Capítulo 7

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LUIS

-El talento se cuenta con los dedos pequeños de las manos.  A lo mejor tenemos la suerte esta noche de conocer también a uno que empieza a contarnos a puñados , un niño con muuucho arte, mucho talento, de Galicia. Se llama Luis, se apellida Cepeda. Esta noche, con todos ustedes, un grande, señoras y señores,  el señor Luis Cepeda.

Los gritos resonaban por todo el auditorio, y Antonio me había presentado exactamente igual que hace dos años en Barcelona. Los nervios me invadían todo el cuerpo y me sudaban las manos.

Los primeros acordes de guitarra comenzaron a sonar , y mi voz a desgarrarse con ellos.

-Jamás, lo vi, hacer tantos desplantes a la muerte, jamás. Yo vi contar atrás de un solo paso y a mi, me duele el no saber como imitarte ...

-Corazón, por siempre, serás, mi héroe.

Me bajé del escenario entre aplausos, besos y abrazos por parte de todo el equipo de Antonio Orozco. Realmente pienso que la base de un buen concierto es, sobre todo, el equipo de sonido y los efectos especiales, pero Antonio, sin duda, lo superaba con creces. Cada concierto era único, pero ahora este ocupaba el primer puesto en mi lista de conciertos favoritos..

Cuando estaba seguro de haberme despedido de todos entré a mi camerino, y mientras me quitaba mis In- Ear, Sergio, mi representante y director de la compañía discográfica, entró acompañado de Adriana, que hoy se había empeñado en venir a verme, aunque no sabía del todo el por qué de su insistencia, ya que siempre prefería quedarse en casa y verme desde cualquier directo.

-Hola cielo- la saludé mientras dejaba un beso en sus labios.

-Hola amor, he hablado con Roi y Cris, nos esperan en la discoteca.

-Vale, espérame fuera, voy enseguida.

Cuando cerró la puerta al salir, Sergio y yo comentamos un poco la actuación. Había salido bastante bien vocalmente, sin desafinar y le había puesto mucho sentimiento, hasta el punto en el que se me escaparon lágrimas al final de la canción, así que, con un buen sabor de boca, dejé a Sergio en los camerinos para cobrar por la actuación de esta noche y me monté en la furgoneta negra junto a Adri.

Aún era pronto, las agujas del reloj no pasaban de las doce y media, pero la carretera estaba muy tranquila, así que sin atascos, pudimos llegar a nuestro destino antes de lo previsto, y tras avisar a Roi, entré con Adriana en la discoteca y comenzamos a bailar.

Pasaron varias canciones, cuando, puede que a causa del alcohol, me paré para mirar a Adriana bailar, y creo que aquella era la primera vez que la miraba desde tan cerca.

Su pelo rubio caía sobre sus caderas, y estas se movían siguiendo el ritmo de la música. El vestido corto que se puso esa noche resaltaba sus piernas largas, y daba la sensación de que era más alta. Subí la vista, despacio, apreciándolo todo, hasta posar mis ojos en su rostro. Sus ojos eran pequeños, pero de un azul intenso en el que podías perderte fácilmente, y sus labios, finos y delgados, resaltaban con ese pintalabios de color rojo.

Han sido muchas las veces en las que pensé en qué hubiese sido de mi si Adriana no hubiera aparecido en mi vida, y aunque le debo mucho, algo me impide ponerle una etiqueta a lo nuestro, y tampoco me he dejado mostrar en público con ella.

Mis manos se sintieron atraídas por los imanes de su cuerpo, y mientras bailábamos, Roi y Cris se unieron a la fiesta.

Los ron-colas se acumulaban, uno tras otro, casi sin margen de descanso, y en poco tiempo hicieron efecto, por lo que decidimos irnos a casa.

-¿A qué te apetece jugar hoy, cari?- pregunté mientras la miraba con picardía.

-No, hoy duermo en casa. gracias por esta noche- y se despidió con un abrazo, pero cuando reaccioné ya estaba montada en el taxi, cosa que me sorprendió, porque ella no decía que no a pasar la noche juntos. Finalmente, cogí otro taxi y me dirigí a mi ático.

Mi cabeza pesaba más de lo normal y mi boca apestaba.

Miré el reloj de la mesita de noche y eran las 9 de la mañana. He de admitir que la resaca me hace madrugador.

En estos momentos, mi mejor amiga es una pastilla de ibuprofeno, y mientras espero a que haga efecto me vuelvo a tumbar en la cama, esta vez con el móvil en la mano.

Esto es muy raro, no dejan de entrar notificaciones en todas mis redes sociales, y en WhatsApp tengo varios mensajes de mis productores.

No se qué está pasando hoy, pero seguro que será cualquier tontería, así que entro en Twitter para encontrar esa noticia que está revolucionando a la gente un sábado tan temprano, pero mi cara es un poema cuando la leo, y ya lo entiendo todo.

"Luis Cepeda es visto en una discoteca de Madrid bailando junto a su nueva pareja tras actuar junto a Orozco en el Teatro Nuevo Apolo"

Ahora podía imaginarme los mensajes de mis productores, y en cierta manera tenían razón, porque otra vez, lo primero era mi pareja o la supuesta pareja, y después, la música. De hecho esta vez no se mencionaba nada de mi actuación, todas las noticias estaban relacionadas con Adriana, que por suerte, no era ningún personaje público y no lograban  saber quién era.

En un par de calles algo más alejadas del centro de la capital, Amaia se despertaba al notar un gran peso en la cama.

Aitana estaba sentada de piernas cruzadas justo en el borde del colchón y la miraba con los ojos rojos.

-Aiti, has estado llorando?- preguntaba aún con la voz ronca.

-¿Era esto lo que no me querías contar?- le respondió mientras le mostraba la pantalla del móvil en la que se podía leer la noticia del día, de la semana, o incluso del mes.

-No es lo que parece, pequeña, ya sabes todo lo que puede mentir la prensa sobre algo insignificante.

Sonriendo de lado, con los ojos llorosos, abandonó la habitación sin decir ninguna palabra.

-Ostras, vístete, llegamos tarde Amaia- gritó desde el cuarto de baño.

Habían quedado todos a las once en un cafetería que quedaba cerca del piso de Aitana para organizar su escapada a Noruega, pero ella no estaba segura de que fuese una buena idea.






Por Última Vez-AitedaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant