| Quinto latido |

262 27 1
                                    

Por un segundo Takao me mira como si la yo de ahora hubiese sido reemplazada por alguna especie extraña de ser vivo que ella nunca antes haya visto en su vida. Luego suelta una risa incrédula.

—¿De verdad? — ella pregunta, pero no es realmente una pregunta, solo es su manera de hacerme ver que no, no se lo cree realmente, a pesar de estarme viendo aquí frente a ella en el vestuario de las chicas.

—Pues no estoy aquí para sentarme a hacer los deberes, evidentemente.

Takao limpia las perlitas de sudor que escurren de su frente con la toalla que lleva alrededor del cuello antes de reír.

—No puedes seguir negándome lo que es más que obvio — ella dice, y no logro comprenderla —. Cuando Kise comentó que estabas probando como manager del equipo masculino me reí muchísimo y le pedí que dejara de bromear con eso. Luego lo pensé un poco y concluí que es una buena estrategia.

—¿A que te refieres?

Takao rueda los ojos. Yo he terminado de cambiarme por mi uniforme usual pero aún quiero saber qué cosas máquina Takao en esa cabeza suya y no planeo irme hasta saberlo. Takao estira sus brazos hasta mí y palmea y arregla mi saco como si yo no lo hubiese hecho bien. Deja su mano izquierda sobre mi pecho, ahí donde se refugian los latidos de mi corazón.

—No finjas, sé que estás ahí por Akashi — mi corazón se mantiene estable a pesar de que las palabras de Takao me alteran. Eso es muy bueno o ella sería realmente consciente de lo mucho que me afecta en ocasiones el solo escuchar el nombre de Akashi. Estoy por replicar, pero ella me corta —. Te diste cuenta que eso de ser amigos de infancia y acapararlo durante los caminos de la escuela a la casa y viceversa no era suficiente ¿cierto? ¡Eso está bien! ¡Esa es mi chica! Demuéstrale a la vicepresidenta que no le dejarás el camino fácil.

Takao me abraza, súper orgullosa de mi maestra estrategia. Yo no respondo el abrazo y a cambio lucho para que me suelte y reniego.

—No estoy ahí por él, estoy ahí para demostrarme algo a mi misma.

—Ajá. Eso mismo dijiste meses atrás cuando de pronto decidiste que entrarías a esta preparatoria y me arrastraste a esas largas, interminables, horas de estudio.

—Y era cierto.

Takao vuelve a darme una mirada incrédula. Posa sus manos en sus caderas y hace un puchero. No dirá nada más pero sé lo que piensa, principalmente porque es lo usual. Ella solía reírse al principio, alegando que mi renuencia a reconocer mis sentimientos era absurda y divertida. En la actualidad yo pienso que está en esa fase en la que cree lo desesperante que soy al siempre negar algo que ella considera un hecho. Piensa que estoy siendo ridícula.

—Además... — hablo, y me sorprendo de hacerlo, aún más de lo que estaba por decir. Incluso si Takao lo supone, yo no soy nadie para dar por hecho los sentimientos de alguien, ni siquiera los de Akashi.

—¿Además qué?

—Nada.

Takao achina los ojos, busca respuestas.

Estoy cansada de esta charla sobre sentimientos y suposiciones así que intento despedirme y volver con Furihata, pero Takao es insistente y me retiene posando su silueta frente a la puerta.

Ellos no están saliendo — ella dice —. Así que no hay razón alguna para que no te esfuerces.

—Creí que odiabas el romance.

—Lo hago. Enamorarse de alguien es igual de estúpido y riesgoso que aventarse de una avioneta sin paracaídas hacia un precipicio cubierto de espinas. Pero eres mi amiga, y quiero que seas feliz.

Tú, yo y el espacio entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora