Capítulo 1

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Posiblemente era una de las peores noches. Las calles permanecían encharcadas por la lluvia que había azotado a Angoria, no hacía más de dos horas que todo había terminado, pero la neblina acechaba a cada segundo, provocando que sus habitantes prendieran su fuego, tanto en sus hogares como en las calles. Sendra miró con disimulo el interior de una de estas y pudo distinguir el aroma de especias y a un niño de cabellos rubios antes de que la señora de la casa la volteara a ver con repugnancia y le escupiera, para después azotar la puerta. "Que agradable" pensó al momento de que atusaba la miseria de tela a la que llamaba abrigo y caminaba con paso aún más lento del que era capaz de permitirse.

Un ligero humo salió de sus labios, deshaciéndose en menos de un segundo y se preguntó sí realmente hacía mucho frío o ella ya no tenía nada de calor en su cuerpo. Tenía que admitir que ya nada de eso le importaba,desde que su madre se había ido a la otra vida a alcanzar a su padre, ya no le importaba si moría de una hipotermia. Sintiendo como la Luna trataba de iluminar su miserable recorrido hasta su "hogar provisional, pero mejor que todos los anteriores" se permitió darle un puñetazo al árbol más cercano. La acción atrajo alguna que otra mirada curiosa ante la chica morena, para después seguir con sus vidas aburridas.

Sendra respiro conforme cada latido iba al compás del de su puño, había pegado mal, eso seguro, pero el leve dolor que le provocaba esa parte de ella era mucho mejor que el de su familia dejándola abandonada en ese usurero lugar. Tomando un segundo respiro se dijo a sí misma que era momento de seguir adelante y que con un poco de suerte, mañana iba a ser un día menos para su muerte. Camino el recorrido que le faltaba antes de darle un último vistazo a la calle que ahora se atiborra de gente igual o en peores condiciones que ella. Detuvo su andar y mirando como lo hacía en el último mes desde que había empezado una vida en solitarios, subió los tres escalones que daban a una tarima desgastada por el goteo de la lluvia y con un pasador escondido en su escote, abrió la puerta que estaba ante ella. La madera gruño ante su peso, anunciando su llegada a la encargada del lugar, Martha.

— Niña, llegas tarde. ¿No me digas que te atrapó la lluvia? — dijo Martha, mientras prendía un segundo puro, tal vez el tercero —. Empezaba a preocuparme por ti, ya que tengo nuevas nuevas.

Aquello le dio curiosidad y con un poco de tranquilidad al saber lo que significaba y  limpio sus desgastadas botas en el tapete rosa de la entrada. Cuando Martha decía "nuevas nuevas" realmente eran muy buenas noticias.

— ¿Ahora que? ¿Acaso es un nuevo gato para mi? Te recuerdo que Michu se fuera desde hace dos días y no se ha dignado en regresar—. Sendra puso una expresión pensante mientras hacía cuenta con sus dedos, como si contara los días en que aquella sabandija había escapado.

Na' de eso, niña, tengo que admitir que hasta mi me sorprende lo del gato, pero esto es mucho más que unas simples nuevas nuevas —. Termino de darle la cuarta calada y un humo más espeso se instaló en el lugar —. Tu abuela, ha venido a recogerte.

Tal vez los ojos desorbitados y un chorro de saliva por parte de Sendra hubieran bastado para expresar lo atónita e incrédula que estaba al escuchar aquellas palabras. ¿Abuela? ¿Acaso eso era posible sabiendo que la única familia de la que sabía eran de sus padres y ambos estaban muertos? O tal vez era una broma por el día de los inocentes... No, imposible, para eso aún faltaba medio año.

— Martha, por favor, no es divertido cuando haces bromas. En primera; no sabes mentir y en segunda; ya deja de fumar tanto tabaco, te matara antes de que recibas tu pago mensual de todos los mendigos que vivimos aquí — colocó una mano enfrente de ella, simulando un abanico —, así que ya en serio, dime las nuevas nuevas.

— Niña tonta, ¿cuando he jugado con las nuevas nuevas de todos los tristes días que has estado aquí? Si no me crees, ve a tu habitación. Lleva rato esperándote. Y ella dice que es tu abuela. 

Y aunque estaba segura de que todo eso era imposible, Sendra subió las escaleras como alma que llevaba el demonio. Y antes de que pusiera algo de los pocos modales que su madre le había enseñado, entro sin tocar.

No sabía qué era lo que más le impresionó, si el simple hecho de que era una copia idéntica de su madre y de ella misma pero en una versión más mayor y desgastada por los años de buena vida, porque esta versión de ella destilaba por todos los poros "buena comida, casa y ropa". Con el cabello de un café chocolate más oscuro que el de ella, las canas hacían presencia en la entrada de su frente, para unirse en un chongo alto y relajado, adornado solamente por un fino listón crema, del mismo color que su vestido. O porqué algo en ella hacía que quisiera ir a abrazarla por lo destrozada que estaba de haber perdido a alguien tan importante y a la vez haberla encontrado a ella.

La mujer giró en redondo hacía el ruido que la interrumpio de la intimidad que había creado y así como Sendra, también abrió los ojos de par en par, posiblemente por los mismos pensamientos que su nieta había tenido de ella.

— ¿De verdad eres Sendra? ¿La niña de mi hija Selena? — El nombre de mi madre. Ese era el nombre de mi madre. Y sabía el mío, al igual que el de mi madre. Mi madre que ahora no estaba... ¿Aquella señora sabía...? — Contesta.

La orden sutil hizo que Sendra respingara aún junto al marco de la puerta. Cerró con cautela sin despegar los ojos de su susodicha abuela y tragando saliva como los Cielos le dieron a entender, contestó:

— Si. Mi nombre es Sendra Amélie Whitmore, hija de Selena y Cedric Milo Whitmore.

LA QUIMERAWhere stories live. Discover now