Sacha

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Había pocas cosas que me disgustaban de ser la segunda al mando.

Yo sabía que Ryan no lo veía de esa forma, que se imaginaba que esta posición era una carga para mi, una que llevaba a regañadientes tal vez. Y sabía también que nuestra familia no estaba de acuerdo en que me haya apuntado a mi para el cargo, a pesar de que la tradición familiar implicaba que yo debía de ser la edificada para el cargo. Aun así, yo recordaba perfectamente las quejas emitidas en mi contra, como le habían aconsejado, prácticamente rogado a Ryan que considerara a alguien más, tal vez alguno de sus otros Alfas incluso William pero Ryan había hecho caso omiso.

Yo era muy desequilibrada, había dicho mi madre. Muy despreocupada, no podría tomarme el puesto con seriedad. Y si, puede que mi acercamiento al trabajo no fuera el ideal, pero me lo tomaba en serio e intentaba dar lo mejor.

Pero mientras iba manejando hacia el Granero, aquella duda paralizante que jamás me atrevería contarle a Ryan me invadía.

Esta era la parte del trabajo para la cual yo no me había ofrecido, esta era la razón por la cual entendia verdaderamente las dudas que se habían erigido en mi contra. Yo no siempre había estado en acuerdo con lo que Ryan hacía, pero lo que debía de hacer ahora me revolvía el estomago.

El Granero era una estructura que estaba en la mismísima propiedad de la casa de playa aquí en Los Angeles, ubicada a unos buenos quinientos metros de la casa, alejada por razones prácticas. Por fuera, el edificio parecía nada más que bueno, nada más que un granero, por eso el nombre. Tenía todo el aspecto de un lugar de almacenaje, como la decena de ellos que había en la enorme propiedad, sólo que un poco más grande.

Recuerdo una vez caminando con Kristal, a pocos días de que se hubieran ido los del Consejo determinando que debía de permanecer y actuar como la Mate de Ryan, habíamos llegado hasta aquí, explorando la propiedad.

—Tiene un aspecto extraño. Apuesto a que de noche parece sacado de una película de terror.

Había comentado ella entre risas, y yo había estado de acuerdo. Puede que el lugar pareciera normal, pero eso no significaba que no se sintiera algo extraño viniendo de allí, su verdadera esencia filtrándose por cada bloque y fierro.

En sus mejores momentos, el Granero es un lugar de tortura. En sus peores, el Granero era convertido en lo que es ahora.

Estacioné el auto y me bajé de un salto, sin molestarme en apagarlo. Quería irme de este lugar lo más prontamente posible.

En cuanto abrí la puerta, blindada con más de cinco cerraduras electrónicas y un sistema de reconocimiento de huellas dactilares, el olor me atacó.

No importaba cuanto se limpiara o intentara perfumar el aire, ese olor acrido y dulce permanecía en el lugar. El resultado de los experimentos de Ryan ofuscando por fin el siempre presente olor a sangre que el Granero solia tener.

Ahora este lugar olía a eso.

Ni bien mis pasos resonaron en el lugar y a débil luz de luna se filtraba por la puerta abierta, los gemidos comenzaron.

Eso era lo que yo odiaba más, no solo ese olor que te tapaba las fosas nasales hasta que solo podías oler esa cosa asquerosa, si no los gemidos de aquellos atrapados aquí. Gemidos de personas que rogaban ser rescatadas pero las cuales yo no podía ayudar.

Yo era su carcelero, después de todo.

Lo primero que hago, llevada por mi culpa, es levantar la calefacción. Siempre que vuelvo está al mínimo básico y Ryan siempre me recrimina el dispendio de recursos en prisioneros traidores, pero no puedo evitarlo. Este lugar tan grande suele enfriarse rápidamente, en especial ahora que las noches son mucho más frias que el verano y no quiero que sufran frío además de todo lo que están sufriendo.

Como siempre, ignoro a la figura sujetada a la camilla a mi derecha. Aquella que tiene toda una sección para ella sola y cuya respiración ahora sólo sale con un silbido lastimero. Es la que más culpa me genera. En su lugar me dirijo a la izquierda felizmente permitiéndome distraerme.

Ella esta despierta y alerta cuando me acerco y cuando remuevo su mordaza no intenta gritar, no como el primer día. Me revuelve el estomago su complicidad, ella ya sabe que gritar no hará nada.

—¿Qué día es?—Pregunta Mikah, su voz desecha e hice una mueca de dolor. Cada día su voz se agravaba más, cada día sabía que su cuerpo se deterioraba. Su pequeño cuerpo sujeto con correas a la camilla, su pequeño brazo inerte sujetado también, como si puediera hacer algo con él.

Los otros están igual, aunque en disintos grados del mismo estado. A excepción de Thomas por supuesto, el es quien está peor.

—Es martes, ayer estuve aquí, ¿recuerdas?

—Ha pasado un día,—murmura ella, sus ojos perdiéndose en la distancia—no me había dado cuenta.

Yo asentí, porque no sabía que otra cosa hacer.

—Ah,—dije recordando—te he traido algo.

Me apresuré a quitar sus ataduras para que pudiera sentarse en la camilla y le puse la masa en su mano.

—Lo recordaste,—dijo ella sorprendida pero complacida, sonriendo levemente al examinar la medialuna en su mano y el Granero se llenó con el ruido de sus pegajosos bocados.

—No nos queda mucho tiempo, verdad?—Pregunó ella de repente, sorprendiéndome— Dudo que Ryan nos vaya a dejar vivir mas tiempo.

—No, Ryan no quiere deshacerse de ustedes, no ha emitido orden alguna.

No dije lo que ambos sabíamos, que solo porque no lo haya hecho ya, no significaba que no fuera hacerlo. Y pronto.

—¿Y Kristal?

—¿Qué sucede con ella?

—¿Cuánto tiempo tiene ella, hasta que sufra lo mismo que nosotros?

Yo la mire con incredulidad.

—¡Ryan jamás haría eso! Ella es su Mate. ¿De donde has sacado semejante idea?

Ella se mantuvo callada, pero intuia que había algo que no me estaba diciendo.

—Mikah,—toqué su mano y me complació que no se alejó— vamos, puedes decirme. Se que no puedo hacer mucho al respecto...

—No es que no puedes,—su voz dura fue acentuada por su brusco retiro de su mano— es que no quieres. Tienes una elección, no como nosotros que estamos atrapados aquí.

—Mikah...—me desesperé, tenía que hacerle entender que no era mi culpa—no puedo contradecir una orden de Ryan, el es mi Bolga, nadie puede...

—¿Acaso te decías lo mismo cuando el la tenía a Kristal captiva aquí? Sabías que era lo que planeaba hacer con ella, pero seguro que te convenciste que no podías hacer nada para ayudarla. ¿Qué era la muerte de un Dobrovsky más? Y de seguro que piensas lo mismo ahora.

—Mikah no, no es eso en absoluto.

—Sabes, si crees que Kristal esta tan segura ¿por qué no le preguntas a Ryan? Dile a ver si no tiene un archivo con su nombre, listo para hacer con ella lo mismo que nos hizo a nosotros?—Ella suspiró, su pecho agitado—Me he cansado, vete.

Pero no lo hice permanecí allí hasta que ella se tumbo en la camilla y comenzó a aplicarse las ataduras ella misma. No pude verla y lo hice por ella.

—Lo lamento,—dije porque no sabía que más decir.

Permanecí un momento más antes de salir de allí.

Sus acusaciones haciendo mella en mi resolución.

¿Acaso estaba del lado correcto al apoyar a Ryan?

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