capítulo 2

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El timbre sonó atrayendo la atención de todos, un anciano de unos 65 años aproximadamente hizo precensia en el aula.

-Bueno días jovenes- hablo el maestro Rupert; era bastante simpático con su alegre tono de voz, su cabello plateado y las muchas arrugas que surcaba su fina piel- hoy tenemos un trabajo de campo. Visitaremos la morgue.

¿Había escuchado bien? ¿La morgue? ¿A quien en su sano juicio, se le ocurriría llevar a 30 adolescentes a un lugar como ese? Ah claro a mi maestro de biología, que parecía encantado con la idea.

-no creo que la morgue, sea un lugar apto para nosotros- Andrés me mirababa divertido.

-¿Lo dices por tu extrañó miedo a la sangre?- pregunta con una sonrisa burlona.

-No, yo... Eh lo digo por... Pues- no sabía que decir para no sonar estupido- no es miedo, es más bien un asco infinito. No puedo ni olerla.

-Recuerdo la última vez que estuviste en contacto con sangre, no solo vomitaste lo que habías cómido como mínimo por una semana, si no que caiste desplomado como un costal de papas. Ian estuviste un día entero inconsciente. ¡Era tu propia sangre!.

Recordaba aquella vez. Esos espisodios se había repetido en múltiples ocasiones. Trate de acercarme a el maestro Rupert, pero me dijo que no había forma de librarme de esta. Este "trabajo de campo" cómo lo llamaba él contaba con el 50% de la calificación.

-pero Mr Rupert, yo no puedo ni Oler sangre, mi...- me interrumpió sacando de la gaveta de su escritorio un tapabocas y protectores para la nariz.

-mire señor Besson, tómelo como una oportunidad para enfrentar sus miedos.

Lo miré con cara de horror, ¿Me estaba hablando Enserio? Esto no terminaría bien, estaba seguro. Tome los implementos y los guardé en mi mochila.

Después de una hora, estábamos rodeados de las paredes blancas del tétrico lugar, hacía frío y un silencio sepulcral.

-Jovenes el cuerpo humano es una maravilla, ¿Sabían que puede tener espasmos hasta 24 horas después de haber muerto? Osea que puede moverse incluso un día después de haber fallecido. Puede tardar en volverse frío has ...

No escuchaba lo que decía, mi mente intentaba mantenerse ocupada. Era el único que usaba tapaboca y protectores, mientras hacía
Un esfuerzo sobrehumano para no mirar, porque si lo hacía, no existíria nada que pudiese parar mi sistema digestivo devolviendo el alimento de todo un mes.

-señor Besson, ¿Podría usted decirme cuánto tarda el cuerpo en perder la temperatura?- el profesor miraba inquisitivo aguardando a mi repuesta.

-yo...- todos mis esfuerzos habían Sido en vano, porque mi mirada fue parar justo en el cadáver de enfrente, habían comenzado el proceso de la necropsia, intentando en un pobre esfuerzo taparlo con una manta blanca por nuestra visita.

Mi cuerpo empezó a sacudirse. ¡No vomites, no lo hagas! Me repetía mentalmente.

-¿Ian, estás bien?-melanie me tomo del brazo -estas helado amor yo creo..- su voz se fue perdiendo, porque mi vista se empezó a nublar y todo se torno oscuro, las piernas fueron cediendo y después ya no supe más.

Cuando recupere la consciencia estaba sobre una camilla, todo me daba vueltas.

-¿Dónde estoy? - dije torpemente.

-Estamos aun en la morgue, te desmayaste - dijo melanie.

Mire a mi alrededor y efectivamente estaba en un cubículo de paredes blancas, una enorme mesa de superficie metálica, y la camilla en la que yo estaba. De repente una idea golpeó mi cabeza.

-estoy en la cama de ... ¡Un muerto!- me levanté de un salto. El impulso fue tan rápido que me aventó a el suelo a causa de la debilidad que aún sentía mi cuerpo.

Melanie y Andrés me ayudaron a incorporme.

-Que gallina eres, es una camilla limpia no había ningún cadáver aqui- decía Andrés mientras me sostenía por el brazo.

-Eso me deja un muy tranquilo- comenté con sarcasmo sentandome sobre camilla.

-Bueno, tuvieron que sacarlo para que tú entraras- el terror recorrió mis ojos- pero cambiaron las sabanas, están limpias al menos - hablaba Andrés entre risas .

-¡Eres un imbécil!- me puse de pie nuevamente.

- Vamos Ian, esta muerto ¿que podría hacerte? - oí la voz de amigo distante, porque había salido de la habitación a grandes zancadas casi corriendo

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