Capítulo 3

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Apenas eran las nueve de la mañana cuando una llamada procedente de mi teléfono móvil me despertó. En la pantalla se podía ver el nombre de Bikina.

-Ana, me acabas de despertar, espero que sea importante porque estás a punto de romper nuestra amistad- dijo con la voz ronca y los ojos pegados.

-Buenos días a ti también cariño.. Hablé con los organizadores de tu firma de hoy en Madrid y nos han dejado ir a verte- mientras la canaria le comunicaba la noticia, su voz sonaba emocionada.

-¿Venís? ¿Pero quiénes venís? Qué ilusión Ana- bajó el tono de la voz al acordarse de que Adriana aún seguía durmiendo en su cama y podría despertarla.

-Eso es sorpresa chico, nos vemos- y tras esta breve despedida, colgó la llamada, dejando a Luis con ganas de saber más.

-Adriana, Adriana- dijo mientras la movía suavemente intentando despertarla.

-¿Qué pasa Cepeda?

-Me han llamado los de Fnac. Han cambiado la programación de la firma y tengo que llegar cuanto antes.

- Vale, llámame después si necesitas algo-  dijo poniendo cara pícara, y tras un corto beso en los labios, se vistió con la ropa de ayer y salió por la puerta.

Conoció a Adriana hace un año. Puede que por necesidad, pero le ha distraído en sus peores momentos, y siempre le estará agradecido por eso. Llevan acostándose desde la primera noche que quedaron, y a pesar de dejar claro que por parte de los dos esto no iba a llegar más lejos que un lío de una noche, fueron muchas las veces que se perdieron en las sábanas, y ninguno de los dos tenía la intención de frenarlo.

Me quité los calzoncillos y me metí en la ducha con el agua a la temperatura perfecta. Mientras escuchaba música de fondo, un anuncio me sacó de mis pensamientos en los que debatía si ponerme una camiseta básica o una camisa. La emisora de radio anunciaba la próxima gira "Déjate llevar", y me acordé de mis primeros conciertos que terminé compartiendo con Roi y Miriam en distintas ciudades. Sin duda, eso formó parte de mis principios, nunca mejor dicho.

Me sequé con la toalla y me lavé los dientes, haciendo una nota mental de que bebía comer algo para no desmayarme durante la firma.

Finalmente me decidí por llevar una camisa básica blanca, lo que sorprendería a todos mis fans.

Apenas eran las once cuando llegué, seguido de mi fiel amigo y productor Sergio, que habló previamente con seguridad para anunciar mi llegada.

Entré por las salidas de emergencia evitando ser visto, y cuando llegué a la sala en la que tendría que esperar pedí que subieran un café con chocolate, mi adicción desde que salí de la academia de Operación Triunfo y una de las pocas cosas que aún conservaba. 

-Luis, debes estar orgulloso por todo lo que has conseguido, campeón, hay gente haciendo cola desde el miércoles y han acudido más de dos mil personas, has obligado a la policía a cortar el tráfico en las siete manzanas siguientes al Fnac- le comentó Sergio mientras el cantante se bebía su café.

-Claro, todo eso es muy bonito, pero no dices nada de las mil personas que se van a quedar en la calle porque solo me dejan firmar a quinientas y tan solo puedo alargar la firma a unas mil- y en su voz se notaba la rabia por querer y no poder, al fin y al cabo eso no dependía de él.

-Bueno, hoy verás a algunos de tus amigos, sonríe, te espera un gran día- añadió Sergio a modo de ánimos.

La firma comenzó a las doce, y esta vez podía firmar mis dos discos, Principios y Miedos, dos trabajos totalmente distintos, uno lleno de amor y el otro a rebosar de dudas, pero los dos fueron acogidos con mucho éxito.

Tras una hora y media de firma, mi sonrisa aumentó cuando Sergio se acercó para decirme que iban a sacar a mis amigos. No tenía ni idea de quién venía, pero solo con saber que Ana sería una de ellas mi felicidad aumentaba por segundos.

Y entonces la vi, vi a mi bikina que vestía una falda y un top, preciosa como siempre. Le firmé mis dos discos y me levanté para estrujarla entre mis brazos.

Apenas me dio tiempo a sentarme cuando levanté la vista y vi a Amaia. No me lo podía creer. Hacía tres meses que no nos veíamos y  seguía igual ,con la misma sonrisa y las mismas ganas.

El saludo fue mucho más efusivo que el de la canaria y la alegría rebosaba por cada poro de mi piel, pero tras verla marchar, todas mis alegrías se transformaron en miedos, y de la mano le siguieron las dudas de no saber qué hacer ni como reaccionar, porque allí estaba ella, después de un año, con su sonrisa forzada, tendiéndome mi último disco para que se lo firmara.

Aún no podía asimilar que esa persona fuese Aitana, porque había algo en ella que me decía que no era la misma.

Dejé mi firma estampada en el disco, y al ver que se acercaba a mí me levanté a saludarla. Y pasó. Pasó ese abrazo, pasaron emociones, sentimientos, pasó de todo menos el tiempo, y al separarnos, la seguí con mi vista hasta que abandonó el escenario.

Hice una parada de cinco minutos, en la que aproveché para mandarle un mensaje a Ana proponiéndole almorzar juntos. Todo esto había sido muy impactante, pero quedaban muchas cosas que aclarar, y así continué la firma, con una cara de desconcierto que hasta un ciego podría apreciar desde lejos.


Por Última Vez-AitedaWhere stories live. Discover now