Capítulo 2

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Me desperté por los molestos ruidos que hacia la alarma. Gruñí cansada. Ayer no había podido pegar un ojo porque Alec y su amigo no dejaban de gritar. Claro que en vano fue pedirles encarecidamente que se callaran porque no lo hicieron.

Me levanté de la cama y tras un largo bostezo fui hacia el baño para tomar una ducha de agua fría y despabilarme. Estuve unos minutos bajo el agua hasta finalmente salí envuelta en una toalla. Me sequé y fui a mi armario a elegir un atuendo.

Como hoy hacía algo de calor, opté por un short de jean tiro alto y una camiseta por el ombligo. Completé el outfit con unas vans negras y regresé al baño para terminar de alistarme. Me maquillé solo un poco para ocultar mi cara de zombie y me cepillé el cabello. Luego de unos minutos me encontraba lista.

Bajé al comedor y mi mamá estaba ya allí con el desayuno sobre la mesa. Waffles con miel: su mejor platillo.

—Buen días, cariño— me dio un beso en la mejilla— ¿lista para tu primer día de clases? ¿cómo dormiste?

—Si te soy sincera, mal— admití y me senté a desayunar— el vecino no dejaba de gritar y hacer ruido.

—¿Te refieres a Alec?— preguntó.

—Ajá— asentí con la cabeza mientras llevaba un trozo de comida a mi boca— ¿sabes quien es?

—He conocido a la familia ayer. Es un muy buen niño, me agrada. Asiste a tu nuevo instituto.

—A mi no.

—Dale una oportunidad, apuesto que serían muy buenos amigos— me aconsejó— ¿y quien dice qué tal vez no algo más?

Rodé los ojos ante su pensamiento de que yo y el imbécil de Alec pudiéramos estar juntos.

Estuvimos varios minutos comiendo en silencio hasta que se hizo la hora de irme.

—Iré al instituto antes que se haga tarde— llevé mi plato al fregadero— nos vemos luego, adiós.

—Adiós, Alex. Suerte.

Tomé mi bolso y salí de casa.

Según mi mamá son solo seis cuadras, todo derecho hasta llegar al instituto. No hay margen de error. Solo debo caminar hasta ver la horrible cárcel a la que asistiré por lo que resta del año.

Cuando iba por la segunda cuadra, sentí gotas de agua caer en mi ropa. Luego en el cabello, en los zapatos, y en todo mi cuerpo. Estaba lloviendo y no estaba ni a mitad de camino.

Mierda, lo que faltaba.

Sentí una bocina detrás mío y un auto detenerse justo a mi lado. Eran Alec y Sam. Estaban ambos dentro con una gran sonrisa.

—¿Te llevamos?— preguntó el rubio.

—No, puedo caminar— dije conservando mi orgullo.

—Alex, no te hagas la enojada ahora. Sube al auto o vas a pescar un resfriado— me advirtió.

Buen punto.

—De acuerdo— acepté— pero sólo porque no quiero llegar empapada a mi primer día de clases.

Entré en el auto y Alec comenzó a conducir. Al ser sólo cuatro cuadras las que faltaban para llegar al instituto, las hicimos en cuestión de segundos.

Bajamos del auto y pude sentí algunas miradas sobre mi. No se si era porque estaba empapada o porque bajé del auto de dos ardientes chicos. Tal vez ambas.

No le di mucha importancia y entré antes de que terminara aún más mojada— si es que era posible.

Era tarde y tenía que ir a recoger mis horarios. Tal vez debí haber salido más temprano. Recorrí todo el instituto con la mirada en busca del despacho del director.

El playboy es mi vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora