5. Opciones.

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  Went sintió el golpe en el pecho directo como si nada

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Went sintió el golpe en el pecho directo como si nada. Escuchó su voz y luego supo que estaba perdido. Se encontraba en el suelo, revisando los cables de tren que iba a terminar asesinándolos. No recordaba el porqué de sus movimientos, pero al escuchar que los Iluminados habían entraron en el tren fantasma no tuvo otra opción que correr en su ayuda. ¡Él! Went había estado luchando por su libertad todos esos meses y ahora lo perdía porque escuchaba la misión suicida que los Iluminados ignoraban.

Los Guardianes tenían aquel tren fantasma desde hacía siglos en marcha, esperando que los Iluminados cayeran en su trampa con la misma facilidad que un ratón comía el queso envenenado por su cazador. Nunca creyó que Molly iba a ser quien cayera en las trampas, pero cuando escuchó la voz de la chica notó que a veces no era tan inteligente como él creía.

Primero escuchó la voz de Dexter Huds, a quien conocía solamente por radio y ahora estaba escuchando dar indicaciones a alguien. Y luego la escuchó. El pecho se llenó de un sentimiento que él reconoció como alegría y trató de ignorarlo con la misma facilidad que un insecto ignora una luz brillante. La adrenalina aumentó en su cuerpo, comenzando a correr por sus venas y llenándole de aquel sentimiento que él no quería ni creía tener. Ahí estaba. Su corazón latió una vez, dos veces, mil. Empezó a gritar enloquecido en su pecho dispuesto de encontrar a la causante de aquel cambio pero Went le rogó que se quedara tranquilo porque él no podía caer en aquella trampa una vez más.

—No se mueva.

Went cerró los ojos, sintiendo su cuerpo responder vivamente a esa voz que había estado acechándole por las noches en forma de pesadilla. Ella estaba ahí, detrás de él deseando asesinarlo, seguramente. A veces se preguntaba si Molly creía que él iba a matarla, debido a los mensajes que Sarah le había obligado a enviarle. Lo que menos quería era lastimarla o matarla, solamente quería entenderse. Y en ese momento, lo único que quería era verla.

Su cuerpo reaccionó solo, moviéndose lentamente hacia ella para poder observar su rostro bañado en sorpresa. Ahí estaba la mujer de sus pesadillas, su peor error y su mejor milagro. La mujer más preciosa que había conocido en su vida. Molly Davies.

Sus ojos se encontraron finalmente y fue como si nada hubiese pasado. Como si el tiempo volviera atrás y fuera la primera vez que se veían en el laboratorio. En cierta parte, lo era. Se parecía al momento que se vieron por primera vez, salvo que ella no estaba consciente de ese recuerdo. Entre las luces rojas, escapando de los Guardianes, Went vio por primera vez a Molly. La mirada de la chica estaba llena de sorpresa y cuando creyó que iba a tener miedo, volvió a sorprenderle. Levantó el arma que llevaba con ella dispuesta a dispararle y lo supo porque no temblaba. De hecho, nunca la había visto tan decidida.

—Nunca te he visto tan hermosa como te veo ahora —dejó escapar sin darse cuenta por completo. Pero era la realidad, Molly era bonita cuando estaba asustada e insegura, pero lucía hermosa segura de sí misma apunto de dispararle.

Los ojos azules le observaban cargados de odio, casi logrando ver todo el daño que le había causado. La había herido de formas inigualables, lo sabía, pero la había vuelto más fuerte. Más fuerte que nunca. Su corazón latió enloquecido al darse cuenta de eso, al comprender como podía con él. Si dudaba de sus sentimientos al verla comprendía que los tenía. Los tenía.

Su cuerpo reaccionó solo, impulsado por la sensación y la aceptación sin pensar en las consecuencias: el disparo.

—¡No te atrevas a acercarte! —exclamó ella con el arma levantada. No le había dado el disparo, porque apuntó al suelo. Le sorprendió aquello, Molly tenía una puntería digna de admirar y no era lo suficientemente tonta como para gastar balas. Había algo más.

—¡Molly! —exclamó War, lo reconoció al instante. Desde el otro de la puerta alguien golpeaba tratando de entrar a aquel lugar. Went estaba seguro que no iban a lograrlo, pero antes tenía que preocuparse por otra cosa.

Eso impulsó nuevamente la llama que sólo ella prendía. Porque comprendió que no quería hacerle daño. Se abalanzó hacia la joven dispuesto a una sola cosa que tenía en mente: La besó. Molly quiso volver a dispararle pero él logró quitarle el arma de las manos y lanzarla por los aires, cayendo al suelo logrando otro disparo que no lastimó a nadie nuevamente. Sus labios reconocieron los de Molly al instante que se juntaron. Ella se tensó, realmente sorprendida por lo que él había hecho, donde le dio la oportunidad para envolverla con sus brazos. Le dio la oportunidad y él no la soltó. Siempre había creído que Molly lo despertaba, como se despertaba uno de un profundo sueño. Pero no con esa sensación de ansiedad y temor por él, sino deseoso de seguir en ese estado. El cuerpo de la chica, su chica, reaccionó como los girasoles reaccionan al sol de verano, aquel que tanto anhelaban.

La violencia se había ido, se había ido tan rápido como había llegado a ese lugar. Ni siquiera él comprendía como había sucedido aquello. ¿Cómo había decidido asesinar a aquella chica? ¿Cómo se le había pasado por la cabeza hacerle daño? Ella era para él. Molly con todas sus inseguridades, problemas, miedos y defectos, era para él.

Sus labios trataron entreabrir los de Molly, ya que la sorpresa de la acción había dejado a la chica sin habla o capacidad de hacer algo más que aplastar sus labios contra los de él. Pero al hacer aquello, Molly recuperó la compostura y se alejó, empujándolo lo suficiente para golpearlo contra la pared. En otro tipo de situación aquello le hubiese gustado, no en esa.

—Quisiste matarme y luego me besas. ¡Dijiste que ibas a buscarme y asesinarme! ¡En la radio! —le recriminó señalándolo como si fuera él quien dijo esas palabras. ¿Lo era?

—Tú no sabes... —comenzó como si le faltara el aire, como si no pudiera con la explicación que tenía en su garganta, atorada. Ella lo esperó, como si deseara saber la respuesta más que nada. Pero Went no sabía cómo seguir, sin embargo comenzó a hablar para no perder la oportunidad que le estaban brindando, casi única—. Tú no entiendes lo que ya siento. Porque tampoco yo lo comprendo.

—Sabias palabras —respondió con sarcasmo.

—Te necesito —soltó llevándose las manos al pecho, como si el dolor saliera de allí. Aunque en cierta parte lo hacía—. Me haces comprender que sucede, me haces vivir. Cómo también me haces morir cada vez que haces esto. Por favor, Molly, te necesito a mi lado.

—¿Qué dices? —le preguntó ella frunciendo el ceño tomando el arma que había dejado Went caer al suelo, pero esta vez no le apuntó y él lo agradeció—. No. ¡Trataste de matarme, Went! ¿Piensas que voy a darte la confianza como si nada? No la mereces. No funciona la vida así. Si estás confundido no hay nada que yo pueda hacer por eso. Ya no eres un Iluminado.

—¡Yo no sé lo que soy, Molly! —exclamó desesperado, aun con las manos en el pecho señalándose. Observó el rostro de la chica y por un momento pareció creerle, lo vio en sus ojos azules. Vio compresión, vio la misericordia que mataba a Molly pero él no se atrevía a comentarle aquel error cuando podía ser su salvación. El pecho le creció una vez más ante la esperanza de un perdón no merecido. Ella iba a perdonarle. Podía verlo en su rostro dispuesta a dejarse llevar por la compasión o eso creía.

—Dime cómo detengo el tren.

—No puedes —le dijo y antes de que Molly se quejara o comenzara con su discurso de moralidad, él se acercó al gran panel lleno de botones que ninguno de los dos conocía. No hizo más que apoyar su mano entera en el panel en donde cabía una. Analizó el ADN y ambos notaron como el tren comenzaba lentamente a detenerse. Molly no dijo nada, simplemente cerró los ojos. En el exterior, War y otras personas gritaban enloquecidas tratando de llamar la atención de Molly. Pero estaban en su pequeño mundo, aquel que ellos dos habían construido lejos de los ojos intrusos que odiaban lo que tenían, no lo comprendían ni siquiera.

Él notó que en el rostro de la chica había confusión por lo que acababa de hacer. Acababa de salvarle la vida a ella y a un par de Iluminados sin hogar. Le estaba salvando la vida que había querido quitarle. Eso tenía que darle algo de seguridad, pero en su rostro aún había desconfianza. Went resopló enojado por lo que estaba sucediendo, odiando que Molly fuera tan cabeza dura. Buscó en los bolsillos de su pantalón de Guardián, ignorando a Molly levantando su arma sabiendo que no iba a disparar por más que sacara la daga que había dejado en su estómago tiempo atrás. Era su última oportunidad. Necesitaba que confiara un poco, sólo un poco en él.

Misery City [Farewell City #2 ]Where stories live. Discover now