Capítulo uno: Esto es lo que soy ahora

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Recuerdo a la perfección el día en el que me convertí en lo que soy, el día en el que las voces me dominaron y se apoderaron de mí, el maldito día en el que decidí actuar por mí misma y hacerle daño a las personas que me hicieron daño tanto a mí como a otras personas.

La verdad, no me arrepiento de nada.

Todavía me hospedaba en Alemania por la beca de estudio que había obtenido unos años atrás.

Ese día hacía más frío que nunca y aun así me quedé parada en la salida esperando a que llegaran Elisa, Kailani y Aedrik.

Mis mejores amigos desde que ingresé a la universidad.

Los tres un tanto distintos.

Elisa era una italiana bastante guapa, alta, de piel morena al igual que su cabello y con unos preciosos ojos cafés.

Pero toda esa hermosura quedaba echada a un lado una vez empezabas a conocerla.

Era terca, amargada y una crítica ácida de lengua venenosa cuando de trabajos escritos se trataba.

Aunque en el fondo era un amor de persona.

Kailani por otro lado era una chica extrovertida, de fiestas que disfrutaba con todo de los encuentros de una sola noche.

Una chica sensual, coqueta, su piel era caucásica, algo pálida a decir verdad, su cabello era lacio de color chocolate al igual que sus ojos y con una preciosa sonrisa que casi siempre iba cargada de picardía.

Aedrik por otro lado era un tanto más serio y un poco distante, pero una vez lo tenías de amigo no te faltaba nunca.

Elisa bajó de su auto y caminó hacia mí de brazos cruzados a modo de abrazo a sí misma, se notaba que su abrigo tenía relleno, pero aun así parecía estar a punto de tiritar.

—Sin comentarios, por favor —Soltó una vez estuvo frente a mí y nos saludamos con un corto abrazo.

—Hoy hace un frío horrible —Comenté metiendo las manos dentro de mi propio abrigo.

—Créeme, no hace falta mencionarlo para que me dé cuenta —Respondió, soltó un soplido y logramos ver su aliento en el aire por el ambiente que se cargaba todo—, estamos en Amsterdam, no en el Polo norte, carajo —Se quejó, yo solté una risotada.

—¿No sabes dónde está Kailani?

—No tengo ni la más mínima idea... —Y tal como si con decir su nombre la hubiese invocado, nuestra amiga apareció con un abrigo lleno de relleno color rojo, unos jeans negros ajustados, botas altas, contoneando sus caderas de manera leve pero sensual, y con su voz suave nos saludó.

—¡Ya llegó por quién lloraban! —En su rostro se pintó una sonrisa nos dio un beso en la mejilla a ambas—, ¿Me extrañaron? Por supuesto que sí, ¿Cómo no extrañar a esta divinidad de mujer? —Respondió, Elisa hizo rodar sus ojos y como era normal en ella, siempre podía poner en su lugar a nuestra amiga cuando hacía comentarios narcisistas.

—¿Por qué no extrañar a esta divinidad de mujer? —Se tomó la barbilla como si estuviera pensando cómo resolver la interrogante, luego alzó su dedo índice cual caricatura que se le enciende un bombillo sobre la cabeza al tener una idea—, ¡Oh, ya lo sé!, ¡Ya tengo la respuesta! Tal vez porque no eres el centro del universo, tal vez porque no eres un hit de los noventa o simplemente porque existen miles de cosas a las cuales extrañar, y no necesariamente eres una de ellas —¿Ya mencioné que la lengua de Elisa era venenosa? Y si ya lo hice, he de repetirlo.

HalseyHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin