Cuatro

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CAPÍTULO 4

El resto del día, Aruma se la pasó metida bajo las sábanas, odiando al mundo entero, exceptuando, desde luego, al chico de la montaña. Él parecía ser el único que había entendido su situación por haber pasado lo mismo con sus padres; y aparte de ser sumamente atractivo, no podía dejarlo escapar tan fácilmente. Él tenía algo que ella necesitaba: Comprensión y lo más importante, la destreza de hacerla sentir protegida y hacerla sonreír y reír.

Se negó a probar bocado cuando Elise llamó a la habitación para que saliera a comer, pero la ignoró. Lo único que quería era regresar a casa o buscar a Cian Mackenzie. Pero ninguna de las dos opciones estaba cerca de sus manos.

-Aruma, por favor, perdóname. Ashton me obligó a decirle a dónde habías ido y se lo conté—balbuceó Elise detrás de la puerta. Se la había pasado llorando para que Aruma le abriera y le dejara dar una explicación, pero como no sucedió, tuvo que improvisar—te fue a buscar, pero al no encontrarte, entró en pánico y despertó a los profesores. Pero te juro que no era mi intención arruinarte la mañana.

Tras escuchar sus palabras, Aruma se revolvió incómoda en la cama, sopesando la idea de abrirle la puerta o dejarla sufrir un poco más. Optó por lo segundo y la torturó veinte minutos más hasta que se dignó a abrir. No esperaba una reacción calmada por parte de Elise, pero tampoco esperaba ser abrazada por ella con mucho dramatismo hasta tirarla al suelo.

- ¡Perdóname, por favor! –lloriqueó.

- ¡Ya, ya! ¡Basta, Elise! ¡Suéltame! –farfulló, liberándose de sus brazos.

-En serio no fue mi intención. No quería...

Entonces Aruma la cogió de las mejillas y se las apretó un poco, haciendo que ella la mirara a los ojos. Elise se estremeció.

-He dicho que basta, Elise. Cálmate o te echaré de nuevo de la habitación.

La rubia asintió con lágrimas en los ojos hasta que por fin se tranquilizó y Aruma logró sentarse al borde la cama, observándola con desdén.

-Acepto tus disculpas, pero a partir de ahora, quiero que, por ningún motivo, me dejes a solas con Baker—sentenció—no deseo tenerlo cerca.

- ¿Puedo preguntar...?

-No. No puedes preguntar la razón. Simplemente no quiero ser su amiga ni nada que tenga que ver con él—gruñó, encolerizada.

-Ashton es un buen chico, Aruma. Él no tiene la culpa de que se haya preocupado por ti. Me hubiera puesto muy feliz si se hubiese puesto histérico si yo desaparecía—resopló, resignada.

Aruma se mordisqueó el pulgar, debatiéndose internamente en confesarle su encuentro amistoso con el chico de la montaña a Elise o guardárselo para ella; pero si pretendía ir a buscarlo a hurtadillas, tenía que contárselo, pero sin entrar en detalles.

-Además, te fuiste durante mucho tiempo, Aruma. Si Ashton no hubiera avisado de tu ausencia, lo hubiese hecho yo. Dijiste que solo un rato y fue más que eso—le reprochó.

-Entablé una conversación con una persona en el bosque—le informó—y se me fue el tiempo, eso es todo.

- ¿Había una persona en el bosque? –frunció el ceño.

-Sí, era un chico—suspiró y se perdió en sus pensamientos.

-Ese suspiro me da a entender que te ha gustado—chilló, emocionada.

Aruma rodó los ojos y negó con la cabeza.

-No, no me ha gustado—mintió—pero fue gentil. Me ayudó a volver a las cabañas porque me perdí y en el camino charlamos.

LATIDO ETERNO© Libro I, Próximamente en FísicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora