Capítulo 36

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Seúl, 2019.

Theo.

Corrí hacia ella, ella estaba en el suelo llorando mientras sobaba su talón derecho. Le quité las manos de su talón y lo observé.

La tomé con mucho cuidado entre mis brazos.

— ¿Adónde me llevas? — preguntaba entre sollozos.

— A la clínica, cariño — le dije con un tono preocupado.

Janice cogió su bolso y nos siguió. Al salir de la habitación, nos encontramos con mi madre y abuela en la sala tomando un té. Ellas al vernos se pararon de golpe, asustadas se acercaron y nos preguntaron por lo ocurrido.

— Se cayó. La llevaré a clínica para que me dé un mejor diagnóstico, el doctor.

Janice se subió al piloto, mientras que yo me senté en la parte trasera con Sophia aun en brazos. Me dolía tanto verla llorar de dolor.

Le acomodé el cabello detrás de la oreja.

— Cálmate, yo no dejaré que nada malo te pase... – dije con voz dulce y pausada, pero me interrumpió.

— Yí ni dijiri qui nido mili ti pisi — me imitó —. ¡Por tu culpa me caí!

— ¡¿Qué?! ¿Por mi culpa?

— Sí, idiota.

—Yo no tengo la culpa que seas tan torpe — le dije molesto.

— ¡Ay, ya! Déjenlo, ¡parecen un par de críos peleando! Ni mis hijos son así — nos regañó, Janice por el retrovisor.

A los minutos llegamos a la clínica, bajamos aún enojados; a pesar de eso, ella seguía entre mis brazos. Sé que la situación es jodida, porque a las finales aún no sabemos qué tipo de fractura pueda tener en el peor de los casos, sin embargo, sentirla tan mía entre el mundo, era una maravilla.

Los enfermos de la puerta, trajeron una silla de ruedas para ella. La senté sobre la silla para que ellos la lleven al doctor. Caminé con ellos, sin perderlos de vista. A lo lejos divisé a alguien de bata blanca en la puerta de un consultorio, era un hombre alto, de hombros amplios, cabello negro azabache, y claramente de mi edad. Cómo no podría reconocerlo, él era mi mejor amigo de la secundaria, mi leal amigo Jeon Guk.

— ¿Kim Theo? — me pregunto. Asentí con preocupación.

Él después de mirarme, miró a Sophia en la silla de ruedas mientras se quejaba entre sollozos.

— ¿Otra con los efectos de "Kim Theo"? — me pregunto con cierta nostalgia y diversión.

— Ella no es una de esas. Ella es mi novia — esperé con una sonrisa. Note el sonrojo de Sophia. Reí.

Los "efectos del Kim Theo", era una vieja leyenda de mi escuela secundaria, un falso rumor se difundió a mediados de mi secundaria. Aquel rumor decía que después de acostarme con las chicas, ellas iban al hospital en silla de ruedas.

Qué drástico, ¿no?

También lo pensé, ¿cómo demonios voy a poder dejar a una chica en silla de ruedas? Quizás sea un poco brusco en ese aspecto de mi vida, pero no para llegar al extremo de dejarlas así. En ese entonces lo tomé a la ligera, de cierto modo me benefició el rumor, me llovían mujeres y no exagero, hasta incluso algunas profesoras me ofrecieron un 20 de promedio si aceptaba.

Follarte a tu maestra es la jodida fantasía de cualquier estudiante varón, y yo no era la excepción; en mi defensa acepté solo una vez la propuesta de una profesora, era joven, bonita y muy sexy.

AMAR FUERA DEL AGUA [01]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora