Capítulo 11

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Una hoja cayó sobre la pantalla de la consola de Kenma, él solo la sopló, y con el ligero viento que hacia se fue volando, arrastrándose, como dando largos saltos por el piso, hasta que se perdió de la vista de Tsukishima. Se había fijado en los bordes naranja y secos de la hoja. En realidad, todos los arboles comenzaban a tener pedacitos naranja, aun perdidos entre el típico verde. Pero con paso lento y seguro a darle otro tono al paisaje.

Tsukishima lo encontraba nostálgico y reconfortante, comenzaba septiembre y el otoño también. Era una época muy bonita, tal vez la estación favorita de Tsukishima, y eso que nunca le prestaba atención al romanticismo que a veces se le daba al clima.

Llevó la vista hasta el chico junto a él; bordes amarillos. Si, la estación iba con Kenma, además de que el otoño no es más que los arboles preparándose para dormir un largo rato. Marchito, frio, tonos naranjas... Si, Kenma.

Y varios de esos detalles eran lo que dejaba perplejo a Tsukishima. Hoy sábado, Kenma había llegado a “visitarle” a su casa, por primera vez. ¿Lo preocupante? Sin Kuroo. Tsukishima se había asustado por un momento. Kenma era raro, pero rutinario.

 Aunque aparentemente nada había pasado, solo había dicho que necesitaba un favor de Tsukishima, nada más. Y durante media hora habían estado sentados en el corredor de madera de la parte trasera de la casa, escuchando el casual murmullo de las hojas de un par de arbolitos sembrados en casa del vecino, por un viento que cada día comenzaba a ser más fuerte.

Tsukishima había planeado dejar a Kenma en la sala y después de dormir una hora bajaría a escucharle, pero Akiteru básicamente le había ordenado que le atendiera, e incluso le ofreciera algo de tomar. Así que Tsukishima apenas se había tomado diez minutos para arreglarse, se había servido una taza de chocolate con mucho azúcar y jugo de uva para Kenma.

A sorbitos se habían tomado las bebidas y los vasos ahora estaban sobre la pequeña mesa de jardín que Akiteru había entrado al pasillo ya que había llovido fuertemente ayer. El sol de la tarde los abrigaba, no mucho. Tsukishima llevaba una simple camiseta, Kenma tenía una sudadera con el gorro de esta puesto. Kenma no le había dicho nada aun a Tsukishima, solo maldecía de vez en cuando el videojuego, haciéndole malas caras. No es como si ninguno tuviera prisa por algo tampoco.

Tsukishima tenía puestos los auriculares de su teléfono, y escuchaba música con el volumen bajo. La canción que escuchaba iba más o menos con el paisaje que veía, tenía algo fresco y libre. El amplio jardín, el cielo con pocas nubes, y un gato dormitando en el techo de la casa vecina. Lo único que no encajaba parecía ser Kenma, y el chico era un crack en pasar desapercibido. Estresado, enojado y una y otra vez quejándose o tratando de hacer sentir mal al videojuego. Habría que esperar.

Tsukishima se fijó en el cielo sobre él, cuando una fuerte ráfaga de viento pasó llevándose varias hojas. Se fijó en los arboles nuevamente, ahora alborotados. Unas partes doradas, casi como su propio pelo, otras partes verdes, como la chaqueta que Yamaguchi tenía puesta anteayer jueves, ya casi una semana desde la primera vez que había venido a casa. Aunque la había dejado sobre la mesa de café casi toda la tarde. 

Habían comenzado hablando de algo ¿Qué era? De alguna manera era algo de matemáticas, sí. ¿Y entonces? Tsukishima no sabía quién era Ennoshita o Ukai, pero podía imaginarlos. Tampoco había ido nunca a Dolcement Amer, pero le recordaba a un suave café de mañana. Tsukishima cerró los ojos, sin saberlo.

Un amigo pianista, gafas de natación, gatos, el sonido de puños contra un saco, la lluvia, un chico corriendo, mil disculpas, café de mesa en mesa, cabello desorganizado. Las cosas daban vueltas, ni muy claras ni muy a prisa. En el medio de todo un chico arreglando con demasiada delicadeza el pequeño y roto estegosaurio  de plástico entre sus manos. Demasiado preocupado, tierno, esperanzado.

Adorables Puntos Plateados (Lovely Silver Dots)Место, где живут истории. Откройте их для себя