encogió de hombros— ; después de todo soy el jefe.

Irritante.

Esa fue otra palabra con la que aprendí a describir a mi jefe. Ya tenía muchas palabras pero una más a la lista no hacía daño sino que todo lo contrario, eso me ayudaba para no caer en sus garras... y hablando de garras ¿ya habría olvidado esa loca idea de llevarme a su cama? Solo de pensar en eso un sabor amargo inundó mis papilas gustativas haciendo que arrugara levemente mi rostro.

Suspiré. Quería salir rápido de esta oficina. No me gustaba la idea de estar en un mismo lugar con el descarado de mi jefe.

— Bien, eso es todo lo que tiene para mañana. Si no se le ofrece nada más, con su permiso me retiro.

— No, aún no— se apresuró a decir cuando ya me estaba levantando del pequeño sillón. Antes de que yo pudiera decir algo, él habló— ¿has pensado en lo que te dije?

Oh, oh. No me quedó más remedio que hacerme la loca.

— ¿Que cosa señor D' Angelo?

Sonrió pero el gesto ni siquiera le llegó a los ojos.

— Mire, le hablaré claro y sin rodeo. Amo mi cama pero me gustaría probar la suya— dijo sin apartar la vista de mi— . La quiero en mi cama... O si lo prefiere, en la suya, pero la quiero conmigo— se levantó y caminó hacia mi y yo lentamente me paré del pequeño sillón por si acaso la situación ameritaba que saliera huyendo, pero él me lo impidió poniendo su brazo alrededor de mi cintura. Estaba tan cerca que podía sentir su costoso perfume—¿Hugo Boss? ¿Pacco Rabanne? ¿Armani? ¿Perryellis? ¿Easy Miyaki?—; sus dedos sobre la delgada tela de mi camisa acariciando mi espalda baja—. Los dos. Desnudos. En una sola cama— susurró en mi oído.

Su mirada era tan penetrante que tuve que apartar la vista y cuando lo hice pude sentir como sus ojos recorrían mi cuerpo sin pudor alguno. Mi respiración estaba agitada y mi corazón iba a mil por hora. Si este hombre me ponía un dedo encima no sabía si iba a golpearlo o a derretirme en sus brazos, pero creo que lo primero que haría sería golpearlo.

Puse mis manos en su pecho para apartarlo de mi. No lo quería cerca de mí en ningún momento.

Alzando mi barbilla, levanté mi rostro para no dejarme amedrentar por él. No le demostraría que lo que me dijo hizo que mis piernas se pusieran como gelatina.

Le sonreí.

— Señor D' Angelo, tengo que irme.

La Seducción De AresWhere stories live. Discover now