| Cuarto latido |

244 31 2
                                    

De pie frente a las puertas del gimnasio me siento como en un deja vú. Salvo que ésta vez no estoy de pie frente al gimnasio del club de baloncesto femenino. No, está vez estoy frente al gimnasio del club masculino, intentando probarme a misma que no me he equivocado al renunciar a esto.

Estoy nerviosa. Claro que lo estoy. Por mucho que intente no estarlo. Aún con las puertas cerradas soy capaz de escuchar los zapatos chirriando contra la duela y el barullo que hacen las voces de los miembros del club, y me hace sentir ansiosa. La expectativa y el miedo nunca han sido una buena combinación. Al igual que la revolución en mi estómago y el sudor en mis manos.

Tomo aire y dejo de pensar en ello. Así resulta más fácil. Empiezo a pensar en cualquier otra cosa, como la lista del super que la abuela me pidió surtiera.

Sin dudarlo más abro la puerta.

Algo sucede entonces. Un segundo estoy de pie intentando centrar mis pensamientos en el hecho de que se ha acabado el café y el té verde que tanto le gusta a la abuela. Y al siguiente la luz del sol que entra por los tragaluces y las puertas abiertas  del otro lado del gimnasio, esas que dan a una especie de jardín, me dejan ciega, y cuando intento enfocar mi vista en algo para acostumbrarla, una ráfaga de aire que no sé de donde viene pasa a través de mi y todo lo que puedo ver es la gran silueta de alguien volando frente a mi y a continuación el rebotar del balón, el cual ha entrado de manera perfecta en la canasta.

Más allá del primer susto, me siento maravillada y confusa. Parpadeo un par de veces antes de mirar directamente a la persona de piel morena y mirada intensa que se yergue frente a mí como un animal salvaje a punto de devorar a su presa. Él parece sorprendido también, mirándome tan directamente como si no creyera que yo soy real.

Me inclino muy suavemente, recuperando mi dominio, y me presento. —Soy Tetsuya Kuroko y estoy aquí para aplicar como manager del equipo.

Cuando me enderezo el chico moreno ha dejado de verme y a cambio camina perezosamente hacia el balón. Una vez en sus manos con una técnica perfecta le hace girar sobre uno de sus dedos.

—Daiki Aomine — su voz grave y cansada, su mirada indiferente —. Furihata no está ahora, pero puedes esperarla por ahí, ella es quien se encarga de estas cosas.

Luego se marcha hacia el grupo de chicos que ahora soy consciente no han dejado de mirarme. No pretendo ponerles atención así que tan rápido como puedo me acomodo en un lugar en la cancha donde no sea un estorbo para su juego. Ellos vuelven a su juego casi de inmediato, actuando como si yo no estuviese más ahí. No es algo nuevo, tampoco algo que me moleste, soy el tipo de persona qué pasa desapercibida la mayoría del tiempo. Cuando salgo con amigos, por ejemplo, las personas a nuestro alrededor no parecen notarme hasta que ellos me presentan, lo que les saca un buen susto. No pienso que sea algo malo. Mi falta de presencia a veces puede ser muy útil, lo digo en serio. Como cuando quiero dormir un poco más en clase o colarme en una fila muy larga.

—Tetsuya — esta voz, sin embargo, siempre logra alcanzarme, no importa cuanto intente esconderme de ella.

No sé cuando ha llegado hasta aquí. No le he visto venir. Demasiado perdida en mis pensamientos he sido sorprendida por la voz de Akashi obteniendo como resultado un pequeño brinco. A unos pocos pasos de distancia de mí me mira con una sonrisa suave y una mirada que podría ser de satisfacción y orgullo. Está junto a Furihata y el entrenador pero en cuanto nota que le pongo atención acorta los pasos que nos separan y se coloca a mi lado y, con la confianza que años de amistad han creado, pasa uno de sus brazos alrededor de mis hombros atrayéndome solo un poco más hacia él.

Tú, yo y el espacio entre nosotrosTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon