Capítulo 7

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Melusina, 2019.

Sophia.

Llevo media hora aproximadamente observando al humano inconsciente, el descendiente del mono tuvo una ráfaga de valentía e intentó enfrentarme, pero apenas estuvo a escasos centímetros de mí, se desmayó.

Pero, ¡qué valiente humano! Nótese mi sarcasmo.

En parte lo que me dijo tenía cierta razón. Soy una estúpida, y él es la prueba viviente de ello.

Cuando salía de la cueva de mi abuela, admito que nadaba algo despistada. En un abrir y cerrar de ojos, él estaba sobre mí, había caído de la superficie ¡sobre mí! Sus labios pronunciados emitían solo: "Por favor, ayúdeme. No quiero morir". Realmente no sé qué paso por mi cabeza y mucho menos no sé por qué lo salvé.

Tenía que llevarlo a la superficie, pero el miedo se apoderó de mí. ¿Y si él escapaba de algo? ¿o alguien?, esas preguntas resonaban en mi cabeza. Maldición.

Una idea algo descabellada, pero en esos momentos era la más cuerda, apareció en mi mente; tenía que llevarlo a la superficie de la cueva de mi abuela.

Con toda mi fuerza jalé de él hacía la cueva, era un humano grande y pesado, lo cual me dificultaba más el trabajo. Aunque me costó, logré llevarlo a la superficie de la cueva. Dejé su cuerpo sobre la piedra lisa, sinceramente no sabía si él sobreviviría a esto. Pero lo hizo, minutos más tarde se levantó bruscamente, el agua ingerida empezó a salir de su cuerpo por la boca.

Y ahora, nuevamente esta inconsciente, pero esta vez por el shock.

Apoyé mi mejilla sobre mi brazo.

— Ay, mi cabeza — aquel lamento llamó mi atención. El humano se había levantado por segunda vez desde que lo salvé.

— Eres un humano muy miedoso — solté mirándolo con desdén.

— ¡Mierda! — exclamó. Fruncí el ceño —. No eras una maldita pesadilla.

— ¿Debería sentirme ofendida o aludida? — pregunté, haciendo una mueca de disgusto.

— ¿No vas a comerme no es así? — pregunto él, aterrorizado.

— No. No tengo malos gustos. Ugh.

Él nuevamente se incorporó. Sus gestos eran muy ambiguos, no lograba descifrar sus pensamientos.

Un fuerte sonido se escapó de él. Lo miré asqueada. Su ceño se frunció.

— ¿Qué fue eso? — pregunté con disgusto.

Él me miró algo avergonzado, mientras frotaba su estómago. Demonios, ¿ese tremendo sonido provino de su estómago?

— Mi estómago... — confesó él, con los labios fruncidos.

— ¿Tienes hambre? — pregunté, con las cejas alzadas.

— No, ¡qué va! — respondió con sarcasmo. Idiota.

— Entonces, muérete imbécil — dije, antes de sumergirme en el agua.

— ¡Oye, no te vayas! — lo oí, exclamar. Me detuve—. No sé quién soy; tengo hambre, de hecho, mucha. Y ni siquiera sé cómo llegué aquí — añadió con voz derrotada.

«No, Sophia. Sigue nadando. No regreses. No regreses»

Pero como soy una cabezota, que ni siquiera hago caso a mi voz interior. Volví a subir a la superficie, para verlo.

— ¿En serio, no sabes quién eres? — negó como respuesta—. Y, ¿tienes hambre? — asintió.

Volví a sumergirme, para buscar algo de comer a ese humano tonto. ¿Comerá algas? O quizás, ¿peces?

Bajé al arrecife más cercano, el lugar más adecuado para conseguir unas buenas algas y peces.

Sería estupendo encontrar unas algas nori, son exquisitas. Seguí escogiendo las algas. El mendigo humano tenía una suerte, iba a tener el honor de probar mis algas favoritas, algas nori. Además, escogí un pez para acompañar las algas para por fin subir a la superficie.

El humano estaba sentado a la orilla del agua con los pies sumergidos, sus brazos estaban cruzados.

Una idea pasó por mí mente, un sustito no le cae nada mal a nadie, ¿no?

Empecé a nadar hacía su aleta partida en dos, quería tomar sus pies.

Y así lo hice.

Su expresión de pánico era todo un dilema.

— ¡Eres una princesita! — grité entre risas.

— Y tú, una maldita loca — contraatacó.

— Pero, tengo comida— respondí con aires de superioridad.

— Okey, tú ganas — se rindió—. Oye, espera. Esa comida de la que hablas no soy yo, ¿no?

Reí ante su estupidez. Negué con la cabeza, mientras le mostraba lo que le traje. Sus ojos se iluminaron al ver la comida.

Apenas lo tuvo entre sus manos, lo devoró y no exagero; solo dejó los huesos. Vaya, apetito del humano.

—¿Saciado? — pregunté, aún sin superar su habilidad para comer tan rápido.

— Sí, estuvo rico — respondió rápidamente —. Monstruo, no me estarás dando de comer para que luego tú me comas, ¿no?

Mi ceño se volvió a fruncir. Maldito idiota.

— En primer lugar, no soy un monstruo. Y por milésima vez, no te voy a comer; además debes saber a excremento.

— Mmm... — se rascó la nuca —. Es que, hasta ahora no sé tu nombre.

— Sophia, me llamo Sophia — le respondí.

— Yo me llamo... — sus ojos viraron—, no sé cómo me llamo — soltó con decepción.

— Entonces, te bautizo como mono — dije, con cierta emoción.

— ¿Mono? — pregunto con desagrado.

— Sí— respondí con obviedad.

— ¿Por qué?

— Desciendes de un mono o chango, como lo quieras llamar. Zeus tuvo forma peculiar de crearlos — expliqué, haciendo ademanes con mis manos.

Theo.

No sé por qué mi vida tuvo que llegar a este punto tan humillante, ni siquiera sé quiénes fueron los bastardos que quisieron matarme.

Solo sé que estoy cautivo por un monstruo marino mitológico, que se dice llamar "Sophia", un nombre muy bonito para un ser como aquel.

No puedo negar que tengo miedo de ella; pues mi cabeza no deja de recordar que es un monstruo come hombres.

¿Seguiré con vida?

No lo sé, en estos momentos dependo de ella o eso.

Hace un rato, ella se había ido, dijo que volvería mañana temprano, que ella ya había estado fuera de casa por mucho tiempo.

¿Escapar?

Esa idea fue la primera que se me cruzo por la cabeza. Pero ella dijo que volvería con su familia, eso quiere decir que hay muchos más como ella, y nada me asegura que ellos no me coman.

Supongo que deberé hacerle caso, mientras encuentro una escapatoria segura.

Mi familia ya debe estar buscándome, estoy casiseguro que están a punto de encontrarme. Ellos tienen contactos poderosos quepueden encontrar hasta a una aguja en un pajar.


AMAR FUERA DEL AGUA [01]Where stories live. Discover now