T R E C E

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Kang no se rindió

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Kang no se rindió.

Pensé que se cansaría de esperar mi respuesta y eventualmente dejaría de enviarme pero otro día ha pasado y sus mensajes siguen llegando.

Hoy:

Kang:

Buenos días, K.

Me quedo mirando el mensaje, subiendo y bajando la conversación con mi pulgar sobre mi teléfono. Sigo sentada sobre mi cama, con una almohada sobre mi regazo. Ayer a pesar de ver sus mensajes, no pude contestarle, la voz en mi cabeza burlándose cada vez que lo consideraba.

¿Vas a responderle? ¿De verdad? ¿Sabes que solo te responderá por lastima después del show que hiciste por teléfono?

¿Crees que alguien como él se fijaría en alguien lleno de fallas como tú?

La conversación con el Dr. B viene a mi mente:

—Solo son pensamientos que llegan a mi.

—¿Y qué te he dicho de esos pensamientos?

—Que debo contrarrestarlos, pensar en una respuesta a cada pensamiento negativo que llega a mi cabeza.

Tomo una respiración profunda, y respondo a esos pensamientos: Alguien no envía todos esos mensaje solo por lastima, él puede que este interesado, tal vez solo sea curiosidad de su parte, pero no es lastima.

La imagen de Kamila llorando en los brazos de Andy aún me atormenta, ella ya tiene suficiente, puedo hacer un esfuerzo, si puedo. He estado comiendo, luchando por recuperar el camino que he trazado hasta ahora.

Suena el timbre de la casa y no me sorprende, así que animandome, me pongo de pie, —Tú puedes hacer esto, Klara.— me digo, —¡Fighting!— como dicen en los shows coreanos que veo para darse animo.

Abro la puerta para enfrentarme a la vecina quien sostiene a sus carrochos Sappy y a Donky uno en cada mano, —Buenos días, Klarita,— la señora Paula es una mujer en sus 40 con un trabajo de oficina bastante exigente, nunca se casó, sus compañeros de vida siempre han sido perritos, —Ellos te han extrañado.

Le doy una sonrisa, —Yo también los he extrañado a ellos.

Ella me devuelve la sonrisa, —Buena elección, te queda bien el morado.

—A Andy le gusta el rosado.

—Andy no sabe nada de estilo.— me pasa los perritos y después de despedirme cierro la puerta para ponerlos en el suelo.

Sappy y Donky revolotean a mi alrededor de felicidad, sus colas moviéndose tan rápido que apenas puedo verlas, me arrodillo frente a ellos, —De verdad me extrañaron, tontitos.

Sappy ladra, lamiendo mi mano mientras Donky escala mi regazo para lamer mi mentón.

Inmediatamente, me siento mejor, estos cachorros son magia. Ellos aman tan incondicionalmente, sin mirar mis defectos, ni debilidades, no se porque mis ojos se llenan de lagrimas, —Yo también los extrañé, yo...— trago grueso, —Tuve una pequeña recaída pero me estoy levantando,— Donky gira la cabeza a un lado mirándome, —¿Ustedes van a ayudarme, verdad?— me limpio una lagrima que se escapa, —Claro que van a ayudarme.

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