capítulo 6

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Entro a la habitación lo más en silencio que puedo y la miro analizando algunos detalles.

Roi ha cambiado toda la decoración. Ahora los muebles son blancos y parece mucho más amplia y lujosa. Una madera de color oscuro viste el suelo y sobre él, la alfombra gris ocupa la gran parte. La cama está situada en medio, quedando justo delante de la ventana. Las cortinas blancas se mueven al compás del viento, y el pelo de Aitana parece querer seguirle el ritmo, bailando de un lado a otro . El flequillo le tapa gran parte de la cara y llega a ocultar sus ojos, pero deja a la vista su mejilla derecha, achuchada con la almohada y cubierta de su baba. Es adorable durmiendo. 

-Aiti, Aiti- le toco suavemente la cara mientras la muevo- Venga despierta, has dormido mucho.

Tres minutos después, parece que su cerebro analiza mis palabras y abre los ojos. Por un momento me mira con cara de no saber qué pasa, pero su cabeza le recuerda lo ocurrido hace unas horas mientras le da pinchazos.

-Me duele la cabeza- dice con voz ronca mientras se lleva la mano a la frente.

-Te he traído paracetamol- y le tiendo la mano en la que tengo el vaso con la medicina disuelta, porque ya sabemos todos lo mala que es Aitana para tragarse una pastilla.

-Gracias- susurra cuando se ha bebido todo el agua - Quiero irme a casa, Luis.

- Dame las llaves de tu coche, yo te llevo.

-Están en la entrada. ¿Puedes coger mi móvil? Creo que está...

-Sí, ya voy a por él- la interrumpo a mitad de la frase mientras salgo de la habitación. Ya sabía dónde estaba el móvil, Roi, Ana y yo lo dejamos en la mesa del salón después de leer todos esos twits que le provocaron el ataque de ansiedad.

Aitana se lavó la cara, se peinó el flequillo, y tras despedirnos de nuestros amigos, salimos de casa y nos montamos en el coche.

No tardamos mucho en llegar, vivía bastante cerca y cogimos el ascensor para llegar más rápido.

-¿Quieres pasar? Preguntó Aitana mientras abría la puerta.

Sin obtener respuesta alguna por mi parte, me adentré en el piso.

Olía muy bien, Aitana y la vainilla, la vainilla y Aitana.

-¿Te apetece comer algo? Puedo hacerte lo que quieras.

-Déjalo, no tengo hambre- dijo mientras se sentaba en el sofá -Luis, yo..., lo de twitter..., la prensa...

-Aiti, enserio, no te preocupes, podemos hablarlo en otro momento.

Quizás la tensión era muy notable en el ambiente. Mi teléfono resonó por toda la sala y la situación empeoró.

Descuelgo la llamada bajo la curiosa mirada de Aitana, y no aparto mi vista de la suya durante toda la conversación.

-Adriana...

- ¿Dónde estás Cepeda? Te he llamado diez veces durante todo el día y me respondes ahora, a las siete de la tarde...

-Voy para ya, no te preocupes- respondo lo más calmado posible para aparentar normalidad.

-¿Ocurre algo cielo?- pregunta extrañada, esta vez le notaba más serio de lo normal.

-No, está todo bien, voy llegando.

-Te espero en casa. Te quiero.

-Sí, yo también- y tras esto colgué la llamada.

-Esto...yo... Será mejor que me vaya- le digo a Aitana con cierta incomodidad mientras señalo la puerta.

Ella coloca sus piernas en una fracción de segundo, quedando sentada cual indio en el sofá, y asiente despacio apretando los labios - Adiós Luis.

-Adiós pequeña, nos vemos- y cierro la puerta al salir.

Respiro hondo, todo ha sido muy raro, y mi nerviosismo vuelve cuando pienso en Adriana y caigo en que tendré que explicarle todo en el caso de que se haya puesto al día en cuanto a las noticias. Pero es que no hay nada que explicar y todos los problemas se me aparecen de repente, así que cojo aire y toco en el timbre de casa. Mis pensamientos me han tenido tan distraído que no se cómo he cómo he llegado tan rápido.

Una Adriana sonriente me abre la puerta y se tira a mis brazos, seguidamente busca mis labios y comienza a besarlos como si me hubiese echado mucho de menos.

-Lo siento cari, las cosas se me han complicado...- intento decir entre beso y beso.

- No te preocupes, seguro que me lo puedes compensar.

Los besos tenían cada vez más intensidad.

-No, realmente no se si me apetece...- me interrumpió cuando pasó su mano por mi entrepierna- Que coño, sí que me apetece - ahora era yo el que buscaba sus besos, y cogí todo su peso para llevarla al sofá.

Las prendas de ropa se esparcieron por todo el suelo, y aunque esto solo complicara aún más las cosas, por un momento pude olvidarme del mundo, porque éramos ella y yo, en mi ático, en mi sofá, haciendo un nuestro, nuestro instante, nuestra vida.



Por Última Vez-AitedaUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum