Parte 7

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Arthur le dio la información sobre la ubicación de la casa donde vivía Josh, la emoción era demasiado notoria en la cara de Lucrecia. Pero la vivaz estudiante debía moderarse, ya tenía la información que desesperadamente estaba buscando así como que el nieto de la señora Marín no era mala persona, que estaba cumpliendo su palabra con respecto al tema de las carreras clandestinas.

—Debo hacerte una pregunta ¿Quién te regaló ese sombrero que siempre usas?

—Mi abuelo. Recuerdo que cuando me lo regaló, me quedaba bastante grande, lo gracioso del asunto es que a él también le quedaba grande. De hecho, recuerdo que una vez me contó una disparatada historia sobre este sombrero vaquero.

Este sombrero, según el abuelo de Arthur, le perteneció a ni más ni menos que al legendario actor de películas del salvaje oeste John Wayne.

—Según mi abuelo, el Duque en persona se lo regaló una vez que se lo consiguió en el plató de esa famosa película llamada Río Bravo. También aseguraba que en algún lado estaba el autógrafo, pero como puedes ver simplemente no se encuentra dicha firma.

—Pero ¿No te dejó una constancia de todo ese cuento?

—Ciertamente, no. De hecho, a duras penas pudimos rescatar todos los papeles de "Silver", extrañamente estaban guardados en una caja no muy bien guardada. Ahora debes entender que problemas con el agua en esa casa no es asunto nuevo.

Después de varios días dándose topetazos, aquellos dos muchachos estaban comenzando a formar unos lazos, aunque para Lucrecia, esos nacientes lazos aún pendían de un hilo, ya que tenía miedo. Quizás, algo podría suceder que pudiese romperlo; lo mejor que podía hacer era mantenerse calmada, cosa que le era imposible.

—Creo que, si soy honesto, me gustaría que me presentases los alrededores de esta zona; conozco más otros lugares que el propio lugar donde vivo. Pero ¿Quieres que usemos a "Silver"?

—Debo tomarte la palabra, ya que creo que ese corcel se merece un día de descanso también. Al igual que el jinete.

—Oye, no sé si tomarme esas palabras tuyas como un halago. Pero debo preguntar ¿A dónde vamos después de aquí?

— ¿Te gustan las estaciones de trenes? Hay una pequeña estación en las cercanías. Es uno de esos puntos de reunión y turísticos bastante conocidos.

Conocida como "Estación Girasol", era uno de esos lugares que pasaban sin levantar mucho la atención, pero había un aire diferente en aquella estructura y todo lo que estaba a su alrededor.

— ¿A que no has visto algo como esto en San Antonio?

—Para nada, aunque ¿Qué hay de interesante en Idaho? Lo lamento, no debí hacer ese comentario.

—No te preocupes por eso, son cosas que pasan.

Había una algarabía en los alrededores, unos altavoces que anunciaban que un famoso locutor de radio estaba en los alrededores, quizás promocionando algo.

— ¡Ni más ni menos que Wilson Colt! Ciertamente, este lugar debe tener lo suyo, Lucrecia. Debo darte la razón.

El famoso ex defensor de línea convertido en un famoso narrador del deporte que era la pasión del país, el futbol americano. Aquel día se encontraba celebrando el programa número cien en su carrera como narrador. Era una de esas figuras que respetaba Arthur, a pesar de que no era alguien que estuviese conectado a su estado natal.

— ¿Podrías decirme quien es ese señor?—le preguntó Lucrecia, aunque por dentro se sentía mal, ella sabía muy bien quien era ese comentarista deportivo. Mas por sus antecedentes políticos, que por su carrera en la radio.

— ¡No es molestia alguna! Wilson "Aplastador" Colt fue un jugador de la línea defensiva del equipo de los Leones de Detroit en su formación de los años ochenta, de hecho era un dolor de cabeza para todos aquellos que se medían ante "la orgullosa manada". Pero, esto es ya algo personal, cuando se volvió narrador su verdadero talento floreció.

Arthur quería seguir relatando, pero el estruendo de aplausos anunció la entrada de Wilson, aquel programa era al aire abierto. Cuando salió el reconocido narrador lo primero que hizo fue saludar a su público; para luego comentar.

— ¡Hoy es un día muy especial para el programa "La Yarda"! Y para celebrar este día, no solo estamos aquí en "Estación Girasol" transmitiendo en vivo, sino que me acompaña un buen amigo Josh H del programa "Esa Loca Década de los Ochenta".

— ¡El gusto es todo mío, buen amigo! Anunciamos desde ya que tendremos un pequeño concurso ¡Con los primeras diez parejas que se acerquen! En un concurso de preguntas y respuestas.

—Y ¿Qué tendremos como premio?—le preguntó "Aplastador" a su compañero, preparando la escena, aquellos dos estaban preparando algo a lo grande.

— ¡Excelente pregunta! Los participantes estarán compitiendo por el pack de DVD que recopila las tres primeras temporadas de la famosa comedia de situaciones de los años ochenta, una serie a la cual le debo mucho. Ni más ni menos que ¡La Familia T!

Lucrecia al escuchar el premio le preguntó a Arthur— ¿Qué tal se te da esto de participar en los concursos de preguntas y respuestas? Se nos está presentando una oportunidad única para ambos, de seguro te mueres de ganas en pedirle un autógrafo al señor Colt. Y a mí me gustaría tener no solo ese pack, sino pedirle también la entrevista a Josh.

—Lo mejor será que se vayan haciendo a la idea que se van a quedar con el segundo lugar—comentó Richard—, ya que mi compañera y yo vamos a entrar también.—aquellas palabras emitidas por Richard, las cuales cayeron de sorpresa a los oídos de Lucrecia y Arthur.

— ¡Sobre mi cadáver! Además yo debo preguntarles ¿Acaso ustedes dos no se encontraban estudiando?— les preguntó Lucrecia a sus dos compañeros, quienes estaban entre los asistentes en aquel lugar.

—En mi defensa, estoy tomando un descanso. Al igual que creo que en algún momento, tenía que "desquitarme" la derrota en Reto al Conocimiento. —agregó Bianca, si aquel tono en ella era honesto.

—Creo que me he perdido un pedazo de historia. —Comentó Richard—, querido amigo, gracias a que Lucrecia y su espíritu de demócrata nos quitó una bonita tradición que teníamos en la casa de tu abuela. Ni más ni menos los viernes de juegos de mesa.

— ¡Vamos Arthur a anotarnos! ¡Si Bianca quiere revancha, pues se la vamos a dar!—anunció en forma amenazante Lucrecia. Si había algo que tenía tanto para bien, como para mal, era su tenacidad. Quizás podía ser el instrumento con el cual unos se aprovechaban de ella.

—Vaquero, lamento que sea esta la situación en la que midamos nuestros conocimientos; pero las circunstancias se han torcido de una forma poco favorable para el esperado duelo.

—Citadino, espero verte en otro campo de honor. Pero no perdamos la esperanza de un día medirnos en un juego de mesa.

Después de aquellas palabras, ambas féminas tomaron fuertemente de los brazos a sus compañeros y los halaron bruscamente, buscando donde debían apuntarse para aquel concurso. 

Casa Número 86Where stories live. Discover now