Capítulo Siete.

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No era como lo había pensado, yo creí que al llegar a mi meta iba a ser el día más feliz de mi existencia. Creí que apenas viera el número 45 en la báscula me iría corriendo a algún restaurant de comida rápida, a presumir que podía comer lo que quisiera ahora que era delgada.

Pero no.

Aun sentía ese vacío, la motivación que me dieron las princesas me había servido de mucho, pero ¿En qué la ocuparía si ya había llegado a mi meta?

Cambio de planes, nueva meta: 40 kg.

Escribí en mi pequeño diario color violeta, en el cual no escribía desde la última vez que vi a Vania.

Respire hondo, y retrocedí las paginas, hasta llegar a la primera.

Querido diario: ¿Debería empezar así? Como sea, escribo aquí porque Vania me dijo que si quería desahogarme lo hiciera en un diario, el cual sería el único que sabría mi secreto. En él cual pueda escribir mis dietas, y cuantas calorías consumo diariamente, es algo exagerado, pero supongo que está bien, si es que Vania lo ha hecho y le resulta.

No creo que hacer esto esté del todo bien, pero sé que soy fuerte y duraré hasta llegar a mi meta y luego me olvidare de todo, en ese entonces seré feliz y claro, delgada. No dejare que esto me consuma, solo quiero perder ese peso y ser yo misma.

Solo llevo unas 3 semanas, pero ya veo algunos pequeños cambios, me alegra haber conocido a Vania y tener una verdadera amiga, honesta y que quiere lo mejor para mí.

Una lágrima cayó por mi mejilla al recordar esos días, unos meses atrás, en los que no me tomaba tan enserio todo lo que estaba haciendo.

“Solo quiero perder ese peso y ser yo misma”

¿Ser yo misma? Cualquier persona podría darse cuenta de que yo ya no era yo misma, yo había perdido quien era realmente, ¿En qué momento la verdadera April se fue? No tengo ni la menor idea.

Recordé entonces que Daniel había vuelto de las olimpiadas y quería que saliéramos en una cita. Me limpie las lágrimas, escondí mi diario entre mi ropa, donde siempre lo dejaba y comencé a arreglarme para salir.

Cuando estuve lista, solo baje las escaleras y salí de mi casa, si le decía a alguien o me acercaba un poco a la cocina, me obligarían a comer algo. Y no, no lo haría, ni pensaba hacerlo.

No salía de mi casa hace tiempo, solo para ir al colegio.

A penas llegue al pequeño y colorido parque en el que habíamos quedado con Daniel, me senté en una banca a esperarlo, no había llegado, de seguro se había quedado con la estúpida chica con la cual me engaña.

Unas niñas pasaron caminando, comiendo solamente estupideces, helados, palomitas de maíz…basura.

Nada sabe más rico que ser delgada.

Recordé aquella frase que me decía Vania cuando yo recién empezaba a ser princesa.

– ¡April! No te veía hace mucho tiempo.  –Alguien dijo a mis espaldas. Voltee y vi a Amelia, la chica a la cual Vania estaba convirtiendo en princesa.

–Hola Amelia. –Le dije

–Todo es muy difícil ahora que Vania no está. –Suspiro triste. –¿Qué haces por aquí?

–Iba a encontrarme con mi novio.

–Yo vivo por aquí cerca. –Dijo sonriente, ella casi nunca dejaba de sonreír, era como yo, lástima que no sabía que luego de unos meses la palabra “sonrisa” no estaría en su diccionario. –April, esto es muy difícil, me cuesta mucho hacer ejercicio diariamente y dejar la comida que más amo, ¿Cómo lo haces?

– ¡¿Quién te dijo que ser una princesa sería fácil Amelia?! –Le dije algo enojada, estaba actuando exactamente como Vania, y eso me aterraba.

–Nadie, lo siento. –Bajo la cabeza.

Lo que hoy parece ser un sacrificio, pronto será el mejor logro de tu vida.

–Sí, tienes razón April, nos vemos, iré al gimnasio ahora. –Se despidió y se fue. Unos minutos después vi a Daniel acercarse a mí, me levante a saludarlo y darle un abrazo. Él por su parte me cargo por unos segundos, fue bastante romántico a decir  verdad.

Ambos nos sentamos en la banca, guardábamos silencio, pero era un silencio más bien, cómodo.

–Vania está en el hospital. –Soltó de repente.

–Sí, no quiero hablar de eso. –Respondí triste.

–Bueno, yo si April, no me sorprende que ambas estuvieron perdiendo grandes cantidades de peso en estos últimos meses, desde que te comenzaste a juntar con ella cambiaste, ya no eres la misma, te ves enferma, perdida, me atrevería a decir que tú también…tú también tienes anorexia.

–Deja de hablar estupideces. –Le dije seca.

–April, hablo enserio, yo te quiero, y no sé qué haría si te sucede algo. –Tomo mi fría mano.

Me levante de la banca y me pare enfrente de él, con los ojos llorosos. – ¿Qué harías? De seguro irte con esa estúpida chica con la que te acuestas casi diariamente, o ir a emborracharte y drogarte con tus inútiles amigos. –Mi voz comenzó a quebrarse. –Todas esas cosas que haces sin decirme, y no me las dices porque sabes que no las haría nunca. ¿Sigues sin saber qué harías?

–April… ¿De qué hablas? –Se levantó y me miro con el ceño fruncido, como si no supiera de que hablaba.

– ¡Sabes de que hablo! Estuve en silencio por muchos meses, pero ya no más Daniel, es todo, es el fin de lo nuestro. –Dije ahora con algunas lágrimas cayendo de mis ojos color pardo. Me voltee y comencé a caminar.

– ¿Estas así por todo esto? ¿Por eso has perdido tanto peso? ¿Por mi culpa? –Me dijo mientras corría detrás de mí.

–Si fuera así, tampoco te interesaría.

The Crown © (Anorexia)Where stories live. Discover now