Viaje al tardío poniente

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Equipaje, boletos en mano y abrigos de lana; al menos conservaba mi escencia, mi gabardina obscura.
Tomamos el tren, dos días después de su arribo. Anteriormente había dado de baja mi semestre, supongo que la ingeniería tendría que esperar, a fin de cuentas, ¿Quién me recriminará mi falta de interés? Efectivamente, no hay nadie... Vivo para mí y por mí, desafortunadamente desde que tengo memoria.
Sarika compró algunos cigarros y aperitivos para el viaje, yo por mi parte, visualicé mi hogareño entorno, en simbólica despedida momentánea. Fijamos horarios y la primera llamada concurrió. Una vez dentro, junto a una vista excelsa a través de la ventana, dispusimos de algunos distractores para el largo viaje que avecinaba.
Twinville, hogar de las peligrosas lagunas de la ignorancia. Hace aproximadamente 2 años, consideraba la idea de buscar aires nuevos; un año después, lo ejecuté. Sin embargo, no cayó en gracia para mis compañeros en aquel entonces...
—¿Tengo algo en la cara? ¿O al fin la nostalgia desplaza el lugar que por derecho pertenece a la culpa? —preguntaba sarcásticamente, con cigarro en mano y el emanar humoso por encima de sus labios. Mi risa cínica o nerviosamente resignada fue interrumpida, en consecuencia, por lo que observé en ese instante. Un sujeto, con gabardina marrón, periódico en en manos cubiertas de tela y su objetivo de mira apuntando a nuestra posición. Fue momentáneo, tal vez fugaz, pero estaba seguro que nuestras miradas chocaron. Por inercia más que atención, seguí la conversación de Sarika, analizando internamente mi paranoia, quizás exagerada, pero en este mundo las coincidencias no existen, al menos no en tiempos contemporáneos.
Cuando finalmente espabilé a la realidad, el sujeto ya no estaba...
No escuché parada alguna o la proximidad de cierta estación, y Sarika confirmó mis dudas, pues el tren efectivamente seguía el curso señalado. Opté por deambular un rato para investigar, unos cuantos pasos demás estaban bien, y así fue como, entre búsqueda hacia lo desconocido, la conocí a ella...

La sonrisa que causa tu muerteWhere stories live. Discover now