5. Voy a enseñarte más que eso. | Hirving Lozano.

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5.

andprez


advertencia: escenas subidas de tono.

género: smut/jelous

— Nos vemos luego, Anna

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— Nos vemos luego, Anna. — se despidió Alex con un beso en mi mejilla. El castaño de Sonora era mi mejor amigo desde que me mudé con mi novio a México.

Escuché como cerró la puerta y me levanté del cómodo sofá en la sala hacia la cocina.
El piso estaba completamente frío, sólo yo me atrevía a ponerme una camiseta de cuadros con mangas arremangadas y debajo un sostén morado con unos boxers blancos que servían como short. Créanme, en el DF el calor en verano era como vivir en el Sáhara.

El reloj marcaba las ocho con treinta, hora de la llegada a casa de mi novio, tenía demasiada hambre hací que íba a preparar alguna comida ligera para cuando llegara Hirving del entrenamiento.

Escuché las llaves sonando para abrir la puerta. Ese debía ser él, puesto que nadie más podía pasar el enorme portón blanco sin llaves. Sin tanta importancia seguí rebuscando en el refrigerador algo para cocinar, alguna carne, verduras.

Los pasos del chico se acercaban, escuché como dejó su maleta de entrenamiento en la entrada. Me giré para dejar las cosas en la mesada de mármol en media cocina.

— ¿Anna?

— ¿Sí?

Cerré la puerta del enfriador y volteé a verle, vestía unos pantalones negros de entrenamiento, tenis negros, camiseta blanca. Me miró de arriba hacía abajo, pensé un momento que debía molestarle estar hací de informal, pero de verdad, las mujeres necesitaban una libertad de vez en cuando.

Frunció el ceño y me miró un tanto inconforme. Se acercó un poco más a mí, el siempre había sido más alto que yo.

— ¿Qué hacía Alexander aquí contigo? - lo había visto salir. No sé que hubiera sido si nos encontraba dentro.

— Sólo me visitó. Desde hace un mes que no le veo. - le sonreí. El chico había sido nuestro amigo desde secundaria, teníamos demasiada confianza.

— ¿Y tú estabas vestida hací? - dijo serio, pasó su vista a mi camisa de cuadros blanca, estaba algo desabotonada. Tragué saliva, parecía tan retrasada que no me había dado cuenta, Hirving era demasiado celoso.

- Ehh... sí. - balbuceaba, me giré a donde tenía las cosas para comenzar a cocinar pensando que hací terminaría lo que parecía una discusión por su parte. Pero no.

Me tomó con fuerza del antebrazo, me giró hacia él, obligándome a verlo a los ojos. Ya estaba claramente enfurecido, su rostro más serio que de costumbre lo afirmaba.

- Escúchame como ese imbécil te haya puesto una mano encima... - me miró por un momento antes de seguir, estaba esperando a que me gritara o algo por el estilo, hasta que simplemente me agarró con fuerza de la cintura y me encimó en la mesada.

- Al demonio, Anna...

Me sentó bruscamente encima, me agarró con una mano del cuello y me besaba desesperado. Suspiré ante su contacto, me gustaba verle un poco salvaje, se metió entre mis piernas y me acercó a él. Nuestras intimidades quedaban demasiado cerca, no creí que por su parte fuera tan rápida la excitación. Lo tomé del cuello, seguía besando mis labios, mientras que sus manos se metían dentro de la holgada camisa llegando a mis senos, no bastó nada para que comenzaramos a querer arrancar la ropa puesta.

Nos separamos un momento por el aire, amarré mis piernas a su cadera mientras que desabotonaba rápidamente la camiseta, la tiró a un lado de él y luego pasó a quitarme el sostén. Me sentía demasiado caliente y con mucho valor en ese instante, que le saqué la camiseta ajustada que no dejaba ver su musculatura. Joder, esos cuadros bien formados por su ejercicio me encantaban.

- Voy a enseñarte más que eso, Anna. - gimió de manera muy varonil al ver mis ojos pegados a su cuerpo. Me tomó de la cadera y me cargó para subir las escaleras hacía nuestra habitación. Me volvió a acercar a su boca, sus besos eran muy salvajes, mordía mis labios cuando podía, yo por mi parte, para acerle sufrir un poco, abría mi boca y gemía con placer.

Gruñó de una forma muy varonil, se acercó a mi cuello y lo mordió. Me recostó en la dura madera de la puerta cuando habíamos llegado, abrió como pudo y entramos. Me acomodó en la suave y acolchanada cama para colocarse encima de mí.

- Eres un nena demasiado mala. - sonrió volviendo su mirada a mis senos descubiertos, lo miré expectante y atenta.

Se quitó con facilidad el pantalón y los boxers con ellos, al igual que a mí con el diminuto short blanco. Me tomó de las muñecas con fuerza y las colocó a lado de mi cabeza para darme un beso de nuevo, con mucha voracidad. Sentí como su miembro rozaba con mi entrada por nuestros movimientos, gemí al hecharle un vistazo, estaba tan erecto.

- Oh, Hirving...

Estiró su brazo hacía la mesita de luz, abrió un cajón sacando el sobre de color plateado, lo abrió con mucha urgencia y se lo colocó, sin pensarlo más, entró en mí suavemente, me hizo gritar más que gemir. Volvió a tomar mis manos con fuerza en el colchón mientras se movía.

Escuchaba sus exitantes gemidos varoniles en mi oído, sabía que lo hacía a propósito, él quería que fuera yo la que disfrutara más.

- Hirving, más rápido...

Llegamos al orgasmo después de unos minutos, sentíamos la adrenalina de la desesperación correr por nuestros cuerpos, ambos agotados y sin voz luego de tantos gritillos, comenzó a moverse con muchas calma y sus suspiros se escuchaban cansados. Lo tomé de sus mejillas calientes y su rostro suduroso, lo besé pausadamente para quitarlo de encima mío.

Se recostó a mi lado alargando un gruñido, me acurruqué con él abrazándolo de la cadera, su cuerpo ligeramente sudoroso, los sus suspiros que no dejaba de repetir. Me sentía la mujer más llena y afortunada del mundo, Lozano era todo un amor.
Cuando por fin el sueño había llegado a mí, me tomó con fuerza de la cadera y me hizo quedar encima de él.

- Quiero que seas tú ahora. - pidió con los ojos cerrados del cansancio.

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