IX. Mis aventuras en el váter.

27K 3.3K 6.4K
                                    

Bajo del autobús en dirección al Gymnasium con los ojos achinados

Deze afbeelding leeft onze inhoudsrichtlijnen niet na. Verwijder de afbeelding of upload een andere om verder te gaan met publiceren.

Bajo del autobús en dirección al Gymnasium con los ojos achinados. Es de mañana, tengo sueño y las nubes no me permiten contemplar en el cielo la presencia del astro príncipe, el sol. Y digo príncipe porque el astro rey, sin duda alguna, soy yo. 

Ah, ¿existirá otra persona en este mundo que se ame tanto a sí mismo como lo hago yo?

De pronto, alguien me agarra del hombro y me da media vuelta; Rainer Wolf está frente a mí y sus ojos azules escrutan los míos con diversión. Intento librarme de su agarre porque tengo demasiada prisa por llegar al instituto para buscar mi cartera, pero él no me suelta. Menuda forma más mala de empezar un jueves: soportando las tonterías de este chico. 

—Hey, Mülleeeeer —comienza a hablar, alargando la última sílaba de mi apellido de una manera tan innecesaria que logra ponerme de los nervios. Me llevo con disimulo la mano a la nariz para no soportar otra vez su aliento a tabaco, cuando me percato de un detalle: hey, huele bien. Demasiado bien—. Mira qué considerado es tu compañero de trabajo, que se ha propuesto mascar chicle de menta cada vez que esté cerca de ti para que no te quejes de su aliento —me dice, formando un pequeño globo con la goma de mascar que tiene en la boca. 

Me froto el pelo y suspiro; se me había olvidado por completo que ahora  es mi compañero de trabajo de Biología. Está claro que mi cerebro estuvo borrando información molesta para ahorrar espacio.  

—Oh, genial, eres tan considerado, Wolf.

Está muy cerca de mí, así que doy un paso hacia atrás para aumentar la distancia entre ambos. Hay personas que infravaloran la importancia del espacio personal, y sospecho que este chico es una de ellas. 

  —No sé si ya te lo habrán contado, pero el trabajo de Biología tratará del aparato reproductor masculino. Tenemos que explicar sus partes, las hormonas y los centros que lo regulan. Debe tener una extensión máxima de diez páginas sin contar las fotos ni los esquemas. ¿Qué te parece?

—Interesante —digo, resaltando el sarcasmo. A saber cómo será trabajar con él—. ¿Y hay que exponerlo?

—Sí, una semana después de entregar el trabajo. ¿A que es genial?

Se frota las manos y me mira, expectante; parece emocionado con la idea de exponer. Sin embargo, no es eso lo que me llama la atención, sino su actitud amigable, que me deja perdido. Si le caigo mal y siempre que se dirige a mí es con la intención de molestarme, ¿por qué hoy me habla tan animado? Abro la boca con la intención de responderle cuando, de pronto, Dagna pasa a su lado dándole un codazo y se aleja. 

—¡Eh, fíjate por donde andas!

Los miro a ambos, perplejo. ¿A qué ha venido este encontronazo?

—¿Qué te pasa con Dagna? Pensé que os llevabais bien.

—Bah, tonterías. Quedé con ella este martes para ir al cine. Me dijo de ver Megalodón, y yo nunca le digo que no a una mala película de tiburones. El caso es que... Bueno, digamos que después de pasar un rato juntos, dejamos de entendernos. Cosas que pasan —me explica, algo incómodo. Yo tuerzo un momento la cabeza para ocultar una risa; es obvio que Dagna logró liarse con este chico. Como Klaus se entere, va a montar un drama—. Oye, ¿has visto Sharknado? —Niego con la cabeza y él resopla—. ¿Ninguna de las seis películas? Pedazo mierdas más maravillosas que te has perdido. ¡Tiburones antropófagos siendo escupidos por tornados en plena ciudad de Los Ángeles! ¿Hay algo más maravilloso? 

Rompiendo mi monotonía.Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu