Capítulo Seis.

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25 de enero de 2014.

Me encontraba en el hospital.

No, no me habían descubierto, ni tampoco yo había dicho de mis problemas.

Esta vez, era Vania.

Era una mañana de sábado común y corriente, pero esta vez habíamos salido a trotar.

Flashback.

–No me siento bien April. –Vania se detuvo.

– ¿Volvemos a casa? –Le pregunte abriendo mi botella de agua.

–No, solo necesito…necesito. –Comenzó a bajar la voz y a desvanecerse.

–Vania, ¿Qué necesitas? –Le pregunte rápidamente agarrándola del brazo para que se sostuviera.

–No llames a nadie April. –Dijo antes de cerrar los ojos y desmayarse en mis brazos. Era tan liviana que ni siquiera me costó sostenerla.

No sabía qué hacer, ella me pidió que no llamara a nadie, pero si no lo hacía no sería una buena idea, de seguro.

Una mujer, que también estaba trotando se me acerco preocupada.

– ¿Qué le sucedió? –Me pregunto preocupada.

–Acaba de desmayarse. –Respondí nerviosa.

–Llamare a emergencias, tranquila. –La señora me dijo.

Fin de Flashback.

– ¿Quiénes son los padres de Vania? –Una doctora pregunto saliendo de la habitación en la que Vania se encontraba.

–No están aún, pero estoy yo, su hermana. –Mentí. – ¿Cómo esta ella?

–Nada bien, tiene una grave enfermedad y no sé cómo siquiera no se han dado cuenta. –Dijo seria la doctora.

– ¿Qué…que tiene? –Me temblaba la voz.

–Anorexia, y una muy avanzada. –Respondió fríamente. Volví a respirar calmadamente, no era nada que no supiera. – ¿Sabes lo grave que es esto? Ella tiene anemia y otros problemas, de seguro si sigue sin comer unas semanas más, ella…morirá.

En ese momento me paralice, no dije nada, y me puse pálida.

–Ahora, necesito que llames a tus padres, o yo lo hare si me das su número.

Pasaron quizá pocos segundos, pero en mi cabeza miles de pensamientos comenzaron a aparecer. Vania me odiaría de por vida si llamaba a sus padres, pero a pesar de todo lo que me había hecho, yo la quería, y no dejaría que muriera, porque todo sería mi culpa, y yo era la única que podía impedirlo.

Le di el número a la doctora, pero luego me fui a mi casa. La última imagen que tuve de Vania fue de ella extremadamente delgada, de unos 40 kilos, dormida en mis brazos, pálida y por supuesto, enferma.

Al llegar a mi casa subí corriendo las escaleras y me encerré en mi habitación, y solo llore, llore sin parar, quizá pudieron ser horas, todo lo que me había guardado los últimos meses.

Vania solía decir «Las princesas no lloran, solo sufren en silencio» Pero la verdad es que las lágrimas ya no podían estar contenidas en mis ojos.

Lo peor de todo, es que la idea de seguir bajando de peso, seguía en mi cabeza.

La verdadera April, se había ido completamente.

30 de enero de 2014.

 

Ahora me encontraba sola en la escuela, no tenía a Vania, y todos me miraban extraño cuando me veían, puede ser que por mi cambio de apariencia o porque creían que yo supe siempre lo de Vania, y no le dije a nadie.

Todos se enteraron de que estaba internada en una clínica por anorexia, y sabían que si ella no comía, simplemente moriría.

Yo no me atrevía a ir a verla.

Me adentre en una depresión horrible, salía de la escuela y llegaba a mi habitación a encerrarme, mi madre creía que estaba enferma así que me llevaba las comidas a la cama, para que yo las tirara al baño, y no se daba cuenta, sorprendentemente.

Solo quería dormir, ya ni siquiera quería hacer ejercicio, pero tenía que hacerlo, lo hacía de noche cuando nadie me escuchaba. Y desarrolle la Bulimia, en un principio no me atrevía, pero lo tuve que hacer por una maldita cena con mi padre.

Todos comenzaron a preocuparse por mí, incluso alguien le dijo a Daniel, quien se encontraba en unas competencias regionales por su equipo de futbol.

 

1 de marzo de 2014.

Continué así hasta marzo, ni siquiera me había pesado en el último mes y medio.

Pero una pequeña visita al blog de princesas me hizo recapacitar, y recordar porque yo estaba en esto, para llegar a mi meta.

Todas las chicas me dieron mensajes de motivación, y frases lindas que me ayudaron a levantarme de la cama.

Me levante esa mañana, amarre mi cabello en un moño, y me cubrí con un abrigo antes de ir al baño.

–Buenos días mamá. –Le di una gran sonrisa, lo que provoco que me mirara extrañamente.

–Buenos días preciosa, al parecer te has despertado más feliz. –Dijo ya al darse cuenta de que yo estaba allí parada sonriéndole y no con una cara larga.

–Lo estoy mamá, voy al baño. –Dije antes de caminar al baño.

Me quite el abrigo y me mire al espejo. Aunque mi imagen se distorsionaba muchas veces, era inevitable notar el gran espacio entre mis piernas.

Saque la pesa del mueble, respire hondo, y luego de más de un mes de no haberme subido, lo hice.

44 kilos y 700 gramos exactamente.

–Lo logre. –Susurre sorprendida al mirar el número.

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