Parte 5

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Dejamos de lado el recuento del pasado, para centrarnos en algo más concreto en el presente. Arthur disfrutó su día libre, pero al siguiente dìa sacó al Mustang del establo y estuvo recorriendo las calles nuevamente. Llevaba su termo de café por la mitad y su turno no daba señales de finalizar aún, una llamada desde la famosa emisora de radio YTC 98.

—Ciertamente, todo lo que andan diciendo de Uber es verdad. De que son más eficientes que los taxistas normales, lo son. —comentó una corpulenta figura que se acercó a recibir al Mustang.

—Buenas noches ¿A dónde lo llevo?— preguntó el jinete de aquel corcel.

—El servicio no es para mí, es para un compañero de trabajo y su esposa. Parece que eso de estar abstemios y regresar a beber no les cayó nada bien y en plena fiesta del día de la independencia.

—Y ¿Dónde los debo llevar? Además, no quería saber tanta información, la verdad.

—A esta dirección, menos mal la tengo anotada. —la corpulenta figura le entregó al buen Arthur un papel donde decía a donde debía llevar ese par que se estaba montando en su auto.

Para su sorpresa, era en la misma urbanización donde vivía su abuela, pero en esa parte de la misma donde (se decía) que vivía la gente de clase media. Quería aprovechar la oportunidad para darle fin a su turno, claro primero tendría que ver cómo iba a ser esa carrera.

—Josh, creo que Wilson nos pagó un viaje a casa... ¿O quizás al hotel más cercano?— comentó la mujer a su esposo, claramente bajo los efectos del alcohol.

—Eso si es un buen amigo...a pesar de todo lo que le he hecho, en especial esa cita a ciegas que resultó ser un desastre ¡Wilson Colt es mi amigo!— el esposo también había bebido, hasta el aliento lo delataba. —, es más ¡Debemos decirle que eres instructora de Pole Dance! ¡Tienes que hacerle un show! Y ¡Usted, chofer, lo invito cordialmente a ese show que dará mi esposa!

De todas las vivencias que había tenido hasta la fecha Arthur en aquel empleo, esa superaba (por mucho) a todas las demás. Ciertamente, no todos los días se podía recibir unas palabras del famoso defensor de línea Wilson Colt y que se montase en su auto así como el famoso ex actor Josh H, ese de quien hablaba tanto Lucrecia, quien estaba ansiosa de hacerle una entrevista o algo así.

Aquel extraño matrimonio a los pocos segundos después de aquella alharaca se calmó, se durmieron. Lo que le permitió manejar más tranquilo a su destino, creía que aquel singular par ponía en riesgo la salud del Mustang.

Llegó un poco más tarde de lo que tenía en mente, pero aquel jinete no quería seguir arriesgando más al corcel. Mucho menos su integridad con aquel par, cuando los dejó en la puerta de su hogar, el trabajo no había concluido ya que debía llevar a la pareja a la puerta. La niñera, para su fortuna, salió a ayudarle al jinete.

—Todo parece que no fue un buen rodeo, eh vaquero—le comentó la niñera mientras cargaba a la esposa del locutor de radio—; estos dos volvieron a beber.

—Así es, señorita. Por su acento deduzco que es paisana. Soy de San Antonio ¿Qué me dices de ti?

—El orgulloso pueblo llamado Rogers. Es bueno ver a un texano, estas ciudades y esta gente de California me confirman los estereotipos de los demócratas que siempre nos llegan. —. No formaba parte de su trabajo, pero era lo menos que podía hacer por Josh. Llevarlo hasta alguna parte de su hogar y seguir con su camino.

—Creo que este es el momento en que debo despedir, Arthur Twain.

—Ángela Clark. Así que cabalga hacia el horizonte, vaquero y espero verte de nuevo.

Iban a gritar ¡El Álamo! Pero no les pareció correcto, así que Arthur se montó en el Mustang y condujo a su casa. Aquel jinete ya comenzaba a sentir los párpados pesados y ya había cumplido bien su papel por aquel día.

— ¿Quién iba a creer que ibas a volver a cabalgar "Silver"? Comienzo a parecerme a mi abuelo con esto de hablarle a un auto, lo peor del asunto es hacerlo sabiendo que no vas a tener una respuesta. Mira que ponerle el mismo nombre a este Mustang que tenía el caballo del Llanero Solitario solo se le pudo ocurrir a mi difunto abuelo.

Estacionó al corcel con la misma calma de cada noche, se bajó del auto y justamente cuando pensó que nadie lo iba a recibir, allí estaba su abuela.

— ¿Qué tal te fue hoy Vaquero?

—Bastante bien abuela, como siempre la mitad de lo que hago es para ti. Aunque debo hacerte la pregunta de rigor ¿Cuánto nos falta? Y ¿No crees que sea muy tarde como para estar regando las plantas?

—Tu abuelo me hacía la misma pregunta cuando me veía aquí esperando por él. Es mejor eso que tejer y destejer ¿No lo crees? Y con respecto a lo otro, pues con estos ciento cincuenta de hoy completamos la suma, querido nieto. Lamento que hayas tenido que dejar pasar tu examen de acreditación como abogado para que tuvieras que trabajar aquí como ¿Taxista? Ya ni entiendo que es eso de Uber.

—Ve el lado positivo de todo el asunto, abuela. No estarías en casa con mi madre, además ¿Quién iba a creer que "Silver" iba a relinchar de nuevo? Te hubiese tocado venderlo al igual que la casa. Aunque no dejo de preguntarme como se hizo esa filtración en el techo. Aunque tampoco ¿Te has preguntado qué sería de esos muchachos si hubieses esta casa? En especial, por la demócrata.

—Creo que te interesa Lucrecia, querido nieto— Marín cerró la manguera y comenzó a doblarla para guardarla—, pero sí. En especial por ella, creo que lo peor que le hubiese tocado vivir era tragarse su orgullo y regresar a los dormitorios de la universidad. Tu madre volvió a llamar, preguntando cuando vas a volver.

Arthur se quitó el sombrero y se sentó en esa sencilla silla pintada de blanco que tenía su abuela en el porche de la casa—Creo que el día cuando a la rana le salgan pelos. Ya no hay nada para mí en San Antonio.

— ¿Qué me dices de tu carrera como abogado así como de esa chiquilla hija de ganaderos?

—Lo de la chiquilla se convirtió en un puente roto— respondió en tono solemne y serio—, Atila pasó por ahí y no va a crecer el pasto. Con respecto a la carrera, puede que la tome por estos rumbos. Además, ni deberías ser tan preguntona ni quedarte hasta tan tarde esperando por mi llegada, abuela.

—Ahora sabes de donde saco eso tan molesto tu madre. Además que dudo mucho que doña artritis me venga a molestar, si hay algo que he cuidado bien son mis huesos y recuerda que estamos en California, si hay un lugar en esta nación que han usado como geriátrico a sus anchas, ha sido esta.

—Está bien, mañana tendré otro día libre. Me lo voy a tomar para revisar a "Silver" y descansar un poco; creo que deberías llamar al contratista para que comience con las reparaciones.

La señora Marín sacó unos billetes del enorme fajo que llevaba siempre consigo, le entregó unos cuantos a su nieto y le comentó—Con una condición, usa ese dinero para llevar a comer un helado a Lucrecia, le hace falta calmarse un poco. Y creo que es buena excusa para sacarla de la casa.

— ¿Dónde la llevo?

—Cerca de aquí hay una coqueta heladería, he visto una que otra vez a Richard y Bianca juntos. Aunque debo preguntarte ¿No habías revisado previamente a tu corcel?

—Después que sepas a quienes monté hoy en él, entenderías mi preocupación. Además que debo comentarte que confirmé esa loca idea que tiene Lucrecia, ya confirmé donde vive.

Casa Número 86Where stories live. Discover now