Capítulo 6

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Estuve bailando con Sarah durante un buen rato. Tomé algunos vasos más y ya podía empezar a sentirme acalorada, pero le prohibí totalmente a mi amiga que siguiera tomando ya que no quería acabar en un hospital.

De un momento a otro ya eran las 4 am. En un rato la gente empezaría a irse. Pero muchos todavía seguían demasiado activos.

—¡Chicas!— exclamó una voz a nuestro lado.

Miramos hacia allí y estaba Sam parado con una sonrisa.

—Estamos jugando a algo, ¿quieren venir?— propuso.

—¡Sí!— exclamó Sarah como una niña pequeña. Yo no tenía muchas ganas, pero antes que quedarme sola bailando prefería ir a jugar un tonto juego.

-Bien, síganme— nos guió hacia el jardín. Allí había una ronda de 10 chicos aproximadamente.

Pude reconocer a tres de ellos: Alec, Taylor y Nathan. Al ver al ultimo quise rápidamente salir de allí, pero era tarde. Sam— sin saber lo de mi ex— me agarró del los hombros y me obligó a sentarme en la ronda.

En el centro había una botella de vidrio vacía, y pude imaginarme lo que querían jugar.

—¿Conocen el juego?— nos preguntó Sam acomodándose a mi lado.

Asentimos con la cabeza. Era el típico juego de girar la botella y a quien le toque la boca tendría que darse un beso con quien salga segundo. Lo único que me tranquilizó fue el saber que solo eran 10, más nosotros 13, y que probablemente no me vaya a tocar justo a mi.

Alec fue el primero en girar la botella, se detuvo en una chica castaña de tez morena. Ésta se sonrojó. La segunda vez, le tocó a un chico de baja estatura, castaño y ojos café. Éste sonrió como un ganador y se acercó a la chica para darle un apasionado beso.

El juego siguió y personas tuvieron que besarse con otras. Al no haber puesto reglas sobre besos homosexuales, cada vez que tocaban dos personas con el mismo sexo deberían besarse igual que dos personas de distinto. Para las chicas no era un muy grave problema, pero los varones, cuando les tocaba, estaban completamente negados a besar a otro.

¿Y para qué muerda juegan si luego no van a aceptar un beso?, pensaba.

Para mi maravillosa suerte— nótese el sarcasmo— la botella se detuvo en mi. Todos voltearon a verme y al sentir muchas miradas sobre mí, las mejillas se me pusieron rosadas, aunque como era de noche no se notaba mucho. Volvieron a girar la botella una vez más para ver quien era el afortunado que tendría que besarme. Recé para que no fuera Nathan, pero como si el destino me odiara, la botella dejó de dar vueltas en él.

Me miró con una sonrisa y luego se mordió el labio inferior. Sentí unas inmensas ganas de llorar y salir corriendo de allí, directo a mi casa. Pero no iba a demostrarme débil frente a él ni dejar que todos en la ronda supieran que había tenido algo con Nathan. Miré a Alec, que estaba sentado a su lado. El rubio solo me miraba, viendo que rayos iba a hacer, siendo él el único que sabía que odiaba a Nathan— aunque no tenía idea cuál era la razón. Sarah también sabía, pero ella estaba demasiado borracha como para reaccionar.

Justo cuando Nathan se iba a acercar a mí, Alec habló, siendo mi salvación una vez más.

—¡La botella se detuvo claramente en mí!— exclamó.

Abrí los ojos como platos, pero rápidamente reaccioné, y cuando todos centraban su vista en Alec, me acerqué lo más que pude y soplé con fuerza para que la botella se moviera unos centímetros. Nadie lo había notado, o eso esperaba.

El playboy es mi vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora