20. El Chico desinteresado. | Antoine Griezmann

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20.

advertencia: ninguna.

género: like a suspense or drama

Un dia con demasiada lluvia se asomaba por Turín. Las nubes grises de agua se veian muy a menudo en la enorme y sofisticada residencia de los M'coll, dueños de todo un país que increíblemente poseían y compartían solo con una hija, la princesa de Italia. Aquella familia formada por tres personas, ya buscaba con ansias aquel hombre que quisiera pasar el resto de su vida con la siguiente reina.

Esa joven que sin refunfuños dejaba que su madre; la reina Cristal peinara su cabello. No podía pedir más, pensó al ver por su balcón el inmenso patio verde abundante de rosas y fuentes de agua con esculturas.

— ¿Estás bien —. Preguntó por simple curiosidad aquella mujer, la chica asintió con la cabeza observándola por el espejo del tocador.

Había un gran problema, su mamá tomaba una mala decisión al casarla tan pronto, no necesitaba tanta rapidez al encontrar a su amor.

— Adelina te ha mandado un nuevo vestido, ¿quieres probarlo?

Ese nombre le hizo recordar con exactitud una de las peores experiencias de su vida.

Adelina había compartido toda su niñez con la princesa, su familia era como su segundo hogar para ella, por supuesto que nadie hubiera imaginado tal traición terminando una bella amistad.

— Marie, corre, tenemos que llegar lo más rápido posible... — gritó una pequeña, con la voz más dulce que alguien pudiera imaginar.

— Espera... mi vestido. — la princesa tiene que vestir muy elegante siempre, decía su mamá. Un costoso vestido verde pastel, era el que llevaba. Marie con sus rulos rubios en el cabello y esos ojos azules.

Adelina la tomó con fuerza del brazo y la jaló al frente, ese hermoso atuendo quedo destrozado por la puerta de madera que lo aplastaba, los ojos de Marie no pudieron abrirse más de la impresión, no significaba otra cosa que un regaño de su padre.

— Lo lamento, pero... no podemos llegar tarde, anda — balbuceo apenas su amiga, corría un riesgo más al escaparse del escatillo.

Ambas chicas perseguían al chico del cual, Adelina estaba completamente enamorada.
Era una tontería, nadie soportaría como yo a esta chica, pensó Marie.
Un joven de su misma edad, delgado, cabello brilloso y del color más natural posible hablaba muy amablemente con la única persona que Marie conocía fuera del reino, Maximiliano Darento, el mejor tahonero del pueblo. Ese chico no dejaba de sonreír, igual que Adelina, de amor. La princesa entendía lo que pasaba más allá del enamoramiento, era dulce pensar en un caballero que la amara por su personalidad; cariño.

— ¿Crees que nos casemos algún día? — Adelina susurró al oído de Marie. Su sorpresa fue inmediata, ¿qué era eso?

— No lo sé... — respondió con dudas.

— La invitare al baile, seguramente le guste.

— ¿y si no? — dudó la princesa. Adelina hecho un vistazo a su amiga con superioridad.

— ¿Porqué no querría ir? Cualquiera muere por estar dentro. — encogió los hombros luego de tan desagradable comentario. Su voz parecía tan irritante que el señor Maximiliano y el chico, prestaran atención a las dos chicas detrás suyo, escondidas en unas cajas de madera.

El hombre frunció el ceño al ver a la princesa en tan sucio lugar, no parecía ser muy sofisticada.

— ¿¡Princesa Marie!? — abrió sus brazos pidiendo una explicación. — ¿Qué hace aqui?

— Eh...

— Hey, ¿cómo te llamas tú? — Adelina no podía ser más entrometida, Maxi cruzó sus brazos mirando con intriga a ambas chicas.

— Antoine... — habló el joven, su voz sonaba muy temerosa.

¿Quieres ir al baile esta noche? — preguntó la castaña sin chistar, vergüenza, era la única palabra que pensaba Marie.

Aquel chico miró con sospecho a la chica, con miedo a Maximiliano y sin importancia a Marie.

— Está  bien... — contesto sin terminar su oración, el señor de canas dió solo dos pasos al frente y se llevó a rastras a ambas chicas sin importar las quejas de Adelina. Después de todo; la culpable. Por su culpa el vestido de la princesa había terminado de la peor manera, ambas fueron castigados y la reina les prohibió tal amistad.

— Voy a dejarte... — sonrío muy ampliamente la mujer. — Apresúrate

Salió de la enorme habitación de su hija. Marie dudaba si colocarse aquel regalo o no, al final de cuentas, era algo así como su amiga. Se levantó de la hermosa silla frente al tocador y se dirigió al armario donde estaba guardado el presente. Dentro de una caja de cartón blanco estaba muy bien doblado un vestido del color más azul rey con muchos brillos, pero eso no fue lo más impresionante para la ojiazul, lo primero fue una nota con su nombre en una perfecta mano escrita.

"Sé que no eres cualquier persona que se compra con dinero, pero de verdad lamento lo sucedido, te metí en muchos problemas; ojalá te agrade." Marie Cuccittini.

Soltó el pequeño papel y tomó en sus manos un deslumbrante vestido largo hasta los pies, no dudó un segundo más en colocarse, de verdad era encantador.

El reloj de su habitación ya marcaba las 21:00 en punto, hora de bajar luego de mucho perfume y uno que otro arreglo a su peinado, joyería y colocar una bella flor favorita en su cabello.

Bajó las escaleras con calma y paciencia observando cada uno de los detalles dentro del castillo, música y adornos florales. La gente más importante vestía ropa de lujo, pero no tanto como los reyes. A las últimos escalones ya había llamado toda la atención de las personas y entre ellos, el ojiazul de Antoine, el chico desinteresado por la princesa, pero interesado por Marie Cuccittini.







Fin.

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