Capítulo XXX: "Te sostendré cuando las cosas vayan mal..." |Dusk Till Dawn|

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“Pulsó sus cicatrices y la forma en que sus dedos encajaban en la herida seca, había aprendido a modificar sus sentimientos para no tener que pagar con la culpa; hacerlo una vez más no significaba liberarse. Sino destruirse”.


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Después de unos minutos que le parecieron eternos, antes que llegara la policía rusa al lugar de los hechos, se levantó del pavimento y caminó por entre las personas; hasta donde sus extremidades le permitieron seguir avanzando. Continuando un camino sin ser predeterminado y olvidando que debía ir al consultorio de la doctora Kyōka para estar ahí cuando Katsuki despertara o simplemente volver con Shinso hasta su mansión para analizar los daños colaterales de la trifulca en el club Rozzoby, no hizo nada de lo que debería haber efectuado como mano derecha del líder de la krov'volka; por el momento no deseaba más mafia para su espíritu. Cuando levantó la vista después de unas horas variando en la ciudad, su antiguo hogar se alzó frente a sus ojos verdes; había llegado ahí por instinto; su corazón así lo quería. Los vestigios de un lugar abandonado por el cuidado y tacto humano lo hicieron avanzar con temor de emitir el menor ruido; un hueco de hambre en su estómago y el dolor en sus mejillas calientes era suficiente molestia para tener que provocar otra.

Abrió la puerta principal y el penetrante olor a polvo y muebles viejos lo envolvió con nostalgia, todo estaba sucio y cubierto con sábanas blancas. Su antiguo hogar solía poseer un aroma bastante llamativo en sus momentos de vivencia; cuando su madre pintaba los cuadros abstractos de pintura que solía hacer para ganar dinero extra, el óleo llenaba la habitación de huéspedes. Su tiempo cocinando era equitativo a cilantro fresco y fragancia de comida casera por cada centímetro de la casa. Era un sitio sutilmente pequeño, pero vasto para formar una familia feliz y completa; sin grandes mansiones o abrazos hipócritas de por medio como lo harían en una familia famosa. Se sentó en el suelo frío, en el mismo sitio que ese día fatídico y cerró los ojos por momentos. Por alguna razón que aún no comprendía bien, sentía cansancio, hambre y dolor en el estómago. La dolencia se había disipado un poco, no lo suficiente para dejar de pensar en ello. Era extraño y a la vez reconfortante, le decía que aún seguía con vida y que no tenía el valor para acabar con todo.

Katsuki llegó ahí, siguió su afinado instinto animal y éste lo llevó hasta la antigua villa en donde Izuku vivió la mayoría de su infancia. Al entrar por la puerta principal y verlo tendido en el suelo, durmiendo y sosteniendo su estómago, realmente no supo qué hacer. ¿Así se veía ese día en que lo perdió todo por culpa de un imbécil? ¿Ese dolor que podían compartir por su destinación también lo sintió Freya en su momento? ¿Por qué las cosas tenían que ser tan difíciles? Cerró los ojos unos momentos y la imagen de un niño iluminó su cabeza, no podía permitir que su cuerpo siguiera sintiendo el frío; debía cuidarlo. Se quitó su chaqueta de cuero café y levantó a Izuku para ponérsela en la espalda, en mitad de la acción, él despertó por culpa de movimiento y sintió su aroma a alfa puro. Como un abrazo muy fuerte a su cuerpo, sosteniendo esos difusos sentimientos y entregando una sensación que no creía merecer.

Tranquilidad.

—¿Cómo me encontraste tan rápidamente? ¿Cómo están tus heridas? Deberías estar en la cama de un hospital y no aquí, sacándome del desastre que soy—Izuku habló con un poco de dolor en la voz e intentó ponerse de pie, sus rodillas fallaron y Katsuki estuvo ahí para sostener su cuerpo.

—Ya deberías saber que soy jodidamente indestructible, nada puede detenerme... Además—su rostro se suavizó—, siempre hallaría la forma de encontrarte, no me es difícil cuando tú eres la razón—lo tomó en brazos para que no cayera y se aproximó hasta la estrecha puerta principal, Midoriya se aferró a su cuerpo y le susurró a Katsuki que se fueran de ahí; de la eterna nostalgia pasada. Al salir, la lluvia fría caía sin piedad de los cielos oscuros; con cada gota impactando el rostro de su alfa, las vendas de su ojo dañado se fueron desprendiendo. Hasta que descendieron completamente y él pudo percibir la lluvia en ambos párpados, Izuku vislumbró la diferencia cuando le dirigió una mirada, notó lo increíblemente sorprendente que era la biología de un alfa puro. No era su ojo rojo, éste era muy diferente pero por alguna razón muy bizarra, negro y rojo, ambos tonos hacían una armonía perfecta en su rostro magullado. Levantó su mano derecha, preocupado acunó su mejilla húmeda; cálido y suave al tacto. Era su alfa, su hombre y la persona que salvo por encima de toda la moral establecida. Muy en el fondo, si tuviera que elegir nuevamente... Haría todo lo posible por salvarlo una vez más, porque sus deseos egoístas siempre reinaban por sobre de todo lo demás.

Syn BratvyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora