XLIII. Mis primeros pasos conociéndote mejor.

38K 3.4K 17.3K
                                    

Me encuentro en el autobús, con la cabeza apoyada en el cristal de la ventana, fingiendo que ronco de forma bastante exagerada para indicarle a Klaus que lo ignoro, que no me apetece repasar la lista de verbos irregulares del inglés con él

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Me encuentro en el autobús, con la cabeza apoyada en el cristal de la ventana, fingiendo que ronco de forma bastante exagerada para indicarle a Klaus que lo ignoro, que no me apetece repasar la lista de verbos irregulares del inglés con él. Cuando llama mi atención haciendo un juego de palabras con mi nombre, cierta marca de teléfonos coreana que detesto y el verbo «cantar» en inglés, decido que este es el momento perfecto para estampar mi mano en la cara. Qué pesado es.

—Si saco un tres en el examen será solo culpa tuya —me recrimina, tomando su dosis de zumo matutino. La cara que pone mientras bebe de la pajita es demasiado graciosa como para tomarlo en serio.

—Si hubieses estudiado en vez de estar todo el fin de semana haciendo el vago... —murmuro, con la suficiente intensidad como para que mi amigo me escuche y se indigne.

—¡Yo no estuve haciendo el vago!

—¿Cómo que no? Pero si me enviaste un montón de fotos tuyas poniendo diferentes posturas en el sofá. ¡Desde la mañana hasta la noche! Y no nos olvidemos de ese perturbador selfie tuyo sentado en el váter. Me pasé una hora temiendo que me mandaras lo que habías expulsado de tu cuerpo.

—Ay, por favor, ¡qué asquito! —exclama Dagna desde algún punto del autobús. Klaus me agarra por los hombros y me zarandea molesto por haber expuesto sus más oscuros secretos.

—Lo dices como si admirar mi belleza tumbado fuese algo malo. Guarda esas joyas, Samuel, algún día valdrán oro.

—¡Un millón de euros por mega! —interrumpe Adam. Adolf se despierta emitiendo un ronquido gutural al escucharle pero todos decidimos guardar silencio e ignorarlo. 

Bostezo y clavo los ojos en los dos asientos de delante. Para mi sorpresa, me encuentro con la cara de Annie entre ellos. La chica me escruta con tanta intensidad que me siento como si intentara desentrañar todos los entresijos de mi alma. Giro la cabeza por mera incomodidad cuando ella se pone de rodillas en su asiento y me habla:

—Sam, ¿tienes algo que hacer mañana por la tarde? —me pregunta, y mi primera reacción ante sus palabras es agarrar el brazo de Klaus a la desesperada, como forma de pedirle ayuda para que me libre de esta extraña situación en la que me acabo de meter sin comerlo ni beberlo; creo que ella no se ha dado cuenta de ese detalle porque tengo dos mochilas encima—. Yo estoy libre, ¿y tú?

Espera, ¿por qué me hace esa pregunta? ¿Acaso quiere quedar conmigo? Dios, no he pasado una tarde entera a solas con ella desde, no sé, ¿desde que rompimos? A ver, hemos vuelto a ser amigos, pero ni de broma tenemos la misma confianza que antes. Nuestras charlas se reducen al ámbito escolar, nada más. Bueno, es cierto que entre nosotros siempre nace un tema de conversación y que lo pasamos bien juntos pero, de alguna forma, sigue reinando la incomodidad entre nosotros. Que sí, que nos pedimos perdón, pero... Estoy divagando demasiado, ¿por qué me he tomado ese café en el desayuno?

Rompiendo mi monotonía.Where stories live. Discover now