Mentes imprudentes a orillas del tenebroso mar

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Año 1982. Era sobre las cinco de la mañana tras una noche alocada llena de sexo y alcohol, todavía no sabíamos cuál era la hora exacta de irse a descansar. Nos encontrábamos bajando a la playa, más precisamente junto a unas rocas. Éramos dos jóvenes con mentes imprudentes, únicamente teníamos en la cabeza descargar nuestra ira, tras rompernos los corazones las que creíamos que eran nuestros amores de por vida, con otras jóvenes. Desafortunadamente, una joven a la que conocimos aquella misma noche, que para ser verdad parecía muy simpática, fue la elegida para desahogarnos con ella. Mientras mi amigo, del cual no pienso decir el nombre para no meter a su familia en esto, le tapaba la boca para que no gritara y le agarraba los brazos para que tuviese la mínima movilidad posible, yo me decidí a romperle la camiseta y empezar a mordisquear sus pezones. Seguidamente le quité el pantalón acompañado de un tanga, y sin pensármelo dos veces, como un toro molesto y asustado en la plaza se lanza hacia el torero, me dediqué a penetrarle bien fuerte. Sabía que si fuese por mí, no me encontraría ahora mismo en esa situación, pero también, a parte de la ira, el alcohol y otras sustancias que me voy a negar a nombrar, me era imposible frenarme. Pude observar sus ojos llorosos, pero no pude evitarme a seguir haciéndole daño. Una fuerza sobrehumana se apoderó de mí, haciendo que empezara a golpearle la cara con mi puño para que dejase de quejarse. Mi amigo se alarmó e intentaba frenarme, pero algo me lo impedía. Tras golpe y golpe, la joven terminó por dejar de moverse, con la cara ensangrentada, tumbada en la arena. Mi amigo no sabía cómo reaccionar al ver lo que había terminado por hacer. Él también estaba involucrado de cierta forma en el asesinato de esa joven inocente, pero no era su intención que terminara tan mal dicha escena. Un canto empezó a apoderarse de mi cabeza, acompañado de unas malévolas risas de fondo, me quedé perplejo mirando el mar, más precisamente el horizonte. Mi amigo no sabía nada de lo que pasaba, intentaba que yo reaccionara, pero le era imposible. Me levanté y me acerqué poco a poco a la orilla del mar junto a unas enormes rocas mientras escuchaba atentamente las olas y un hermoso canto que se introducía en mi cabeza. Mi amigo se acercó a mí, y fue en ese momento, cuando lo empujé haciendo que se golpeara la cabeza con una de las rocas. Seguía consciente cuando no pude hacer otra cosa que sujetarle la cabeza y golpearla fuerte contra la roca repetidas veces, hasta que dejó de respirar. Tras eso, agarré al cadáver por la camiseta y lo lancé al agua. No tardó ni cinco segundos, que unas criaturas empezaron a devorarlo. No pude comprobar de qué se trataba por las enormes masas de agua que se levantaban alrededor del cuerpo de mi amigo, haciendo que no tardara mucho que la espuma de las olas se tornaran en rojo, y el cadáver desapareciera por completo. Es entonces cuando escucho unos pasos tras mí. Me giré, y me sorprendí al ver a la joven que abusé sexualmente, completamente desnuda, con la mirada seria. Se acercó a mí, y me agarró el rostro. Tras varios segundos, del agua unas oscuras criaturas, arrastrándose desde las olas, empezaron a salir, podía destacar sus amarillentos ojos y la brillante piel escamosa que cubría sus cuerpos, de sus cabezas se podían observar unas lisas melenas oscuras que tranquilamente se podrían comparar con las algas, pero sobre todo, lo que más destacaban de ellas, era la enorme y escurridiza cola de pez que tenían en lugar de piernas, pero nada más salir de las aguas, éstas empezaron a separar la cola de pez en dos, los cabellos empezaron a ponerse de un rubio ceniza, y lo que antes era una piel oscura y escamosa, ahora era una piel blanca y suave. Se pusieron de pie frente de mí, todas con unos cuerpos exquisitos. Empezaron a rodearme mientras el canto de sirena seguía metido en mi cabeza. Estaba aún sin poder reaccionar. Entonces la joven que antes acosé, me besó en los labios con tal pasión, que empecé a olvidarme en las demás jóvenes que se encontraban a mi alrededor, haciendo que tras un rato besándonos, ella se convirtiera en agua y las demás no estaban ya. En ese momento me encontraba desorientado, no recordaba nada de lo ocurrido, fue ahí cuando miré hacia las rocas, y ésta estaba llena de sangre, los recuerdos empezaron a apoderarse de mí, al igual que la culpa. Había matado a una aparentemente joven inocente y a mi mejor amigo, del cual el cuerpo había desaparecido por completo entre las espumas de las olas.

Ese hecho me ha dejado impactado desde entonces, el canto que se introducía en mi cabeza aún permanece en mis peores pesadillas. Nadie me cree acerca de las mortíferas criaturas que vi esa noche, todos me toman por loco, y sobre todo por decir que vi sirenas, cuyas criaturas solo aparecen por las noches en las playas para alimentarse de algunos hombres que se pasean por ahí... Pero como fue en mi caso, no solo los utilizan para alimento, sino también por disfrute haciéndolos sufrir. Lo que en muchas partes se retratan como bellas doncellas mitad mujer y mitad pez, en realidad son peores que el mismísimo diablo.

Lágrimas de sangreWhere stories live. Discover now