FIVE

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five. past.

El sonido de la música se intensificaba a medida que cruzaba la calle, retumbando en mis oídos y desde ya haciéndome arrepentir de estar dirigiéndome allí. Con cada paso que daba hacía la gigantesca casa frente a mí, me ganaba una mirada de algún baboso de la fiesta. Mi pelo estaba suelto, ondulado y desprolijo; iba vestida de negro con una remera sin mangas y ceñida hasta el ombligo y un jean tiro bajo sujetado por un cinturón discreto. En los pies, mis típicas botas de combate. No era ropa de fiesta, pero tampoco tenía otra cosa para usar.

La primer cara conocida que crucé fue la de Isaac, quién con una sonrisa y un trago en la mano se acercó a saludarme.

—¿Solo un día en Beacon Hills y ya estás de fiesta?

—¿Eso es malo? —pregunté arqueando una ceja. Él sonrió.

—No, en absoluto. Me gusta que una chica se divierta.

—No tienes idea de cuánto me divierto —dije tomando su trago y adentrándome entre la gente. El muchacho no pareció captar el sarcasmo en mi voz, porque comenzó a seguirme.

Me escabullí entre la gente buscando algo con lo que pueda divertirme. El alcohol no funcionaba en los hombres lobo, por lo que el vaso en mi mano era una simple manera de lidiar con mi ansiedad. Cuando encontré un hueco entre la masa de gente bailando, me frené y miré fijo al chico detrás mío. Él sonrió con cierta incomodidad e inocencia, esperando a que le de alguna especie de aprobación por estar ahí. Solté el aire de mis pulmones antes de comenzar a mover mis caderas al ritmo de la música, soltándome a los estímulos que producía en mí.

A pesar del poco, casi escaso tiempo que había compartido con Isaac, ya tenia una imagen formada de él en mi cabeza. Llámenlo prejuicio o como quieran, pero su energía me transmitía esa sensación de que sólo buscaba divertirse. Y era Justo lo que yo estaba buscado también.

Su mano encontró lugar en mi cintura mientras nos balanceábamos al ritmo de la electrónica en el ambiente. Por sobre su hombro, pude ver que Malia y Stiles hacían lo mismo; aunque Stiles bailaba de una manera mucho más extraña que nosotros dos, en una mezcla de lo bizarro y lo cómico.

Desde que llegué a la fiesta y él notó mi presencia, varias veces lo encontré mirando fijo hacia mi dirección. Bajando la mirada hasta las manos de Isaac en mi cintura y volviendo a subirlas para observarme serio. Malia continuaba sumergida en el ritmo, bailando de una forma mucho más decente que él, completamente ajena a las esporádicas miradas que su novio -o amigo, o amigovio, o lo que sea que sean- me dedicaba de vez en cuando.

Entre la multitud algo me llamó la atención. Lydia destacaba entre la masa de gente moviéndose y disfrutando. Estaba parada en una esquina, con la mirada perdida y casi en pánico, aguantando codazos que algunos invitados le daban sin intención, pero que aún así no eran suficientes como para despertarla de su trance. Si no supiera que es una banshee diría que perdió completamente la cabeza.
De pronto comenzó a caminar. Sus pasos eran lentos y cautelosos mientras se acercaba a la puerta principal, sus manos temblaban, su rostro estaba pálido.

—Enseguida vuelvo —tartamudeé como pude alejándome de Isaac.

Desde una distancia cautelosa, me dispuse a seguir a la pelirroja que cruzaba el jardín de su casa con pasos lentos y perdidos, siendo parte de un trance, totalmente ajena a todo lo que ocurría a su alrededor. No era capaz de imaginar lo que estaba ocurriendo por su cabeza ni a donde se dirigía, pero solo bastó con que de un par de pasos más para hacerme una idea.

Se dirigía a mi casa.

Por alguna razón que desconozco, no la detuve. Me intrigaba demasiado averiguar cómo funcionaba su don, así que la dejé caminar. La puerta principal no estaba con llave, así que entre temblores y jadeos la abrió con poca dificultad. No estaba con llave -jamás se me hubiese ocurrido que alguien querría entrar a mi casa, mucho menos que lo haría una banshee teniendo una visión- sus ojos verdes observaban todo, lejanos, proyectando imágenes en su mente que yo jamás podría descifrar. Cuando entró, la seguí silenciosamente, viendo cómo la luz de la luna atravesaba el único ventanal que hasta ahora había destapado. Era grande y se encontraba en el medio del living dando una vista hermosa al jardín interior. Lydia se paro enfrente de él, totalmente centrada en la habitación, como si la simetría fuese parte de su visión.

De su boca salió un leve y tembloroso susurro:

"Parrish"

Y como si se estuviese despertando de un horrible sueño, dio un pequeño salto en el lugar y tomó aire como si no hubiese estado respirando por minutos.

Mi pulso se aceleró a un nivel casi irreconocible y antes de que Lydia pueda notar mi presencia, estaba nuevamente caminando hacia la fiesta con muchísima rapidez.

Lo había visto. Estaba segura de que Lydia lo había visto. Había visto lo que yo iba a hacer.

Honestamente no lo justifico, pero tengo mis razones.

Hasta los 12 años tuve una familia. Una familia normal, feliz, aquí en Beacon Hills. Mi padre era jardinero, mi madre tenía un pequeño almacén. Dos trabajos normales para dos personas normales que eran totalmente ajenas al mundo supernatural; o que por lo menos lo fueron hasta el día en el que murieron.

Ese día fue el cumpleaños de una de mis amigas de la escuela. Se llamaba Allison y éramos muy unidas; tanto, que mis padres aceptaron sin ningún problema que me quede hasta tarde en su casa para disfrutar las últimas horas de su día juntas.

Aun recuerdo el frío de la noche. Pequeñas gotitas de rocío se pegaban a las vidrios del auto y las ventanas laterales estaban totalmente empañadas. Por el vidrio frontal se podía ver una pequeña cantidad de no muy espesa niebla, pero lo suficiente como para que la noche se vuelva algo tenebrosa. Mi madre sonreía mientras la pequeña e inocente Lara de 12 años le contaba todo lo que habían hecho con su mejor amiga hace unas horas, como habían jugado a las Barbies y como la madre de Allison nos había prestado su maquillaje. Yo iba por la mitad de la historia. Aún no le había contado la parte en la que saltamos sobre la cama e hicimos una guerra de almohadas cuando el tiempo se paró y los segundos se volvieron eternos en mi mente.

Pude ver como los pedazos de cristal arañaban las delicadas mejillas de mi madre, dejándole rastros de sangre por todo el cuerpo. Pude sentirlo también yo, en los labios y en las manos mientras inocente e inútilmente intentaba evitar de alguna manera que el vidrio la siga lastimando. El parabrisas había sido destrozado para que aquellos ojos amarillos que nos miraban fijamente arranquen a mi padre del auto.

Mi madre no podía gritar más fuerte por cualquier tipo de ayuda entre sollozos y lamentos, pidiendo por favor vehemencia; pero generó el efecto contrario. El hombre lobo se alejó de mi ya fallecido padre en el medio de la calle y se acerco lentamente hacia nosotras, eligiendo su próxima presa. Mi madre me cubrió intentando protegerme, y él la mató de un sólo movimiento. Sólo para que deje de gritar.

Y ahí seguía yo, inmóvil, en shock, sin entender lo que realmente estaba sucediendo, sin entender como de un segundo para el otro mi vida había cambiado completamente, cara a cara a la bestia mirando fijamente a esos ojos amarillos que analizaban el miedo en mi mirada, entregándome a la muerte, sin querer hacer nada al respecto. Sin luchar, sin pedir piedad, sin sentir siquiera una pizca de ganas de vivir.

Sentí que mi destino estaba escrito y que en ese momento debía morir.

Pero algo me despertó de mi trance. Fue un ruido fuerte que retumbó en mis oídos, y los ojos de la bestia brillaron con vida por una última vez.

El hombre que todavía porta el arma que le dio continuación a mi vida, es Gerard Argent. Y es, literalmente, la razón por la cual hoy puedo seguir respirando.

whatawanderlustworld

LOYAL,     stiles stilinski.   ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora