Capítulo 9

72K 3.7K 689
                                    

La gran fogata.

Luego de nuestro pequeño encuentro, líder, sí, ese era su apodo, nos puso a trabajar de nuevo, y para mi mala suerte, me tocó al lado de Demon.

Estuvimos un rato en silencio organizando la ropa.

—¿Sabes? No creo que seas malo —comenté mientras doblaba una camisa.

—Já, ¿qué te hizo pensar eso? —preguntó con un tono burlón, el cual decidí no prestarle atención.

—Pues, te vi dándole vueltas a Princesa, y estas aquí —dije encogiéndome de hombros.

El rió sarcásticamente, así que lo miré.

—Necesitas quitarte esos lentes —me dijo con una sonrisa torcida en su rostro.

Fruncí el ceño.

—¿Qué lentes? —pregunté confundida, dejando la camisa en un montón.

—Los que te hacen ver todo color de rosas —dijo poniendo los ojos en blanco.

Di un grito ahogado.

Me sentí ofendida, no era tan ilusa como para vivir en una burbuja y no darme cuenta de la realidad.

—¿Siempre tienes que estar a la defensiva? Solo quería conversar —dije molesta, y volví mi vista al sweater que estaba doblando.

—Pues, ya ves, no soy alguien para conversar —dijo también irritado—. Además, solo hice lo que esa niña malcriada me pidió para que no me estuviera fastidiando luego. ¿O por qué crees que su apodo es Princesa? Y tampoco estoy aquí por gusto y gana —su voz tenía un tono amargo.

Dejé escapar un suspiro antes de hablar.

—Bien, de acuerdo. Entonces, ¿por qué estás aquí? —pregunté resignada.

—Me sentenciaron a un año y dos meses de servicio comunitario —giré a verlo rápidamente. Él lucía impasible.

—¿Qué hiciste? —pregunté algo temerosa por la respuesta, aunque no debería estarlo, ya que no pudo ser nada grave si tiene que hacer servicio comunitario.

—Dejé a mi antiguo compañero de laboratorio inconsciente. Pude haberlo matado, pero la policía llegó a su rescate —dijo como si no fuera nada.

Quedé impávida por lo que había escuchado.

Cuando Sam me lo contó, había tenido la esperanza de que hubiese sido solo un cuento.

—¿Estas tratando de asustarme, verdad? —Tragué el nudo que se formó en mi garganta—. Ya sabes, porque somos compañeros y eso —mi voz se fue haciendo más pequeña a la medida que hablaba.

Me miró unos segundos. Sus ojos cobalto no expresaban nada.

—Yo nunca miento —esas tres palabras hicieron que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo.

—Ah, de acuerdo —dije con la voz aguda.

Decidí quedarme callada y volver a trabajar.

Volvimos a estar en silencio por un rato más, a eso de las seis y cuarenta terminamos de organizar una parte de lo que se enviaría el domingo. Todos salimos de la iglesia y nos despedimos para luego alejarnos. Vi a papá hablar con el pastor en la acera, y antes de moverme hacia ellos, me giré para ver que Demon ya comenzaba a alejarse.

—Oye —lo llamé, y él volteo a verme—. ¿Iras a la fogata? —pregunté curiosa.

— ¿Muchas ganas de verme de nuevo? —dijo con una sonrisa arrogante.

Sweet Peril. (The Sweet #1) [EDITANDO]Where stories live. Discover now