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Toda la casa estaba a oscuras y en completo silencio.

Lo único que podía sentir era el ruido de sus pisadas en el suelo, andando sin rumbo fijo, con el corazón en un puño y la boca fuertemente cerrada, temiendo que saliese un grito de ella. Se había puesto el camisón pero lo que realmente necesitaba era ropa flexible y su pistola. Dios mío, ¿y si los habían encontrado? ¿Y si habían herido a Naruto? de solo pensarlo el nudo del estómago se le apretó con fuerza mientras las lágrimas golpeaban como martillos en sus ojos.

Continuó andando a tientas, aquel pasillo era tan enorme que no encontraba ni el interruptor de la luz, el sonido del disparo sonaba como eco en su cabeza, una y otra vez, al principio casi se deja llevar por la desesperación y un grito subió por su garganta, pero su mente de policía le dijo que eso solo pondría las cosas peores y alertaría al invasor, acabando con su oportunidad de rescatar a Naruto.

Se orientó hacia donde creyó oír el disparo pero aún así creía que estaba andando en círculos, sus piernas temblaban, al igual que el resto de su cuerpo, pero no estaba asustada por ella, estaba asustada por no encontrar nada, por no ver nada.

Entonces, como si de un milagro se tratase, su mano encontró un recuadro saliente en la pared, palpó y bajó el interruptor de modo que todo el espacio quedó completamente iluminado. Estaba a mitad del pasillo, atrás quedaba el cuarto de los cuadros y ahora se encontraba parada en mitad de aquel gigante de paredes doradas, rodeado por miles de puertas.

El corazón le dio un vuelco, ¿cómo demonios adivinaría dónde se había producido el disparo?

Dejándose llevar por la desesperación empezó a abrir una a una las puertas sin ningún tipo de cuidado, ahora le daba igual que la encontrasen a ella también, no le importaba nada, solo quería saber si Naruto estaba bien.

-Por favor-rogó mientras seguía abriendo habitaciones-por favor, Dios mío, por favor...

Cada puerta que había daba lugar a una estancia llena de estatuas o cuadros, o habitaciones de invitados decoradas con camas con doseles e inmobiliario que recreaba antiguas épocas, hasta había una habitación con el tradicional tatami japonés, esa asa era un museo de pies a cabeza y eso ahora no la ayudaba.

Miró hacia adelante, tres puertas, quedaban tres puertas, abrió la primera y lo único que encontró fue un montón de urnas llenas de jarrones y vasijas que estaba segura que costaban más que el sueldo de cien vidas suyas, no le importó, armándose de fuerza le dio una patada a uno de los cristales y lo hizo añicos, la alarma no sonó. Por un momento Hinata se quedó de piedra, toda la casa de Naruto estaba rodeada de sistemas de seguridad, toda, ¿cómo es que no sonaban las alarmas? se aterrorizó aún más, cogió el caro jarrón de tonos azules, a pesar de su tamaño, pequeño y rechoncho, Hinata se vio obligada a sujetarlo con ambas manos, llevaba tal cantidad de porcelana que si le caía a alguien en la cabeza lo llevaría de urgencia al hospital, bien, eso era lo que ella pretendía.

Salió del cuarto con su nueva arma y se dirigió a la segunda puerta, estaba arrimada y por la rendija salía un fuerte olor a pólvora, sin duda había sido allí, la mano le tembló en exceso cuando la extendió hacia la manilla, con decisión agarró fuertemente el jarrón y abrió de una la puerta, estaba vacía, las paredes marrones estaban completamente desnudas al igual que el suelo de madera, y entonces lo vio, en una de las esquinas del cuarto, espeso y brillante, un charco de sangre reciente, por la pared la sangre se extendía en línea recta hacia la ventana que daba al exterior, sin duda quien quiera que hubiese estado allí se había ido por la ventana.

Sus ojos volvieron al charco de sangre, Dios era tan grande, las manos se le aflojaron y el jarrón cayó al suelo, rompiéndose en dos.

Su cuerpo dejó de responderle, las piernas se doblaron haciéndola caer de rodillas y sus ojos ya no fueran capaces de controlar el inmenso torrente de lágrimas que ahora resbalaban por su cara, quiso gritar, no pudo, quiso levantarse y salir en busca del criminal, no pudo, su cuerpo era un montón de goma.

Exóticos Placeres Where stories live. Discover now