TRECE: PARADIGMAS

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Paradigma es una mentalidad, un conjunto de valores asumidos por la sociedad como regla. Un paradigma es una idea presupuesta correcta, única y verdadera.

Caemos por la gravedad. Paradigma de la física.

Los paradigmas están en todos lados, y pueden ser tan buenos como malos. Simplifican el día a día y alimentan los prejuicios. Todo a la vez.

Que sean correctos, únicos y verdaderos, es un acuerdo, por lo que, a pesar de ser una cuestión difícil, pueden romperse.

Los discapacitados necesitan ayuda.

Ese es un paradigma en nuestras mentes, que aparece al ver una rampa, o un estacionamiento reservado. Nos impregna desde pequeños y lo pasamos de generación en generación.

Ellos son diferentes, ellos necesitan ayuda.

Qué tal: Todos necesitamos ayuda, o mejor, todos somos discapacitados de cierta forma.

Ariel no podía subir una escalera, yo no podía expresar mis sentimientos con libertad.

Él necesitaba un ascensor, yo necesitaba conocerlo.

Otro paradigma, aunque más discutido, hombres y mujeres no pueden ser amigos.

Ese creí haberlo roto con Mario. Éramos un ejemplo de amistad sin otros intereses. Hasta que a él se le ocurrió quererme más de la cuenta.

Habría sido bastante llevadero si yo no hubiese estado queriendo a otra persona al mismo tiempo. Un cercano de él, su hermano. Y no sería mayor problema si a Ariel yo le fuera indiferente, pero a la vida le valen tus planes.

Escucharlo decir lo que era correcto y lo que no, me mostró en qué tipo de persona quería convertirme. Para él había un paradigma: la fidelidad a la familia que tanto había sacrificado por él, era más fuerte que el amor romántico. ¿Cuál era mi paradigma?

Los paradigmas nos dan respuestas de sí o no. No hay depende en un paradigma, no hay un no lo sé. Ariel solo había tenido un no lo sé en todo un año, ¿cuántos tenía yo?

Opté por buscar lo que me era más importante y qué estaba dispuesta a sacrificar. Para descubrir gratamente que el amor es hermoso e importante, pero un amigo lo es más aún.

El amor romántico es efímero y delicado, en cambio la amistad es invaluable y fuerte.

Con mi decisión Mario no estuvo del todo convencido, y por los primeros meses nuestra relación se deterioró en gran parte. Conocí una faceta de él que no había visto nunca antes, que me recordó que todos somos humanos y tenemos falencias.

Se volvió celoso y hasta un poco mezquino, pero no tuve que hacerle ver su error, él mismo dio cuenta de su actuar y corrigió sus pataletas.

Yo le di espacio y nunca pregunté por Ariel, nunca más volví a mencionarlo. Estaba dispuesta a sacrificar aquel amor incierto por la amistad de Mario, de la misma forma en que Ariel estaba dispuesto a sacrificarlo por su hermano.

No crean que fue fácil. Pasé meses miserables arrepintiéndome de mis malas decisiones, más cuando creía que Mario desaparecería por completo de mi vida.

Miguel se reía de mí, diciendo que no era miserable, sino una «persona en situación de miseria», y que con ayudas técnicas―como otros chicos, amigas y helado―me reintegraría a la sociedad como una más.

Pero pasó. Como el amor pasa, la tristeza también lo hace.

Mario entendió que nunca estaríamos juntos y, a pesar de que en un momento se mostró insistente, con el pasar de los meses y luego los años no hubo duda que seríamos amigos para siempre, nada más.

ParadigmasWhere stories live. Discover now