NOCHE

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Cuando el pequeño grupo de mago llegó de nuevo a la parte norte del muelle de Magnolia, el sol ya se había ocultado tras las montañas y la oscuridad reinaba el cielo. Sin perder un solo segundo, los tres se encaminaron hacia donde suponían debía estar el pelirrosa, su pequeña casa ubicada hacia las afueras de la ciudad. Si lo que la primera les había dicho era cierto, lo más probable es que encontraran al Dragneel en el basto bosque que éste tenía técnicamente como patio trasero.

Después de unos cuantos minutos, el trio finalmente arribó al lugar deseado, y al ver lo que ocurría el bosque frente a ellos, honestamente no sabían si estar sorprendidos o sentir lástima por la naturaleza. Frente a ellos estaba un bosque en llamas. Los tres ni siquiera necesitaban sentir la sofocante aura, la cual ellos conocían bastante bien, que provenía del epicentro de toda la destrucción para saber quien era el culpable de esto. Lo más ridiculo de toda la situación: nadie más en Magnolia parecía darse cuenta que al menos media hectárea del bosque se incendiaba. La unica explicación que ellos consideraban posible: el Dragneel estaba usando alguna ilusión, que probablemente le enseñó la primera, para cubrir sus destrozos ¿Cómo es que no eran afectados por esa ilusión? Es un misterio al cual probablemente jamás encontrarán respuesta, y no es como si eso realmente importara en el momento.

Con un suspiro resignado, el grupo se dignó finalmente a entrar al bosque en proceso de combustión. Los tres estaban agotados de tantas sorpresas en un solo día, y simplemente querían que todo terminara lo más pronto posible. Aunque dudaban que el mundo fuese lo suficientemente piadoso para que algo así ocurriera. Tenían el presentimiento que en lo poco que quedaba para el final de su plan, los tres tendrían como mínimo una gigante sorpresa más. Solo la idea de tener otro infarto más gracias a todo esto los ponía de los nervios. No es como si hubiesen perdido la determinación por terminar su misión, pero la fatiga abunda, y definitivamente quedar en shock por una última vez en el día no era una cura recomendable para el agotamiento.

Los tres caminaron a paso lento hasta el centro del desastre. Allí se encontraron con el pelirrosa quien parecía mil veces más cansado que esa misma mañana. El trio solo miró impasible la escena, puesto que ya habían agotado todo su asombro antes ese mismo día.

El mago en el centro respiraba agitadamente, el sudor cubría notoriamente su cuerpo y algunas quemaduras de primer grado se posicionaban en su frustrado rostro. -¡Rayos, ya no doy más!- exclamó el pelirrosa con molestia mientras pateaba el tronco de uno de los pocos arboles que le rodeaban y seguían en pie para después suspirar desganado -supongo que tendré que seguir intentandolo mañana-. El pelirrosa se perdió en sus pensamientos mientras regresaba a su hogar, los otros tres siguiendole de cerca aún sin ser descubiertos.

La desilusión del Dragneel lo estaba matando. En estos meses, aparte de afilar sus destrezas mentales, él había estado creando un nuevo arsenal de habilidades y movimientos que causaran menos destrucción de los que usaba usualmente, además de que le permitieran ser más sigiloso, ganandose así un factor sopresa que podría ser decisivo en las batallas que probablemente libraría en un futuro cercano. Los ataques de rango corto y medio que pudo ingeniarse basado en sus habilidades magicas habían sido pan comido para él, sin embargo, los ataques de largo alcance, más especificamente, el ataque mortal que había ingeniado hace poco, se le estaban complicando imensamente. Sin importar cuanto lo intentara, no lograba concentrar todas sus llamas en un solo punto para lograr un ataque que, aunque el radio mortal sería bastante reducido, tuviera un poder destructivo inmenso.

En cuestión de pocos minutos, el pelirrosa, junto con el trio que lo observaba de cerca, llegó finalmente a su pequeña casa que sorpresivamente, a pesar del fuego que rodeaba la zona, se mantenía en pie y casi intacta. Sin pensarlo dos veces, el mago entró a la casa mientras que los otros, aún inadvertidos, se acomodaban en el techo, donde tenían una clara vista hacia el interior de la residencia por medio de las claraboyas que habían allí.

Invisible WeaponsWhere stories live. Discover now