Capítulo 5

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La habitación se encontraba sumergida en un silencio agradable, acompañada de suaves luces entre blancas y amarillas que aportaban los faros esparcidos por la biblioteca del Palacio de Jade. Un ligero aroma de la cena que se preparaba entraba por la rendija de la puerta entreabierta que había dejado Dominic, después de todo, necesitaba un poco de exterior para estar alerta, por si alguien entraba. La luna resplandecía más de lo necesario, lo suficiente como para pensar que de un foco se tratara, entraba por los ventanales de la sala, estos daban a un enorme jardín de rosas y orquídeas, un capricho de su hermana y madre.

Se recargo en el respaldo del mullido asiento y se quitó las gafas de lectura nocturna, llevaba encerrado ahí más de tres horas y seguro su madre no tardaría en ir a buscarlo. Sentado ahí, miró en dirección fija al reflejo de su imagen en el ventanal. Se daba cuenta de los cambios que había tenido en el transcurso de los años, pero aún no podía aceptar que en menos de un año ya tendría que conocer a su prometida y casarse con ella. El pensamiento hizo que pusiera los ojos en blanco, y con un cansancio iracundo se levantó de su silla. Llevaba una camisa blanca arremangada de los brazos, haciendo pareja perfecta con la Luna que le daba la bienvenida.

— Y una mierda... — dijo antes de poder siquiera sentir que su hermana ya estaba a un lado de él.

— Esas no son las palabras de un futuro Rey — el sobresalto de Dominic causó una risa en la joven princesa y esta saltó a los brazos de su hermano mayor —. ¡Dominic!

El hombre trató como pudo de retenerla y evitar que ambos cayeran al suelo, estaba algo azorado por la sorpresa de que su hermana pequeña, Kenia, por fin estuviera de vuelta en casa. Habían pasado dos años en los que Kenia se había ido a estudiar a un colonia fuera del reino, para aprender cosas de danza y pintura, para así hacer sus dotes más finos y exuberantes que con un poco de suerte atraerán la mirada de muchos reinos vecinos para casarla con algún heredero. Un segundo estaba algo indeciso y al siguiente giraba con ella en brazos.

Aquella muestra de afecto público, hizo que su hermana lo abrazara con más ternura, pues sabía como era de difícil que su hermano mostrará un signo de calor ante los demás. El baile iracundo terminó y ambos se miraron el uno al otro, como si quisieran descifrar los secretos que cada uno escondía después de no verse dos años.

Dominic fue el primero en hablar:

— Me alegra tanto verte de nuevo, pulga —. Un sonrisa de gracia que hacía derretir el corazón de cualquier joven loca por experimentar el amor, pero que solo a su hermana le causaba náuseas.

— Puag, realmente debiste haberme extrañado mucho para hacer aquel gesto nefasto — dijo asqueada ante lo que Dominic había hecho para ella y después rió —, pero me sorprende mucho más el hecho de que madre no hiciera un escándalo y que te dejara traer ese cabello.

Era cierto, a contrario de Kenia, que no había cambiado nada desde su partida hace dos años, Dominic sí que había cambiado por los dos. El cabello había crecido considerablemente más abajo del hombro, o al menos esa apariencia daba con la tranza mal hecha que llevaba consigo. Pero su hermana no solo noto eso, y se asustó de lo increíblemente apuesto que se había convertido el futuro Rey. El mentón fuerte y masculino daba paso a unos pómulos firmes pero también finos y elegantes, un gesto de herencia de parte de su madre para ambos, pero que a Dominic hacía resaltar la heterocromía de sus ojos; un azul tan claro como un cielo despejado en el derecho y un verde lima suave en el izquierdo. Las cejas pobladas pero bien definidas era otra de las maravillas que había heredado de su madre, pero las pestañas de un negro inmaculado cubrían aquellos ojos, dándoles una apariencia más profunda y bestial eran herencia de su padre. Un hombre hecho para desgarrar corazones por su apariencia, pero dispuesto a matar si traicionaban su confianza. 

LA QUIMERAWhere stories live. Discover now