No estoy dispuesta a contar la verdad

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Mi teléfono suena, ha estado sonando todo el día y parte de la noche, no recuerdo donde lo dejé, pero el sonido procede de alguna parte de mi cama. No quiero buscarlo, no quiero hablar con nadie. Sólo me quedo acurrucada en mi cama sin saber que decir o hacer. No quiero decirle a nadie porque no quiero escuchar sus palabras de ánimo, no quiero ver la pena en sus ojos, no quiero escuchar la lástima en sus voces.

Sé que debería al menos decirle a Ian porque lo dejé plantado esta noche, debería confiar en él tanto como Ian confía en mí, pero me resulta tan difícil. Suspiro y cierro los ojos. Sé que debería decirle a Ian, pero no quiero hacerlo, me escudo tras la idea que no somos nada, es una idea débil porque si somos algo, siempre hemos sido algo, incluso en el momento que nos conocimos no éramos en sí nada aun había algo que nos atraía. Quizás debería decirle a David y dejar que él trate de hacerme sentir mejor como solo él sabe hacerlo. Pero no lo hago, me quedo sola, quiero estar sola esta noche, llorar las lágrimas que hagan falta y ya mañana levantar la cabeza y hacer como que nada pasa. Soy buena en eso, en fingir que todo está bien.

Al día siguiente me despierto a las seis después de haber dormido solo dos horas, me paro de la cama y camino hasta el baño. Cuando me veo frente al espejo me arrepiento de haber llorado toda la noche, luzco fatal. Trato de arreglar un poco mi apariencia con cremas y una mascarilla antes de bañarme, tengo tiempo y no pienso salir así de la casa. Lo primero que van hacer si me ven así será preguntarme, ¿qué te pasó? Y después de esa seguirán otras miles de preguntas que no estoy dispuesta a contestar. Alex sería el primero en darse cuenta que algo no está bien y no puedo evitarlo porque a él le gusta llevarme al trabajo, dice que casi no nos vemos y es el único momento donde podemos conversar los dos tranquilos. A mí también me gusta estar con él, Alex siempre logra hacerme sentir segura.

Antes de bajar las escaleras respiro hondo y sonrió, siento que en la noche me va a doler cada músculo de mi rostro por estar fingiendo sonrisas. Bajo las escaleras y me encuentro con Alex de pie en el último escalón esperándome.

—Buenos días, pequeña —me saluda mi hermano y yo me lanzo a sus brazos, para darle un sonoro beso en la mejilla— ¿Cómo estás?

Terrible, quise responder, pero solo sonreí y le dije que bien. Aunque lo último que me siento es bien, solo quiero estar todo el día acostada en mi cama y no hacer nada. Pero no lo haré, levantaré la cabeza y sonreiré como si todo estuviera bien.

—Te tengo una sorpresa —me dice Alex mientras caminamos hasta el comedor—, estoy seguro que estarás muy feliz.

En otro momento estaría dando brincos por saber que es, porque soy muy impaciente, pero ahora solo me limito a sonreír.

—Buenos días, querida hermana —me saluda Sophie mientras se sienta en el comedor junto a Elizabeth que está leyendo el periódico, pero cuando nos ve baja el periódico y lo deja sobre la mesa.

—¿Está es mi sorpresa? —le preguntó a Alex—. ¿Un desayuno en familia?

Alex se ríe y niega con la cabeza. Me siento en mi lugar de siempre y Alex se sienta en la cabeza de la mesa.

—No, Sophie está aquí porque vamos a conversar sobre la ceremonia para el cumpleaños de mamá.

Asiento con la cabeza y no digo nada, yo no participo en ese tipo de eventos.

—Y también quería estar aquí para tu sorpresa —me dice mientras bebe un poco de un extraño jugo verde. Sophie tiene una extraña dieta verde.

Nos traen el desayuno y yo trato de seguir la conversación, pero me cuesta mucho concentrarme, lo bueno es que mis hermanos piensan que es por la sorpresa.

¡El amor es una mierda!Where stories live. Discover now