| Segundo latido |

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Seijūrō Akashi es todo lo que siempre he querido; y es todo lo que mi mejor amiga quiere también.

Se nombre es Kouki Furihata y, al igual que Akashi, cursa su tercer año como estudiante de preparatoria; nos conocimos cuatro años atrás durante clases particulares de inglés. Ella una belleza tímida. Yo la chica callada sentada a su lado. No me notó al principio y casi choca conmigo en una ocasión, cualquiera hubiera tomado eso como algo irrelevante después de las disculpas y continuado con su vida. Nosotras no. Durante nuestro camino a casa descubrimos que poseíamos las suficientes cosas en común como para ser llamadas amigas; a ambas nos apasiona la lectura y las cosas antiguas, el olor de la vainilla y los días cálidos... Con el paso de los meses el lazo solo se fortaleció.

Algunos meses antes de iniciar la preparatoria, Seijūrō y ella se conocieron bajo mi causa cuando supe que ambos aplicarían a la misma preparatoria. Él con ese porte sereno y movimientos gráciles y perfectos, con habilidades e inteligencia muy superiores a lo normal. Todo intimidante y condescendiente. Heredero de uno de los imperios más importantes en todo Japón. Ella toda nerviosa y torpe. De una inteligencia promedio e hija de una florista risueña y un abogado despiadado. Ambos son el contraste perfecto del otro, pero aún así hay en ellos muchas más cosas en común de lo que podrías creer.

Akashi ama el básquetbol. Ella también. Él se convirtió rápidamente en el capitán del equipo. Ella es la manager. Él es el Presidente del consejo estudiantil. Ella es la vicepresidenta. Akashi toca el violín y el piano. Ella ama la música clásica.

Mi mejor amiga también es una hermosa persona, ella puede ser un poco cobarde en ocasiones pero es tolerable. Y parece despertar en Akashi un instinto protector por encima de la media. Desde mi punto de vista creo que se complementan.

Sabiendo todo eso, siendo consciente de mis posibilidades. Le deje ir.

Furihata y yo nos encontramos durante ocasiones (en las que ella no esté ocupada con el consejo estudiantil o el club de básquetbol) en el comité de la biblioteca. Hoy es una de esas veces. Ella está en el puesto del bibliotecario cuando llego, me saluda con una sonrisa que devuelvo de manera más suave.

—Te has cortado el cabello — comento.

Apenas ayer solía llevar sus largos cabellos castaños en una coleta alta. Hoy el cabello le llega apenas por encima de los hombros y ha agregado incluso un flequillo que cae sobre su frente, apenas dejando ver sus ojos de color chocolate.

Ella parece avergonzarse un poco. Sus manos acarician sus cabellos con nostalgia. —Tuve un accidente con la goma de mascar de mi sobrina — se ríe. Una risa suave, dulce, me hace pensar en algodón de azúcar.

—Te luce bien — no es ninguna mentira. El corte estiliza más su cuerpo, el cual a pesar de ser tan menudo como el mío está un poco más proporcionado.

—Gracias — ella responde saliendo del mostrador con algunos libros en manos, deben de ser los libros que han devuelto recientemente y que ella se dispone a colocar en su lugar. La veo moverse hasta los primeros estantes, sus movimientos están llenos de gracilidad, como el viento que sopla en primavera y se lleva lejos las hojas de los cerezos. Parece frágil sin embargo. Al pasar por mi lado un sutil olor a vainilla y a suavizante reemplaza el olor fresco de la colonia de Akashi que aún guardo en mi memoria; al verla esforzarse por alcanzar los estantes altos me doy cuenta que es como contemplar a una de esas bailarinas talladas en las cajas de música cuando nadie les da cuerda.

Me hace preguntarme si yo me miró de esa forma también.

Tomo mi propia pila de libros y me propongo ayudar a Furihata cuando pasos errantes me distraen y me obligan a mirar en su dirección. Y ahí está. Akashi está aquí aunque no está solo, el tesorero del consejo estudiantil, Shintaro Midorima, le acompaña. Están mirando un libro no muy lejos de donde nosotras estamos; accidentalmente Akashi roza su mirada sobre mí y el errático latido de mi corazón es efímero porque de inmediato sus ojos se mueven hacia la chica a mi lado. Ella está clasificando los libros sobre el carrito que ha jalado con ella, lo que dibuja una sonrisa en el rostro de Akashi. Parece bastante concentrada con la forma en que muerde su labio inferior y acomoda sus cabellos detrás de su oreja.

Yo nunca he podido sacar una sonrisa así de bonita de parte de Akashi sin ningún esfuerzo.

Me doy la vuelta y me acerco por completo a Furihata, ella sale de su trance para regalarme una nueva sonrisa.

—Puedes dejarlos aquí y mirar el inventario en el computador.

Digo que sí con un asentimiento. Cuando vuelvo a mirar en dirección de Akashi y Midorima ambos se han movido ya hacia la mesa de estudio más cercana. Sé que es un engaño. Conozco a Akashi mejor que nadie, no miento, y sé que a pesar de esforzarse duramente en sus estudios, para él no es realmente necesario hacerlo. Está aquí por Furihata. Porque donde sea que ella pueda estar él siempre le buscará.

Estoy entretenida mirando el inventario cuando el aire a mi alrededor se tiñe de frescura. Alzo la mirada y ahora Akashi está aquí frente a mí. Ojos suaves y autoritarios.

—Hola, Akashi-sempai— Akashi me ha pedido muchas veces dejar los honoríficos de lado, al menos con él, pero mi abuela es una gran partidaria de los buenos modales y yo no me atrevería a ir en su contra nunca. De modo que aquí él es mi superior, no mi amigo de la infancia.

—Hola, Tetsuya — Él deja el libro sobre él mostrador y me indica que lo tomará prestado. Es un libro de aritmética, de esos libros complejos e inentendibles y, coincidentemente, sobre la materia en la que Furihata no es buena.

—¿Planeas enseñar a Furihata-sempai? — la pregunta escapa de mí antes de que tenga la oportunidad de considerarla. Me mortifica que él crea que me estoy metiendo donde no me importa, pero intento no mostrarlo.

Escucho una risa estrangulada de Midorima y luego miro a Akashi quien, a pesar de ocultarlo casi perfectamente está avergonzado. Sonrío, enternecida.

—Es parte del consejo estudiantil, para ella no está permitido bajar sus notas.

Me río. Una risa pequeña, dura apenas un segundo. Midorima también parece querer reír, pero respeta a Akashi lo suficiente como para no volver a hacerlo.

—Bien.

Aún sonriendo tomo sus datos, pidiéndole que el libro sea devuelto lo más pronto posible. Como presidente del consejo estudiantil él no tiene una fecha límite, sin embargo aún es necesario registrar su préstamo en el inventario.

—Nos vemos, Tetsuya — Akashi posa su mano de dedos delgados sobre mí cabeza y me acaricia mientras se despide, como un cachorro que ha hecho bien su trabajo y recibe la felicitación de su amo.

Su tacto quema mientras le veo marcharse, enviando de soslayo una última mirada a la bailarina en los estantes. Su aroma aún está el aire y mis piernas tiemblan. Mi corazón late rápido contra mis costillas. Y mis esperanzas se niegan a desaparecer.

Tú, yo y el espacio entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora