IV

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Al llegar al mercado ambas mujeres se separaron para buscar lo necesario más rápido y poder regresar a casa cuanto antes.

—Disculpa, puedes decirme donde se encuentran los lácteos — preguntó a espaldas de un joven alto, de melena oscura.

El chico dio media vuelta y sonrió, mirándola con sus enormes ojos verdes. Era bastante atractivo. Lucía el mismo uniforme que el resto de los empleados encargados de colocar las mercaderías en sus correspondientes estantes; camisa blanca de mangas cortas, pantalón verde musgo con un delantal rojo en donde yacía bordado el nombre del mercado.

—Hey...—se quedó observándola por unos segundos hasta que reaccionó —, sí, claro.

—... ¿Y bueno? —preguntó obvia, esperando una respuesta. El chico le parecía bastante simpático.

—Si-sígueme.

Eso hizo.

—Soy Lucas.

—Evelyn.

— ¿Eres nueva cierto?

—Así es.

— ¿Y qué tal la casa maldita? —bromeó.

Eve paró en seco y sujetó suavemente del codo al muchacho haciéndole girar hacia ella. Entrecerró los ojos, dudosa.

— ¿Cómo sabes que vivo allí?

—Es un pueblo bastante pequeño y metiche.

—Entiendo, pues... —siguió caminando, con el chico a su lado —, es una casa bastante bonita, no me puedo quejar, aunque ayer estábamos sin luz, pero el problema se resolvió hoy, por suerte.

— Vaya, estar sin luz es terrible... —comentó —. Aquí es, la estantería de los lácteos.

Habían llegado y dejaron de caminar.

—Gracias, Lucas.

—Pues, ahora debo volver al trabajo, nuevamente. ¿Me pasas tu número? Así me llamas por cualquier cosa, si te aburres, ya sabes, puedo pasar por ti.

—Claro, pero aún no he cambiado la línea de mi celular y aquí no alcanza la señal, ¿por qué no me pasas el tuyo?

—Bien, anótalo.

Eso hizo, lo anotó en la agenda de su celular. Luego de eso cada uno siguió su propio camino. Lucas realmente le parecía un buen chico, quizá ya tenga un nuevo amigo en aquel pueblo.

Llegaron a casa, Eve ayudó a su tía a acomodar las compras. Apenas eran las diez de la mañana. Se dirigía hacia la planta alta, pasando el pasillo por donde debería estar la puerta de sus pesadillas escuchó un débil susurro:

"Evelyne..."

— ¿Pero qué demonios...? — se alteró, girándose, buscando al dueño de aquella voz, pero no había nadie, estaba completamente sola ahí.

Fijamente se quedó observando la pared, estaba casi segura que la voz había venido de ahí detrás.

¡¡ Evelyne ...!!

Gritó asustada, al retroceder se tropezó con sus propios pies cayendo al suelo sentada, golpeando su espalda y su cabeza con la pared.

— ¿Sobrina? —preguntó su tía, preocupada, bajando rápidamente las escaleras.

—¡¡Tía, tía...!! —se levantó asusta del suelo, sobando la parte trasera de su cabeza en donde se había golpeado —, ¡escuché a alguien! —apuntó hacia la pared de donde había salido la voz, llamándola.

— ¿Pero qué tonterías dices? —observó incrédula la pared y luego volvió a mirar a su sobrina —, ahí no hay nadie, ¿por qué mejor no te sientas y descansas un rato? Todo esto debe ser muy nuevo para ti.

—Pero yo escuché una voz llamarme...

—Ya, ¡Eve! —su tía la reprendió, mirándola amenazadoramente y se llevó el dedo índice a los labios, en señal de silencio —, ya no digas nada ¿sí? No quiero asustarme con nada. Esto también es nuevo para mí.

Abrió la boca para protestar pero prefirió mantenerse callada, era una verdad que la tía Anna era muy asustadiza; y quizá sea una verdad también el que estuviera perdiendo la cabeza. Miró de reojo la pared e intentó convencerse de que ahí no había nadie ni nada.

Las noches eran iguales de frías, siempre, los mismos ruidos causados por la antigüedad de la casa, los sonidos que provenían de la naturaleza, los grillos cantando, las ranas croando; todo aquello se estaba volviendo una costumbre para ella. Había olvidado casi por completo aquel suceso extraño de la voz misteriosa llamándola, aquella pesadilla con la puerta encadenada hace días atrás.

Apagó la lámpara de noche que se encontraba sobre la mesita, se acomodó mejor en la cama y cerró suavemente los ojos, pero los abrió segundos después al oír un leve ruido extraño que provenía de abajo, esperó escucharlo nuevamente y así ir a ver, al no escuchar nada, volvió a cerrarlos. Quizá solo fue su imaginación o alguna rata.

Escuchó el suave llanto de una persona.

Frunció de forma exagerada el ceño, sentándose en la cama y encendiendo la luz de noche, mirando a la nada, confundida. ¿Pero quién estaría llorando?

El llanto venía fuera de su habitación.

—Tía... —adivinó, preocupada.

Pensando que su tía se había lastimado gravemente salió de un salto de la cama, corriendo se dirigió a la habitación de su tía, abriendo la puerta de golpe.

— ¡Tía! —exclamó, entrando.

Grande fue su sorpresa al darse cuenta que su Tía dormía como un bebé en su cama; el frasco de pastillas para dormir sobre la mesa de noche. Salió despacio de la habitación. Y entonces supo que alguien más se encontraba con ellas en la casa. El llanto se escuchaba un poco más fuerte ahora que se encontraba afuera, provenía de la planta baja. Se abrazó a sí misma, dándose valor.

Lentamente bajó las escaleras mientras que el llanto cada vez se escuchaba más fuerte y claro. Era la de un niño.

¿Qué hacía un niño dentro de su casa?

— ¿Hola? —preguntó, con miedo. Llegando a la planta baja.

Siguió el suave llanto del niño, el cual provenía de la cocina, pasó por el pasillo, dirigiéndose a la cocina, pero ahí no había nadie. Se giró lentamente, observando el pasillo... la pared.

Su respiración estaba descontrolada, al igual que su pobre corazón que no dejaba de bombardear sangre rápidamente; sus piernas temblaban. Estaba asustada, demasiado asustada.

Se acercó muy lentamente a la pared. Definitivamente el llanto venía de ahí adentro. Pegó con cuidado la oreja por la pared, intentando escuchar mejor.

Ayuda...

Asustada retrocedió, mirando con los ojos bien abiertos la pared. Intentó tranquilizar a su corazón llevándose la mano derecha a su pecho. Era la voz de un niño, ¡había un niño ahí dentro!

— ¿Puedes oírme? —preguntó angustiada, con la voz temblando.

Estoy encerrado...

— ¡Te quitaré! 

TENTACIÓNWhere stories live. Discover now