Capítulo VIII

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Un mes atrás, recuerdo que Diana estaba llorando, buscando un oyente, alguien que entendiera su dolor. Yo escuché, mi sed, mi necesidad, me llamaba desde una pequeña terraza y no pude evitar acudir.

-¡Soy una maldita estúpida! Cómo pude siquiera, como no pude darme cuenta.

La verdad es que yo no entendía mucho de lo que ella balbuceaba,pero ya la había oído días antes hablar con Hrfylie de esto, al parecer había acudido a una fiesta, ¡Agh! adolecentes, un chico se acercó a ella, pero no vio su rostro, todo gracias a los disfraces, recuerdo ese día, Heylie quería ir con ansias a esa fiesta pero Thomas no lo permitió así que se quedó en casa a mi lado, al menos hasta que se durmió en medio de todo el llanto. Diana comenzó a bailar con el tipo y esté impulsaba su pelvis cada vez más hacia el tracero de Diana, ella se excito. Con las hormonas a más de cien se dejó llevar por el momento y solo fue cuestión de tiempo, tras los arbustos del jardín la muy idiota se dejó follar, y ahí, en medio de una fiesta sobria y en sus cinco sentidos perdió su pureza, cuando por fin el deseo cesó el tipo se retiró no sin antes gritarle a Diana unas merecidas palabras...

-Cojerte a sido delicioso, espero que las mantengas igual de abiertas para mis amigos.

Ese día había escuchado por primera vez a Diana llamarme pero no le di mi importancia, no hasta que ella ya no podía con el peso, y sentí la necesidad de darle un pequeño empujon, en fin
Con tanta secreción nasal y tantas lágrimas yo solo podía sonreír.

-Oh, querida, ¿Es que acaso no lo viste venir?- Dije burlona

-¿Cómo no lo viste venir Diana? - musitó repitiendo mis palabras para ella.

-¡Házlo! Toma la navaja, no lo hagas tan profundo, quiero la lástima de la gente a tu alrededor- si, eso quería, no la quería muerta, la quería débil, ilusa, vulnerable, la quería hacer mía con cada corté, cada lágrima tenía que ser para mí.

Llego Heylie y Diana iba por el quinto corte en su muslo...

- ¿Qué carajos haces Diana Tillmann?- Heylie soltó el ramo de flores que llevaba en sus brazos y se tiró al suelo de rodillas frente a su mejor amiga sacándole con furia la navaja que yo con gusto había puesto en su mente.

-¡Déjame! Soy una maldita imbécil- sollozó con efusividad yo solo podía grabar esa escena y disfrutarla para siempre, porque sabía muy en el fondo que la tendría en mi regazo hasta el final de sus dias, al parecer así fue.

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Vi a Heylie caer entre mis brazos, la única persona en todo el mundo que tenía para sonreír se había ido para siempre.

-¡NOOOO! ¡NOOOO! ¡Maldito, maldito seas!-

Ahogaba sus gritos en el llanto, Sarah solo golpeaba la puerta, sentía que casi podía tumbarla de un golpe.

-¿Roussie? ¿Nena que tienes? ¡Abre la puerta Heylie, ahora o llamaré a tu padre!

De mala gana quito el broche y dejó pasar a Sarah, la imagen era excitante, Heylie en el suelo en total shock con una hoja, la hoja que había decidido cambiar, llena de letras, toda la página llena de las mismas palabras algunas más remarcadas que otras, formando una imagen.

-¿Heylie? Princesa, ¿Qué ducede?

Sarah no lograba ver con claridad la hoja y solo miro a Roussie, su expresión denotaba miedo, un miedo que solo yo podía causarle, una sola lágrima salió de su ojo, la señora Larson terminó por retirar la hoja de las manos de Heylie y se desplomó con ésta entre sus manos.

-Llamare a tu padre... Dijo con la voz cortada, casi susurrando la oración.

"Heylie Heylie Heylie..." Toda la hoja estaba repleta de su nombre dibujando con ello el rostro de mi preciosa chica.

El juego había comenzado y solo sonreí picara, orgullosa de mi trabajo.

Cuando Llegue Por Ti.Where stories live. Discover now