Prologo.

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OCTUBRE



Murmullos y Violines en el aire se unían al suave tintineo de copas chocando con suavidad contra otras. Wentworth estaba acostumbrado a esas situaciones pero aún no lograba comprender el porqué de aquel encuentro. Sus ojos navegaron por la sala lujosa donde los Guardianes se encontraban tratando de imitar a sus antepasados, lográndolo en su totalidad. Mujeres envueltas en caros vestidos de colores claros, con joyas colgando de sus cuellos, hablaban entre sí pero no soltaban ninguna sonrisa como él esperaba. A veces, trataban de soltar una carcajada pero todos en ese salón sabían que era fingida y parte de una pantomima. Los Guardianes estaban entrenados para amoldarse al antiguo lenguaje de los humanos. Movían sus manos mientras se explicaban, algunos reían de las bromas aburridas y repetidas por años, mientras que otros simplemente fruncían el ceño cuando la conversación no les gustaba. Todos aparentaban algo que no eran y nunca serían. Así eran los Guardianes, seres humanos que carecían de sentimientos. No podían amar, ni odiar y debido a la carencia de sus sentimientos, eran personas muy crueles y llenos de maldad. Went lo sabía por experiencia y porque solo era necesario observar las miradas que se dedicaban las mujeres entre ellas para notarlo.

Dejó de observarlas para dedicar su tiempo en los hombres de la sala en cuestión. Su padre se encontraba a lo lejos hablando sin mucho interés con el Presidente de los Guardianes, Auron. Muchas veces Went había sospechado que los hombres eran hermanos o habían nacido para comandar juntos. Sus ideales eran básicamente los mismos y pensaban con la misma maldad. El Presidente había sido elegido desde que era muy joven y había propuesto como mano derecha a su padre. A su lado, su madre escuchaba la conversación atentamente. Sus ojos estaban fijos en el Presidente Auron, como si sus palabras fueran el sermón de la misa de los domingos. De repente, ella dejó de escucharlo atentamente y se encontró con la mirada de Went del otro lado de la fiesta. No necesitaba articular palabras para notar el enojo y la decepción en sus ojos, pero aun así él no apartó la mirada en ningún momento. Podía no ser un Guardián por completo, pero era valiente y no un cobarde.

Un leve toque distrajo la guerra campal de miradas con su madre y tuvo que concentrarse en otra persona. Su madre siguió escuchando al Presidente y en cambio Went observó a la mujer rubia que estaba frente a él llamando su atención: Sarah, su comprometida. Como de costumbre, era la más bella de la noche. Con aquel cuerpo de ensueño, cabello rubio sedoso atrapado en un peinado elegante y esos ojos fríos completamente llenos de amenazas. Went había estado comprometido con ella dos años hasta que desapareció de su vista y al mismo tiempo él tuvo que comenzar su misión. Ahora Sarah estaba con él y su madre ya había programado una fecha para su casamiento por más que ninguno de los dos quisiera vivir ese momento.

—Te encuentras preciosa esta noche —la elogió casi de manera mecánica, cuál robot. Went no estaba lúcido completamente una vez más, había permanecido meses delirando y perdido en sus pensamientos desde el incidente en el laboratorio de los Guardianes. Desde hacía tiempo que Went no se reconocía a sí mismo, pero no lo hablaba en voz alta temiendo a ser inyectado una vez más.

—Lo mismo digo —respondió ella con esa sonrisa que sólo Sarah tenía. Era una mezcla de maldad y un claro desdén que asustaría a cualquiera, pero no a Went. La mujer tomó su brazo intercambiando rápidas miradas con la madre de Went, miradas que él fingió ignorar, pero pudo verlas—. Baila conmigo.

—No quiero esta noche, Sarah.

—No me importa lo que quieras —respondió con su helada voz y sus ojos fríos fijos en él. Went mantuvo la mirada por unos minutos porque no le temía a esa mujer. Ella bajó la guardia por unos minutos, observando insegura hacia los lados como si no quisiera que alguien la escuchara—. Tenemos que hablar. Es la mejor manera que no sea demasiado obvio a los ojos de tu madre.

Went no estaba realmente seguro si esa era la intención de Sarah, aún así caminó con ella a la pista de baile donde algunas parejas comenzaban a moverse. El chico conocía ese tipo de bailes desde que había nacido, aunque había que admitir que estaba un poco oxidado, aunque Sarah parecía dispuesta a bailar incluso si la pisaba. Nunca había sentido nada por ella, ni siquiera cuando la besaba en la intimidad de su habitación. Por lo tanto, cuando tomó su mano y la dejó sobre su cintura, él ignoró el acto con doble intención.

Una nueva canción comenzó en el momento que se acercó peligrosamente a él dispuesta a bailar sin importarle que ese era una danza de parejas, donde intercambiaban a la chica. Buscó a alguna mujer conocida entre sus compañeras de baile, pero sólo reconoció a una de ellas. La canción era lenta y era ese tipo de canciones sensuales que no se podían bailar en un lugar como ese. Desde que su madre tomaba el control de los eventos, se habían vuelto más femeninos y Went estaba seguro que alguna vez había escuchado esa canción pero por alguna mujer en otra época.

Sarah fue la que comenzó a moverse, recordándole a Went con sus propios pasos como era aquel baile o tratando de hacerlo. A pesar de estar concentrados en la mujer con la que bailaba, de vez en cuando podía observar los ojos envidiosos de los hombres y mujeres a su alrededor. Sabía que eran una buena pareja, pero a él no le interesaba nada de eso. Sólo le interesaba escuchar las palabras de Sarah, incluso si tenía que hacer cosas desagradables como esas.

—Tenemos solo esta canción para hablar —le recordó Went a Sarah en su oído mientras ella se inclinaba sobre él logrando más miradas de odio. Pudo observar a una mujer rubia frente a ellos, con un cabello muy exagerado volando en el aire, pero no pudo seguir mirándola porque Sarah atrapó su barbilla y lo obligó a mirarla. Sus uñas apretándose en su piel dolían pero nada más que eso—. O bailarás sola.

—Van a reunirse luego del baile —advirtió Sarah sin mirar hacia los lados, pero sin necesitarlo ya eran el centro de atención como ella deseaba. Went no tembló pero al instante logró tensarse sin desearlo, Sarah pegó su cuerpo al suyo como si eso lo tranquilizara. Sólo logró conseguir más miradas, algunas escandalosas—. Para crearte una nueva misión.

—Pensé que se habían cansado de mí y me echarían del cuartel —le recordó frunciendo el ceño y reviviendo en su mente el momento de los regaños por fallar a su misión. Sarah rió por lo bajo pero trató de ocultarlo bajando la mirada, ella era como Went. No era un Guardián por completo y a veces sus emociones volaban, como le sucedía a Went muy seguido. La risa había sido para lastimarlo, obviamente, pero no lo había logrado. Los únicos sentimientos que Sarah tenía eran crueles—. ¿De qué trata?

—Van a quitarte la misión Davies.

Davies.

Al tiempo que los labios carnosos de la rubia decían su apellido, Went creyó ver los ojos azules de Molly Davies en el salón. Su cuerpo falló ante el descuido y pisó a Sarah sin realmente quererlo. No se inmutó del pisotón, pero si comprendió que el chico se había distraído en menos de un segundo. Trató de ver a los invitados sin encontrar una explicación para el descuido de Went. No iba a encontrarla. Ella no estaba entre los invitados, solamente Went había delirado.

Los ojos azules lo perseguían por las noches desde que había comenzado a despertar lentamente de su ensueño, desde que comenzaba a sentirse él. Los días se habían vuelto confusos y al principio le comenzó a manifestar su malestar a sus superiores. En respuesta, se ganó una nueva inyección por parte de Sarah, como si cuidara de él. Una vez inyectado, el mareo volvía. El mareo y la picazón en su cuello nuevamente comenzó a enrojecer y a quedar al rojo vivo. Sarah y algunos doctores decían que sólo era una reacción a la inyección, a la que ellos llamaban vacuna anticuerpo. Sin embargo, Went sabía que algo sucedía, que cuando ellos lo inyectaban perdía el control de sus sentidos y perdía la memoria. A veces despertaba en medio de la niebla de Farewell, buscando algo que desconocía.

Fue en ese entonces cuando descubrió que estaban drogándolo. Que perdía el control cuando lo inyectaban, pero no podía entender la razón. Lo único que sabía era que iba a luchar contra ellos.

—¿Por qué lo harán? ¿Tienen alguna explicación lógica o solo es capricho? —preguntó Went frunciendo el ceño, aunque al instante lo ablandó tratando de lucir normal ante todas esas personas. Sarah quiso sonreír, pero su sonrisa murió apenas comenzó.

—Creen que llevas mucho tiempo sin lograrla y bueno... lo obvio —giró los ojos como si lo obvio fuera también obvio para él, pero no lo era. Nada era obvio para Went con respecto a los Guardianes, sobre todo cuando se sentía traicionado. Ellos estaban haciendo algo con él, algo con su cuerpo y aun no entendía que era. Went odiaba no saber.

—¿Qué es lo obvio, Sarah?

—Que estás enamorado de ella.

Y lo estoy.

El pensamiento llegó tan rápido que lo asustó, pero la emoción nació y murió en su cabeza. Sarah lo observaba con sus ojos fríos a la espera de un indicio, de un sentimiento corriendo en el rostro de Went que revelara sus pensamientos. Él no iba a darle el gusto a esa mujer, no iba a demostrarle que aún había algo dentro de él vivo. No puedes matar los sentimientos tan fácil, podía adormecerlos con una jeringa y aun así lo que Went sentía era mucho más poderoso. Iba a seguir vivo en su pecho hasta que fuera lo suficientemente valiente para darle vida.

—Eso es una tontería —se defendió, sin demostrar expresión en su rostro. Estaba confundido, aunque no quería demostrarlo. Sarah conseguía ventaja de la oportunidad más mínima, era una mujer admirable si tu objetivo de vida era la crueldad. La rubia frente a él lograba todo lo que quería con solo proponérselo y a veces lo lograba de tal modo, que a Went le daba pánico. Era inteligente y astuta, era una increíble espía y a veces creía que entendía a los Guardianes mejor que ellos mismos. Aun así, en algo fallaba y eso la volvía imperfecta bajo los ojos de Went. Simple o vulgar. Era el único hombre que podía tenerla y no la quería.

—Una tontería bastante real, diría yo —susurró ella levantando una de sus cejas rubias de esa manera sensual que tenía pero no lograba efecto. De todos modos, Went se tomó tiempo para observarla hacer eso. Estaba coqueteando una vez más. Nunca sabía qué hacer en esas situaciones, si responderle o tomarse la libertad de ignorarla. Sarah era su comprometida y una mente perversa llena de dobles intenciones, tal vez estaba coqueteando por algún motivo, aunque pero él no sabía porque. Era mejor ignorarla.

—Esa misión es mía —logró decir finalmente Went volviendo a la conversación neutral, donde ninguno de los dos se insultaba en silencio o entre palabras dirigidas como misiles—. Debo terminarla. Tú sabes lo que significa para mí. Debo asesinarla yo y nadie más que yo.

—¿Por qué? —quiso saber Sarah una vez más levantando su ceja seductora, pero Went notó que estaba recobrando la seguridad. Su mirada viajaba de sus ojos a su cuello. Went lo notó, algo sucedía en su cuello que ella estaba segura. No recordaba cómo estaba en ese momento, pero no estaba rojo como cuando lo inyectaban.

—Creo que no necesito mostrarte mi pecho para recordarte lo que me hizo —le recordó Went. Su pecho aún estaba herido y en tratamiento. No recordaba cómo se había hecho daño, pero Sarah le había dicho que Molly fue la culpable, que le clavó un puñal en su espalda. La noche del accidente en el laboratorio estaba muy borrosa para Went, como si durante toda la noche no existiera—. Debo asesinar a esa niñita.

—¿Cuándo fue la última vez que te inyectaron? —preguntó de la completa nada Sarah, demostrando confusión en su rostro. La música estaba terminando y ellos debían finalizar su baile de una buena vez.

—Hace unos días. Ya no sufro la reacción en el cuello —mintió con rapidez, había convencido a la enfermera de ser él quien se inyectara. Al final del día solo la guardó en su caja de seguridad, en donde Sarah no podía meter sus garras.

Sarah se alejó de él diciendo que la reunión iba a comenzar, Went ya no era invitado a esas reuniones del concejo desde que su misión había fallado. Tampoco le importaba sentirse poco importante para los Guardianes, él trataba de encontrarse a sí mismo. La historia de su vida. La rubia abandonó el lugar lentamente, dejando a Went en medio de la pista de baile mientras observaba a todos los miembros importantes ir hacia la misma puerta. Cruzó una rápida y fría mirada con su madre, pero ella no tenía una expresión en su rostro. Si fuera humana, seguramente ella estaría mirándolo con total dolor y decepción.

Caminó hacia la barra, en busca de algo que tomar y aliviar lo que sentía. El cantinero le sirvió un whisky con hielo, el trago favorito de Went, y se sentó en una butaca al lado de Elizabeth Crow. La castaña hablaba sin emoción con un chico que él no conocía pero no le agradaba la mirada en sus ojos. Observaba a la chica como si fuera un objeto, como si estuviera en venta. Eso era algo que Went detestaba con su vida, Elizabeth tenía la edad de su hermana o la edad que debería tener en ese momento.

Su hermana.

El recuerdo de su rostro llegó tan rápido que nubló su vista y revivió el dolor sin su permiso. Guardianes, un jeep y caos. Un accidente, sangre, gritos, Sarah y su hermana. Su hermana llamándolo en el campamento de los Perdidos. Rogándole que no la olvide, que ella permanecería en ese lugar y que lo amaba. Los recuerdos lo dejaron ciego y se levantó de un salto, golpeando con su hombro a Elizabeth. Ella se bajó al mismo tiempo y lo observó frunciendo el ceño.

Estaba furiosa.

—¿Elizabeth? —preguntó el chico con el que estaba hablando, observándola con la frialdad digna de un Guardián. Went no necesitaba un traductor para entender la situación. Aquella chica no era un Guardián, era un Iluminado. Went la había empujado sin quererlo y ella había reaccionado a sus impulsos.

Sus ojos. Le llamaban la atención más que cualquier otro par de ojos. Él sentía que los conocía, que los había visto en otro lugar. Los había visto pero no enojados, fue entonces cuando el chico volvió a preguntarle que sucedía, ingenuo a la situación, y sus ojos se volvieron confusos. Fue ahí cuando Went se dio cuenta. Cuando vio la confusión en su rostro descubrió quien era.

—Eres Athena.

Sorpresa fue la primera reacción de la chica y luego el pánico. Una mano atrapó el brazo del hombre y tiró de él hacia la pista de baile dejando a Athena confundida y horrorizada. Went no deseaba seguir bailando con Sarah, no deseaba seguir fingiendo que no sentía. Quería descubrir qué hacía esa chica entre los Guardianes, actuando y viviendo como ellos. Elizabeth Crow era la chica que se presentaba en sociedad esa noche, recordó el vagamente. Esa fiesta era en su honor, lo que significaba que algo estaba mal.

No pudo seguir pensando porque estaba en la pista de baile, pero no era Sarah la que bailaba con él. Sino la chica rubia con demasiado cabello. La que había visto bailando cuando él lo hacía con Sarah. Su rostro también era familiar. Su pequeña nariz, sus labios pequeños y no necesitó más para reconocerla. Sólo había una persona en el mundo con ojos azules como esos.

—Molly.

Molly Davies estaba frente a él, bailando. En la pista de la mansión Crow, una mansión Guardián. Su cabello era rubio, pero debido a la cantidad sospechó que era una peluca. Seguía encantado con sus ojos azules, con lo maravillosos que eran. Demostraban un mundo de oportunidad, sentimientos y recuerdos. Luego observó sus labios, esos que había besado varias veces en recuerdos que ahora eran borrosos. Seguía luciendo como la chica indefensa que quiso, pero no se movía como tal. Se sostenían, bailaban de manera segura y firme, pero ella se movía de una manera cautelosa, como si sus movimientos estuvieran ensayados y a la espera de una nueva acción. Went atrapó su cintura y enredó sus dedos en su cabello falso, deseando que fuera el verdadero y que pudiera peinarlo como hacía antes. Su cuerpo danzaba de felicidad por su encuentro, deseando tocar, acariciar, besar a Molly Davies. Quería todo de ella otra vez.

—En los balcones, se encuentra Owen apuntándote. Cualquier movimiento en falso y pierdes la cabeza, Morton —le dijo sería y fría, lejos de ser la Molly que él conocía. Llevaba un vestido claro, blanco pero estaba usado, podía verlo con facilidad desde cerca. La chica tenía valor, no se negaba de admitirlo. Estaba prácticamente en la boca del lobo, casi rozándole los dientes. No importaba cuantos francotiradores tuviera en el cielo, no iba a salir viva una persona que era buscaba desesperadamente.

—Estás hermosa. Hermosa como siempre. Incluso de rubia —soltó él desesperado por el encuentro. No recordaba la última vez que la había visto ni mucho menos la última vez que la había besado. Pero la quería, aun la quería. Incluso cuando lo miraba de ese modo.

—No juegues conmigo, Morton. Estoy aquí para secuestrarte y asesinarte con mis propias manos como prometí. No volverás a dejar una cicatriz en mi rostro... —dijo ella cargada de odio. Fue entonces cuando Went recordó, cuando vio la cicatriz en el rostro de Molly. No era algo grande, pero lucía profunda en su mejilla. Estaba llena de maquillaje, pero podía verla. Él la había hecho y la recordaba a la perfección. Recordaba sus gritos, sus piernas luchando por escapar, la pelea, los gritos... todo. Recordaba ser él quien enfundaba el cuchillo que causó la herida, pero no recordaba hacerlo. Como si estuviera viendo una película en primera persona en donde el actor hacía lo que quería. Había sido él, pero no recordaba porqué ni cómo. Nunca lastimaría a Molly, ella lo había lastimado a él según Sarah. ¿Por qué lo culpaba?

—No entiendo de qué hablas. Fuiste tú quien clavó el puñal en mi estómago, Mollyana —reclamó él mientras se movían en la pista de baile. Los Guardianes ignoraban que Molly Davies estaba en medio de la sala bailando con él, hablando con él. Eran ingenuos cuando querían—. ¿Y ahora tratas de culparme a mí?

—Basta de tus juegos, Went. No trates de mentir que eres una buena persona. Te clavé el puñal luego de que confesaras tratar de asesinarme, me diste tantos golpes contra la pared de ese laboratorio que no recuerdo exactamente cómo sobreviví. Eres un traidor. Un traidor asqueroso.

Molly escupía las palabras con tal odio que él por un momento se preguntó si era un Guardián lo que había invadido a la chica. Sus ojos eran azules pero parecían lanzar llamas de odio, lo cual le hizo negar el anterior pensamiento. Went no recordaba nada de lo que ella decía, no recordaba los golpes contra alguna pared. No recordaba cómo se había hecho los golpes Molly en el accidente del laboratorio. Uno de los tantos días que perdió la conciencia. ¿Qué estaba pasando? ¿Que había hecho?

Ella no le dio tiempo a soltar las preguntas, levantó su mano y disparó con el arma que llevaba escondida debajo de su pierna. Una de las arañas cayó al suelo al instante, dándole a entender a Went que todo estaba planeado por los Iluminados. Molly tomó su hombro y tiró de él al mismo tiempo que la gente comenzó a gritar. Si bien no sentían miedo, el disparo y la caída de la lámpara había logrado cierta inseguridad en los Guardianes con dinero y a ellos no les gustaba estar inseguros. Molly tiraba de su hombro cuando Owen apareció en la escena y encerró sus muñecas en esposas de metal helado. Went no se quejó, sino que observó a quien había sido su compañero por algunos años.



—No puedo explicar lo contento que estoy de esto, Morton. Estoy contento que me dejen participar en tu asesinato.



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¡Sorpresa de viernes! ¿Cómo están? Espero que todos muy bien! Les traigo el prólogo de misery, el cual tenía muchas ganas de mostrarle. Me emociona mucho volver a publicar esta novela. ¡Cuenten que piensan! ¿Les gustó? ¿Entendieron? ¿Qué les gustaría ver en esta novela? ¡Los escucho! Les comento, para los que no me sigan en instagram, que se publicará los lunes y viernes y si estás en mi grupo de facebook (los iluminados, lectores de lbsilva) vas a tener adelantos exclusivos :D

Misery City [Farewell City #2 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora