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Primer avistamiento a aguas pacíficas.

Chaeyoung mecía suavemente sus descalzos pies sobre el colchón, mirando sobre ellos la pantalla de su televisor mientras comía un plato de galletas oreos y acariciaba a su gato, quien estaba recostado en su regazo.

Era un miércoles de descanso, ya había hecho todos sus deberes y estudiado para cualquier prueba futura, su madre se había quedando trabajando hasta tarde para tener el día de mañana libre, así que la adolescente tenía la casa completamente sola.

Para cualquier otra persona de su edad eso sería como el paraíso, invitar amigos prohibidos, tener sexo con su pareja, emborracharse o drogarse, cualquiera de esas estúpidas cosas que hacían sentir a los adolescentes los reyes del mundo.

Pero ahí estaba Chaeyoung, comiendo dulces, con su gato como su única compañía y mirando Frozen.

Y no lo cambiaría por nada.

Pero iba a tener que hacerlo.

Y no lo sabía hasta que el timbre de su casa sonó.

Con el ceño fruncido bajó la escalera de su casa y abrió la puerta principal.

—¿Qué haces tú aquí? —Cuestionó con amargura, mirando con fastidio a la chica parada frente a ella.

—Es miércoles, lista —Suspiró Jennie, mirándola con obviedad.

Chaeyoung la miró de arriba abajo, alzando una de sus cejas al ver su ropa, usaba un short de jeen gris, zapatillas del mismo color y una camiseta negra sin mangas con el logo de una banda que la pelirroja nunca había visto en su vida.

Muy a su pesar la neozelandesa se hizo a un lado para dejar pasar a la castaña, quien le dedicó una de sus sonrisas socarronas de siempre.

Chaeyoung ya la había aguantado aquellos días de escuela, y siempre era la misma estresante persona, en ningún momento podía ser algo amable, y aquello le daba ganas de matarla.

—¿Te vestiste así sólo para mí? —Rió Jennie, mirando con atención el pijama rosa de Chaeyoung mientras cerraba la puerta con llave.

Chaeyoung hizo ojos bizcos y con la banda elástica que tenía en la muñeca recogió su cabello en una coleta alta mientras volvía a subir las escaleras, ésta vez siendo seguida por Jennie.

Al llegar a su habitación Chaeyoung se acercó a su escritorio, e inclinándose para mover algo bajo él hizo que éste se pudiera doblar, haciendo que la tabla de madera que antes era completamente horizontal tuviera forma de L.

Jennie miraba sentada desde su cama a la chica mientras comía una de las galletas del tazón sobre el colchón, no mentiría, para ser alguien tan estirada y estresante tenía un buen culo.

—¿Cuándo cumples años? —Preguntó la castaña, mirando a la neozelandesa que cada vez se inclinaba más hacia el suelo para ajustar el aparato bajo la mesa, el cual no parecía ajustarse ni con un milagro.

—Ya los cumplí —Jadeó, metiendo su cabeza bajo la mesa para mirar qué demonios le estaba dando tantos problemas.

—¿Cuándo?

—Once de febrero.

—Tienes dieciséis ¿no?

—¿Qué edad tendría sino?

—Yo tengo diecisiete.

—No me sorprende que hayas repetido un año.

Jennie la miró con fastidio, todo el buen humor que le había dado su cuerpo se lo había quitado su personalidad.

Under the blooming roses - ChaennieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora