Escondidos

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Sobre los sentimientos no se manda, no puedes obligar a alguien a que te ame de la misma forma que tú lo amas, no puedes, pero uno siempre anhela que nuestros sentimientos sean correspondidos. Uno siempre espera que nos amen como nosotros amamos, pero eso tampoco suele ser posible porque cada quien ama a su manera. Estuve a punto de huir después de decirle a Ian que me estoy enamorando de él, pero no lo hice, no voy a huir esta vez. Esta vez voy a ser valiente y pondré mi corazón sobre la mesa, le mostraré mis sentimientos y después veré que pasa.

Él no dice nada. Se queda quieto y solo me mira, el silencio se empieza a volver incómodo y no creo poder soportar más sin hablar.

—Di algo. ¡Por Dios!, tu expresión me provoca querer golpearte y lo haré sí no hablas pronto —le pido.

Pero él parece seguir en estado de shock.

—Emma....—guarda silencio después de decir mi nombre, parece estar ordenando sus ideas—. Emma, eres tan diferente a cualquier persona que he conocido. Me dejas sin palabras, me desconciertas, temo decir algo equivocado y que te vayas 3 meses a Italia.

—No voy a irme.

Ian no parece confiar en lo que digo. Él camina hasta mí y toma mi mano, me hace entrar más y después se para frente a la puerta. Se pasa una mano por su cabello y respira hondo.

—Te vi en el momento que entraste en aquel bar, eras como un imán atrayéndome. No pude apartar mis ojos de ti y cuando por fin estuviste a mi lado no supe que decir. No podía decir nada, eras como un sueño, un hermoso sueño del que no quería despertar. Nunca me había pasado eso, yo siempre suelo tener la última palabra, pero contigo eso no es posible. Pero no me importa, no me interesa no volver a tener la última palabra o no controlar la situación como solía hacerlo. No me interesa una vida donde tú no estés en ella.

Quiero correr abrazarlo, pero no lo hago, me espero y dejo que él continúe.

—Es irónico, pero me das paz. Aquella noche donde nos conocimos, fue una de las primeras noches en muchos años que logre dormir sin pesadillas. Cuando desperté creí que todo había sido un sueño, no estabas ahí junto a mí y me sentí perdido. Lo único que quería era volver a verte y cuando me enteré quien eras, me sentí traicionado, creí que solo habías jugado conmigo y en parte lo hiciste porque solo fui un peón en tu venganza contra Sophie. No me molesta porque gracias a eso te conocí.

Ian finalmente se acerca a mí y toma mi rostro con delicadeza entre sus manos.

—¿Qué sería de mí sin Emma? —me da un casto beso en los labios—. Triste, solitario, aburrido. Mi vida es mejor desde que te conocí, por eso estoy enamorado de ti.

¿Se puede morir de felicidad? A lo mejor, sería una muerte estúpida, pero qué más da. En este momento siento que estoy nadando en miel. Ian me besa y olvidó todo, al menos por un momento me permito ser feliz, me permito soñar.

—Intenta superar esa declaración —me dice en tono de broma. ¿Ian bromeando? Esto es nuevo.

Le sonrió.

—No es una competencia —comento a la ligera.

Él toca la punta de mi nariz con su dedo índice.

—No, no lo es, si lo fuera yo gano.

—Claro que no, yo lo puedo hacer mejor que tú, escucha...

Él me detiene.

—No puedes hacerlo ahora, tienes que esperar el momento justo.

—Bien y te prometo que vas a llorar de la emoción.

¡El amor es una mierda!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora