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Raditz no pudo levantarse de la cama aquella mañana. Se sentía terriblemente cansado y débil. Tanto fue así, que los demás tuvieron que llamar a Bulma para que lo examinara.

Esos repentinos bajones eran algo recurrentes. La diferencia era que ese día no se vio normal, aunque nunca lo fue. Por esta razón, ella ya le había hecho algunos análisis de sangre en ocasiones pasadas.

— Lo siento.

— No es para tanto. — musitó él.

— Raditz, tienes anemia. Es peligroso.

— ¿Estás segura de los análisis? — preguntó su hermano.

— Sí, los síntomas y resultados son claros.

Nappa no dijo nada. Solo se limitó a mirar la escena desde una esquina de la habitación con los brazos cruzados.

— Sabía que no bastaba con darle la mayor parte de nuestra comida. — musitó Vegeta.

— Deberían darle el suero incluso después de comer. Avísenme cuando se le acabe el que ya tiene ahora, así le traeré uno nuevo.

Tendrían que esforzarse mucho para ayudarlo a sanarse. Sus sobresalientes costillas no eran normales.

Aunque había algo que no podían controlar: el que se deshidratase por llorar en las noches.

— ¿Puedes darnos otros antidepresivos?

No fue necesario explicar.

— Lo siento, Nappa. Está tomando los más fuertes.

— ¿No puedes aumentar la dosis?

— No, por la misma razón. Es por eso que digo que tengan mucho cuidado. —señaló las clavículas de Raditz—. Esto no está bien, en serio. Está muy desnutrido.

Qué asco de situación.

— No vas a morir. — dijo Vegeta de pronto.

— ¿Qué?

— Lo que oíste. Nosotros ya nos hemos quedado una semana sin comer y no nos hemos enfermado. Las raciones son tuyas, o lo que sea. El punto es que no vamos a dejarte morir así como así.

Se percataron de algo. Vegeta les decía lo mismo a todos. No es que no lo supieran desde antes, pero ahora les quedaba aún más claro que él era el que más decidido estaba en que los cuatro vivieran. Eso, más la lealtad que siempre demostraba en cuanto a quedarse juntos se trataba.

Vegeta tenía mucho odio hacia sí mismo y una infinidad de problemas más que estaban ligados a sus ataques de ansiedad, pero a pesar de tener una pésima relación consigo mismo, nunca dejaba eso que afectara a los vínculos que tenia con los demás.

Eso era algo que siempre admiraron de él. Ninguno tenía deseos de que alguno muriera, pero él lo hacía notar siempre. Era una de sus mayores prioridades.

— Los veo luego.

Bulma se puso de pie y se dirigió a la puerta. Fue acompañada por él.

— Oye.

— ¿Sí?

— ¿Es niño o niña?

— Niño.

— ¿Aún le pondrás Trunks?

— Probablemente.

Él abrió la puerta para que saliera, y se encontraron a una chica de cabello negro que se disponía a tocar el timbre. Llevaba un coche doble, con dos bebés en él.

Vegeta y Bulma la miraron con sorpresa.

Él no hizo nada. Simplemente llamó a su amigo, quien salía del cuarto.

— Kakarotto, ven aquí.

Arruinados. [Dragon Ball Z]Where stories live. Discover now