48 ~ Cuenta regresiva ~

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El silente rostro de Korrina viajaba a los ojos de Clemont y luego a los de Bonnie de forma intermitente. La adolescente tuvo que desviar la mirada para no sentirse incómoda. Casi podía jurar que la mujer quería devorarla. Por su parte, el joven intentaba calmar sus ánimos. La ira corría por su sangre como un potente virus que lo iba destruyendo poco a poco. En cambio, Luxray estaba siendo invadidos por una serie de sentimientos encontrados. No quería atacar a Lucario, ya que en el pasado fueron grandes compañeros de innumerables batallas en donde salieron victoriosos.

No quería acabar con un compañero, un camarada, un amigo.

—Él no es más tu compañero, Luxray —dijo Clemont como si pudiera leer los pensamientos de su Pokémon—. Mientras esté del bando contrario ya no será tu compañero.

El Pokémon gruñó con molestia.

—No me malinterpretes. Hay que derrotarlo para poder salvarlo. —Clemont observó a su amigo con los ojos suavizados por la comprensión—. Te prometo que todo estará bien, solo ayúdame para poder ayudarlo.

Luxray asintió en dos ocasiones.

— ¿Ya dejaron su sentimentalismo? —preguntó la rubia.

Bonnie se encontraba observando todo. Tenía una Pokebola en su mano. Puni – chan estaba escondido en su cabello.

Clemont suspiró para calmarse. Acto seguido, ordenó el primer ataque.

— ¡Luxray, usa Rayo en Lucario!

El ataque era mucho más potente de lo que Korrina recordaba, ¿acaso había estado entrenando? Quizá, pero ni con todo el entrenamiento del mundo podía superar a Lucario, o eso pensó ella al ver como su Pokémon saltaba en dos ocasiones, dejando el Rayo del otro en desuso.

Lucario también había aumentado su poder gracias a esa toxina que le había dado Kalm y que casualmente era la misma que se usaba para crear las luces parpadeantes que controlaron a todo el mundo.

—Creo que es mi turno —susurró Korrina mientras se relamía los labios—, ¡Lucario, usa Puño Incremento!

De forma ágil y certera, el Pokémon saltó entre algunos escombros y golpeó fuertemente la mandíbula de Luxray lo que hizo que se arrastrara por el suelo y terminara chocando en una pared.

— ¡Luxray! —gritó Clemont con desespero.

—Clemont, permíteme ayudarte —pidió Bonnie—. En ese estado de trance o lo que sea, Lucario es aún más fuerte.

— ¡Claro que no pelearás! —dijo el rubio con decisión—. Esta pelea es entre ella y yo. Tú tienes que ir con Lilia, Puni – chan tiene que ir con ella.

Bonnie posó su azulada mirada en la de su hermano. De pronto, comenzó a verlo de forma borrosa, lo que confirmaba que estaba a punto de largarse a llorar. No quería separarse de él y mucho menos dejarlo solo. En realidad, no quería quedarse sola, pensó para sus adentros.

— ¡Bonnie! —exclamó Clemont con cierta amargura en su voz—, por favor.

La pequeña rubia no tuvo más opción que morderse la rabia y correr hacia donde la castaña estaba. Apretó sus ojos con fuerza, convenciéndose a sí misma que aquello no era su triste despedida.

Ellos iban a ganar porque eran los buenos. Y los buenos siempre ganaban, ¿verdad que sí?

—Vaya —soltó la rubia con asco—, así que no dudaste mucho y me cambiaste por una desabrida castaña y sin gracia.

De nuevo tú [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora