10. Derrota

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Molly abrió los ojos en plena oscuridad, con aquella sensación de vacío en su cuerpo. No recordaba cómo había llegado a aquel lugar, solamente recordaba el ruido del disparo. El arma, Went y Sarah. El mundo giraba a pesar de encontrarse recostada en aquella camilla.

Había fallado una vez más. Había confiado y había perdido. Había recibido una bala en su hombro por culpa de creer, confiar y soñar. Went era un Guardián, estaba con ellos y lo había reafirmado. Pero no podía olvidar su rostro, no podía olvidar la mirada que le había dado aquella vez. Vio amor, vio cariño y vio necesidad. Went parecía quererle, pero no parecía que lo recordara al atacarla.

—No te muevas mucho o te lastimarás.

Se encontró con los ojos verdes de Owen en la oscuridad de la sala, la cual creía que era la enfermería. Estaba sentado a su lado, con las manos entrelazadas como si necesitara la paz y concentración para vivir el momento. Lucía cansado y no tan joven como realmente era. A veces no comprendía como Gabriel era el líder de los Iluminados cuando él era quien tomaba todas las determinaciones y preocupaciones, su padre era una figura nada más. Nadie era mejor líder que Owen y todos lo sabían. Molly se incorporó lentamente para poder observarlo desde donde estaba.

—Estás enojado.

—Claro que lo estoy —respondió sin mirarla y aquello le dolió el doble a Molly.

—Lo siento, Owen, pero no lo entenderías —se excusó antes de que él dijera algo, aunque no fue lo mejor que pudo decir. Al ver la expresión de Owen, horrorizado por lo que ella estaba diciendo, se apresuró a cambiar sus palabras por mejores–. No porque no lo sientas sino porque es diferente. Era él, Owen, era él. Era nuestro Went, lo era.

—Hasta que decidió dispararte.

—Antes de eso llegó Sarah y le inyectó algo que no pude ver...

—Siempre la culpable es Sarah —la interrumpió en el medio del relato. Owen tenía una voz mucho más fuerte que la de Molly, por lo tanto, al hablar la opacó. Ella no vio confianza en los ojos del chico, no le creía claramente. Tenía que verlo con sus propios ojos—. Si no la hubiera conocido juraría que no existe.

Molly guardó silencio al escuchar las palabras crueles del chico, observándolo horrorizada, como si algo se hubiese roto. Algo estaba roto y no sólo ellos. La confianza era una de las tantas cosas destruidas, rotas, arruinadas. Owen no sólo era su compañero, era su mejor amigo. En el único en el que confiaba y él no le creía. Si Owen no le creía, ¿Quién iba a hacerlo?

—Lo siento, Mol —susurró finalmente comprendiendo el silencio de la chica o eso creyó ella. Arrimó su silla un poco más a la camilla para poder observarla a los ojos. Se preguntó cuándo fue la última vez que durmió, porque debajo de sus ojos descansaban unas no muy agradables bolsas violetas—. No estoy enojado contigo, es conmigo el problema.

—Owen...

—No, no digas nada. Tendría que haber ido contigo. Tendría que haberte ayudado. Dios, Molly, te han disparado.

—No es tan grave como parece, lo han hecho antes —trató de salvar la situación Molly por más hundida que estuviera. Si fueran un barco, estarían tocando el fondo del mar y a ella esas comparaciones no le causaban ninguna gracia.

—Pero esta vez fue a quien yo llamaba mejor amigo.

—Owen, no empecemos. No puedo —interrumpió Molly el lamento de Owen, antes de que fuera muy tarde. No quería escucharle llorar por haber perdido a su compañero, porque ella había perdido al primer amor que había tenido. Se acercó para tomar la mano de Owen, quien al sentir su mano sobre la de ella entrelazó sus dedos. Ahí estaba, esa sensación de hogar que sólo Owen le daba—. Cuando estoy contigo siento esta sensación de hogar, siento que pertenezco a ti. Me siento bien, me haces bien.

Misery City [Farewell City #2 ]Where stories live. Discover now