Capítulo 10

703 22 1
                                    

La noche se había abierto y las estrellas ganaron en la batalla a las nubes. El aire, agotado de correr y colarse por los huecos de las casas de los vecinos de Madrid, decidió disiparse, creando la típica noche de verano en la que los jóvenes adolescentes bajaban al parque a comer pipas y a hacer una balanza de sus vidas, que terminaba en los días de escuela que todos ellos decían odiar.
Pero ni Luís ni Aitana eran tan jóvenes ni iban a la escuela. Esa noche, no fue para nada, la típica noche de verano.

Luís se preguntaba si dos minutos eran más que suficientes  para pulsar el botón y abrir la puerta del edificio o si quizás, Aitana, necesitaba tres para hacerlo, pero sus dudas desaparecieron cuando, a través del cristal, al fondo, vio cómo las puertas del ascensor se abrían completamente.
Aitana llegó hasta la puerta detrás de la cual la esperaba el chico, llevando un pijama corto y una coleta con el flequillo demasiado despeinado para su gusto.

-Qué pintas lleva- pensó él, imaginándose la escena minutos anteriores en el piso de la catalana, donde aparecía ella tumbada en el sofá con Netflix y palomitas.

-Joder qué pintas llevo- pensó ella, acordándose del último polvo que acababa de echar hace apenas quince minutos con Miguel mientras abría la puerta.

-¿De qué quieres hablar? - fue directa al grano, como si un segundo más con él fuese suficiente para perder el hilo de la conversación.

-Esto... Yo..., Aitana, quiero arreglar las cosas- la chica alzó una ceja como si no entendiese nada, aunque ya sabía por dónde iban los tiros - No sé, estamos muy distantes y no me gustaría pasar estas vacaciones haciendo como si no existieras porque no nos miremos ni a la cara.

-Llevas haciendo como si no existiera un año, pensaba que te habías acostumbrado a ello.

-¿Qué? - esa afirmación dejó a Cepeda desconcertado.

- A ver Cepeda, ¿me equivoco? Porque yo creo que no. ¿Acaso me has tenido presente mientras yo no estaba? ¿Has escuchado alguna de mis canciones? O no sé, ¿me has llamado alguna vez todo este tiempo? - su voz sonaba firme, el corazón ya estaba echo pedazos.

-¿Sabes? Podría hacerte las mismas preguntas - Luís no sabía cómo afrontar esto, simplemente eran unos reproches con los que no había contado.

-Vale, pero yo he preguntado primero--la voz de Aitana se endurecía cada vez más, al mismo tiempo que cruzaba sus brazos y aguantaba todo su peso en la pierna derecha, inclinada ligeramente hacia delante.

-Intentaba olvidarte, olvidarlo, todo, aunque parece que para tí fue muy fácil huir- Luís, nervioso, imitó el gesto de la catalana y cruzó sus brazos, estando aún más distante si de por sí les separaban 3 metros.

-Alomejor me estabas esperando, porque no sé si te ha funcionado eso de olvidarme - respondió Aitana, clavándo sus ojos en los de él con la ira rebosando por todos sus poros.

-¿Y tú? ¿Ya me has olvidado? - Luís sentía pena, porque esta no era, ni de asomo la reconciliación que él había imaginado, una y otra vez, antes de cerra los ojos antes de dormir.

-Hasta hace tres minutos no me acordaba ni de tu nombre--añadió, furiosa mordiéndose el labio, con miedo, por si acaso la verdad salía y lo soltaba todo.

-Es verdad Aitana, para mi no existes- el labio inferior temblando, arropándose entre los dientes, los ojos de Luís, como embalses de agua a punto de desbordarse tras la tormenta, y el odio, golpeando con fuerza todas sus puertas - adiós- y se marchó, pero no solo de su casa, también de su vida.

Aitana cerró la puerta de un portazo, los vecinos pensarían que los cristales del gran portón saltaron echos añicos, pero a ella poco le importó, pues sus ojos estaban inundados de lágrimas que más que tristeza llevaban rencor, y el color rojo adornaba sus mejillas.

Dejó el ascensor a un lado y subió las escaleras, a zancadas y a zapatazos, como los niños pequeños que se enfadan y no dejan de hacer ruido hasta que las personas que le rodean han captado el mensaje de que están enfadados.

-Joder, esque yo ya te dije adiós hace mucho tiempo--y aunque esa frase resonó en su cabeza, al salir de sus labios sonaba mejor, como si fuera más real.

Aitana llegó a casa jadeando por el gran esfuerzo tras subir hasta el ático escalón a escalón, y fue directa a la cocina a por un vaso de agua. Con el móvil en la mano, sorprendiéndose de sí misma por no haberlo lanzado hasta romperlo, marcó el número de Amaia.

-¿Aiti?- Le extrañaba, claro que le extrañaba, la catalana le llenaba el chat de mensajes, pero las llamadas sólo eran para emergencias o crisis sentimentales, y resulta que era la segunda opción.

-Joder, he discutido con Luís, pero a lo grande ¿sabes? - su respiración era más agitada que antes y el llanto no cesaba, en estos momentos Aitana era un grifo.

-Ei, Ei, relájate, no pasa nada--dijo mientras se levantaba del suelo donde estaba haciendo la maleta junto a Ana y Roi - un segundo, ahora vengo, es Aitana- añadió a sus amigos tapando el altavoz-- A ver, cuéntame qué ha pasado.

Aitana se desahogó, sí, relamente lo hizo, pero no se sentía mejor ni mucho menos.

Ella tenía su vida, su nueva vida, con Amaia, Ana, Roi, Raúl, Agoney... No con todos mantenía el mismo contacto ni la misma confianza, pero su familia de OT era intocable. En esta nueva vida también aparecían sus amigos de siempre, los de Barcelona, los nuevos de San Francisco, su familia y Miguel. Miguel era la novedad.

Los actores viajan mucho, y encontrarte a tu actor favorito de la serie en la otra punta de España ayuda, o por lo menos a ella le sirvió. Netflix apostó por una segunda temporada distinta, y como el crímen se estaba resolviendo, los protagonistas huyeron de su ciudad anterior tras ser acusados de sospechosos, y esta ciudad nueva no era, nada más ni nada menos, que San Francisco.

Los dos meses de rodaje en tierra extranjera fueron intensos, pero Aitana topó con ellos a la primera semana de trabajo. Con Miguel fue con quien tuvo más afinidad, tanta, que en menos de dos semanas las sábanas de su cama se adornaban con un perfume nuevo, mucho más varonil que el que acostumbraban a desprender.

Pero, en su nueva vida, Luís no tenía espacio, y no es que quisiera dejarle un hueco precisamente ahora, porque bastante ocupaba en su cabeza, andando de un lado a otro, a cualquier momento del día.

Pasadas las 3 de la madrugada, el gallego terminó su maleta. No tenía prisa, es más, estaba tan aburrido que se molestó en planchar las pocas camisas que llevaba, y después de terminar el último cigarrillo del paquete, hizo una nota mental para volver a comprar otro mañana por la mañana.

Revisó el móvil. No había nada. Roi estaba al día de la masacre de esa noche, masacre porque en Luís se murió todo, más bien lo mató él, con el mismo mechero que una vez, le avivó entero.

Había sido un día muy largo, y Noruega no pintaba nada bien.

Por Última Vez-AitedaWhere stories live. Discover now